Mikel Arriaga (Profesor e investigador)
Recientemente acabamos de ver la serie Alardea en ETB1. Una serie que se supone que nace con la intención de dar salida o solución a un problema largamente enquistado durante más de veinte años. No obstante, la serie tiene cierta intención (¡eso está claro!) y en el fondo con algunos objetivos oscuros. Por mucho que lo intente ocultar o disimular, queda patente y claro que el paralelismo que nos lleva a hacer es con el caso del Alarde de Hondarribia. No hace falta esforzarse mucho para llegar a esta conclusión.
En el caso de la serie, nos sitúa en un pueblo ficticio con una asociación feminista como eje central. La asociación pretende tomar parte en el Alarde del pueblo, y a partir de aquí prosigue con un cliché muy parecido a lo que ocurrió en Hondarribia. Sin embargo, se centra en una casuística individual y personal: La protagonista que es parte del grupo feminista no quiere participar por un trauma de infancia; su madre, pionera en la 1ª participación años atrás desarrolla un cáncer y quiere volver a salir; la protagonista cambia de idea y vuelve a tomar la iniciativa en el grupo feminista; la hija de la protagonista, cantinera en el tradicional, cambia de idea para desfilar con la madre y la abuela; el marido de la protagonista (burgomaestre en el tradicional, también cambia de idea por defender a su mujer y a su hija). Tiras y aflojas con otros personajes del pueblo en cuestión, partidarios de uno u otro alarde. Todo tremendamente enrevesado, increíble para ser verdad, y enfocado únicamente desde la reivindicación feminista.
La serie es directamente maniquea, infantil, y con un sesgo ideológico muy marcado, y eso salta a la vista. Lo que más extraña, es que en un conflicto real (aunque digan que la serie es relato ficcionado) siempre existe por algún lado una intención verdadera de llegar a una solución, y esto no aparece para nada en la serie. Se hace hincapié continuamente en los dos bandos cerriles sin aportar luz sobre una posible solución y sin dar indicios de que sí hay personas que intentan llegar a una solución. Desde este punto de vista la serie falsea e intenta engañar y manipular al espectador. De esto deberíamos ser todos conscientes: la serie es totalmente parcial, sesgada y voluntariamente maniquea con una clara intención de manipulación.
Esta es una de las paradojas de la serie. Pretendiendo denunciar un hecho social, y dando por supuesta la “alienación” de uno de los bandos, hace un uso desvergonzado de las estrategias más usuales de manipulación informativa, sin dar al televidente la opción del “contraste”, que es la base de un pensamiento medianamente crítico. Su objetivo panfletario es tan flagrante que elude toda posibilidad de entendimiento del mismo fenómenos (el Alarde) que es, teóricamente, su tema. De lo que se trata es utilizar el pretexto del Alarde para emitir, de forma ramplona, un mensaje político que no llega a alzar vuelo de lo meramente publicitario-alusivo.
El reconocimiento social está ligado de manera directa a formas de visibilización. La institución social coactiva, como la llama Baudrillard (Baudrillard, 2002a), revela esta faceta fundamental de la integración social. Para Baudrillard (Baudrillard, 2002a), la actividad cultural por excelencia reside en el consumo, y hoy día la emisión de las imágenes (cualquiera que sea el medio) es el principal medio de consumo y manipulación. Es indudable «que el milagro de la TV es realizado perpetuamente sin dejar de ser un milagro, y esto gracias a la técnica que borra, en la conciencia del consumidor, el principio mismo de la realidad social, el largo proceso social de producción que ha llevado al consumo de las imágenes» (Baudrillard, 1974: 24), las cuales serán siempre el principio ejemplar de una sociedad convencida de los designios divinos que debe obedecer. Lo que muestra la televisión, en cuanto verdad revelada, es para Baudrillard más verdadero que lo verdadero, no es otra cosa que la revelación indiscutible de lo numinoso, una verdadera kratofanía.
La realidad, según este autor, se reduce simplemente a una preeminencia de la representación, al vaciamiento simbólico de la realidad a partir de unas estrategias de significación que no son otra cosa que las de la pérdida del sentido de la historia, de un mundo ausente pero pletórico de signos hipnotizadores (Sauret, 2001). Los medios, y en particular el discurso publicitario, son el terreno fértil de la simulación, del montaje acomodaticio, de la estratagema para la construcción de una realidad enfocada no al mundo real, sino a uno impuesto. Lo que se pretende es afianzar un determinismo ficticio apropiado a los intereses de quienes están detrás de cámaras moldeando la realidad (Bourdieu, 1997). No en vano:
Publicidad y noticias constituyen así una misma sustancia visual, escrita, fónica y mítica cuya sucesión y alternancia al nivel de todos los media nos parece natural: publicidad y «noticias» suscitan la misma «curiosidad», la misma absorción espectacular y lúdica. Pues, tanto los publicistas como los periodistas son operadores míticos: teatralizan y fabulan el objeto o el acontecimiento. Lo dan «reinterpretado», en casos extremos, hasta lo construyen deliberadamente. Es preciso pues, si se quiere juzgar con objetividad todo esto, aplicarle las categorías del mito: éste no es ni verdadero ni falso, y la cuestión no es creer o no creer en él [Baudrillard, cit. en Sauret, 2001: 138].
Lo que verdaderamente hacen los medios en su labor mitológica es transformar la percepción de la realidad, condicionar por lo tanto las creencias respecto a ella en el receptor, gracias a la manipulación del contenido de los mensajes y al ejercicio de la abstracción de la realidad, sin recurrir jamás a la prohibición manifiesta. No imponen un hecho, sino que naturalizan un acontecimiento; producen toda una escenografía de creencias y valores que pasan por encima del fenómeno mismo y construyen una fabulación a partir de él. Lo importante en esta operación es eludir la actitud pensante, reflexiva, y basarse en posturas muy racionalizadoras o en la emotividad del momento, en la sugestión circunstancial, en la creación de una atmósfera de irrealidad propicia para la instauración de un «mundo feliz». Según Sauret (2001), las mitologías más racionalizadoras son las que empuñan más frecuentemente un mito tranquilizador, a la manera de pócima justificadora de aquello que persiguen las pretensiones economicistas del neoliberalismo, es decir, la mitología de lo inevitable.
De la permanencia de los rituales instituidos por los medios y la publicidad se concluye que ellos vacían la capacidad de acción de los individuos y los someten a un peligroso juego de enmascaramiento; capacidad de acción que queda anquilosada en una pobre actividad ritual del sujeto espectador; enfriamiento ritual que deja como resultado una subjetividad sometida a un llano juego de emulación, difícilmente autoreferenciada y fuertemente sumisa, que alberga la ilusión de una acción que se complace en la reiterada labor del consumo o en el vano espejismo de parecerse a las vedettes de las pantallas. Para Baudrillard, aquí yace la desaparición de lo social a causa del desvanecimiento político, en virtud de una realidad que es sólo una realidad de acontecimientos, no de hechos, de:
Acontecimientos más o menos efímeros porque ya no tienen ninguna resolución excepto en los medios de comunicación (donde tiene la «resolución» que dan las imágenes, donde están «resueltos» en alta definición), ya no tienen ninguna resolución política. Poseemos una historia que ya ha dejado de consistir en acción, en actos, […] por el contrario culmina en una representación virtual; conserva un aire espectral de déja vu [Baudrillard, 2002b: 43].
A esto Baudrillard lo llama «el crimen perfecto», una historia contada en libretos acomodados previamente y ante la cual el sujeto político desaparece en calidad de actor para convertirse en un émulo espectral. El aquietamiento ritual10 [Paz, 1990] producido por la excesiva mediatización deja a las sociedades en la condición de espectadoras en medio del tinglado de los hechos reales, acentúa la amnesia y reduce el pensamiento crítico frente a ellos, dispara la indiferencia y la insensibilidad ante los fenómenos sociales, detona una apatía política y genera un conformismo que se desgaja del hecho de ver a través de las pantallas la consolidación del mundo «innegable», a la manera de una representación, de la cual no se forma parte, pero con la cual no se puede dejar de soñar (Otálora, 2010).
Toda esta retaíla sociológica la he querido añadir para llegar a una conclusión breve y clara: la falsedad que nos ha transmitido la Serie Alardea. Los que conocemos el tema de forma cercana lo podemos corroborar, pero las personas que no conocen el tema se ven manipuladas y mediatizadas por lo que esta serie haya podido transmitir. Por mucho que alguien se crea informado, sin conocer los entresijos más profundos y oscuros del tema, difícilmente se puede llegar a una visión cercana a la realidad, y la visión de la serie es superficial, e incluso infantil diría yo, aparte de parcial y sesgada. En fin, que más podríamos decir, y encima, cocinada con dinero público.
Llevamos varias veces comentando en esta página web el tema del conflicto de convivencia que genera el Alarde de Hondarribia (también el de Irún, por supuesto, aunque un poco menos). Hemos planteado diferentes enfoques del tema y visiones que pueden surgir ahondando un poco en sus causas; incluso hemos intentado presentar alguna vía de solución. Sin embargo, hay algún interés oculto que no logro entender, para reivindicar a muerte una única opción de Alarde, sin tener en cuenta otras opciones y sin tener intención de buscar una solución intermedia que dé salida a este problema enquistado. Y es que una solución inmediata sería la implementación y puesta en práctica de la opción que se practica en Irún. Pero no, hay un grupo al que esto no le parece bien; y este es el planteamiento de la serie: no es viable una solución de dos Alardes. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué la serie no muestra una postura más pedagógica que abogue por esta solución?
Cuando desde estas líneas estamos reclamando el derecho y la posibilidad de ejercer los derechos de todas las personas, desde otra posición, concretamente la que aparece como políticamente correcta en la serie, se impulsa consciente o inconscientemente el posicionamiento sobre esta parte. En la serie se impulsa la opción de la incorporación de la mujer en un alarde paritario, y es eso concretamente lo que ocurre en la realidad, ya que la postura del alarde paritario intenta imponer su visión sobre la otra parte, argumentando derechos, necesidad de justicia, modernidad y rotura con un pasado preso de la ignominia del heteropatriarcado (según la opinión de esta parte del conflicto). La serie para nada intenta profundizar más allá, ni intenta contrastar otras visiones o realidades del evento en cuestión. Enfoca su planteamiento como única visión correcta del sentir mayoritario de un pueblo (¡falso!), y arrogándose el derecho a consumar esta actitud totalitaria, cueste lo que cueste. Para nada se cita en la serie cual fue la actitud de la compañía mixta ante la posibilidad de hacer un referéndum en el pueblo (¡se negó en rotundo!), o su oposición absoluta a una salida dialogada con dos Alardes como vía intermedia (caso de Irún) para dar solución a este problema de convivencia. No, por supuesto que no, esto no interesa, no vende, y no funciona como cuña o palanca en esta pugna que tiene como fin último la manipulación de la ciudadanía mediante la ideología de género.
Estamos ante una representación ritual que es parte de la memoria cultural de un pueblo, parte de la memoria de una sociedad que reafirma su personalidad en la representación de estos ritos. No tiene ningún sentido argumentar que lo que ocurre en la realidad social cotidiana tiene que ser reproducible a todos los niveles en un acto cultural o ritual, es más, podría ser una aberración equiparar lo que es una representación y muestra cultural, con lo que es la vida normal y la realidad de una sociedad cohesionada. El entendimiento humano diferencia muy bien lo que es la realidad de una representación ritual y cultural (si se quiere folklórica). Que no se utilicen, por lo tanto, argumentos engañosos y manipuladores diciendo que una representación cultural tiene que ser el reflejo o imagen especular de la realidad, ¡es completamente falso! Y esto es lo que una y otra vez nos muestra la serie: un acto ritual tiene que estar adecuado a la sociedad y a los tiempos en los que se vive. Pero puede ser así, o no puede ser así. En cambio, la serie nos está transmitiendo que debe y tiene que ser así, y nos quiere adoctrinar de forma subliminal utilizando la magia de la imagen y de la ficción.
Ante lo que parece una mera disputa de derechos universales y reivindicaciones feministas, lo que se esconde detrás no es sino la acción de un mecanismo político para violentar la convivencia de un pueblo y forzar e imponer una ideología por encima de la opinión de una mayoría social mediante la instrumentalización del derecho de todos y todas a desfilar en igualdad, pero pasando por alto el derecho de elección, de expresión, de forma de sentir, de cultura e incluso de religión, para poder imponer una única visión a un problema caleidoscópico, y que por encima de todo intenta reventar la convivencia y la cohesión social, además de tener unos fines claros y netamente políticos, con la intención de doblegar una postura mayoritaria.
Lo que no muestra la serie intencionadamente es que no es un asunto ni de derechos ni de justicia, es únicamente un asunto de convivencia, que se podría solucionar dando cauce a las diferentes visiones y formas de sentir, sin tener que anular o hacer desaparecer ninguna de ellas. La serie solamente recalca (de forma interesada) una vulneración de derechos de corte reivindicativo de género. Por ello es una serie tramposa, que no hay que tomársela en serio, y que lo mejor que podemos hacer es olvidarla cuanto antes mejor.
[1] Baudrillard, Jean . 2002a Crítica de la economía política del signo, Siglo XXI Editores, México, 263 pp.
[2] Baudrillard, Jean . 1974 La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructuras, Plaza y Janés, Barcelona, 274 pp.
[3] Sauret, Alberto 2001 Permanencia del mito, Ediciones Coyoacán, México, 271 pp.
[4] Bourdieu, Pierre 1982 «Les rites comme actes d’institution», en Actes de la recherche en sciences sociales, núm. 43, junio, pp. 58-63.
[5] Baudrillar, Jean . 2002b La ilusión vital, Siglo XXI Editores, Madrid, 86 pp.
[6] Paz, Octavio 1990 «El pacto verbal», en Hombres en su siglo, Seix Barral, Bogotá, pp. 81-96.
[7] Otálora, Leonardo 2007 «La cultura fáustica, un mito de la sociedad mediática y del consumo», en Miradas. Revista de la Facultad de Comunicación Social para la Paz de la Universidad Santo Tomás, vol. 2, núm. 2, julio-diciembre, pp. 277-285.
0 Octavio Paz, en «El pacto verbal» (1990), destaca el papel de la comunicación en la sociedad. Ésta funciona precisamente cuando los sujetos hablan entre ellos, lo que da pie a un pacto no sólo social sino verbal. La guerra en la forma más acabada de incomunicación va en busca de una comunicación única, la del vencedor. El simulacro de sociabilidad nace cuando desaparece el interlocutor posible, cuando el otro no está en condiciones de decir y de crear. Lo propio acontece con la comunicación unidireccional de la publicidad. El medio televisivo en particular somete al espectador al rol de receptor pasivo, no dialogante, imitador de patrones, simplemente un ser «deseante». Como en la guerra, ante los medios de comunicación prevalece el vencedor, quien a su vez es el único que tiene la palabra. Paz agrega: «Hay una correspondencia muy clara entre cada sociedad y sus medios de comunicación. La discusión política en la plaza pública corresponde a la democracia ateniense, la homilía desde el púlpito a la liturgia católica, la mesa redonda televisada a la sociedad contemporánea. En cada uno de estos tipos de comunicación la relación entre los que llevan la voz cantante y el público es radicalmente distinta. En el primer caso, los oyentes tienen la posibilidad de asentir y disentir del orador; en el segundo caso, colaboran pasivamente, con sus genuflexiones, sus rezos y su devoto silencio; en el tercero, los oyentes –aunque sean millones– no aparecen físicamente: son un auditorio invisible» (Paz, 1990: 87). La internet pone otra vez a dialogar a los usuarios en los chats y las redes sociales como Twitter y Facebook. De nuevo se abre un espacio lo más parecido posible al ágora ateniense, punto de contrapeso a los medios tradicionales en manos de monopolios empresariales, pero pese a su efectividad, a que son un lugar libre para el medio-activismo y a sus variadas modalidades de resistencia civil, por un lado sus alcances son aún limitados y, por otro, no logran el rol totémico de la televisión.
El Alarde es un tema que directamente de la S…..
Podrian desfilar monos y monas borrach@s, si por mi fuera.
Pero me divirte que ultimamente la intelectualidad JEL anda de los nervios con tantas series, peliculas y novelas que escapan a su oficialidad argumentaria.
Disfrutad jovenes (jovenes de 60 tacos, minimo) filosofos JEL.
JELen agur
Tanta película y serie no hace más que contribuir a la desinformación o informacion parcial que se suma al pretendido relato auto exculpatorio del MLNV
Afortunadamente en este foro los temas están bien enfocados, los protagonistas puestos en su justo lugar y el relato el correcto.
También están para pasar un buen rato.
Sr . Arriaga hínquele el diente al Relato…
Ane Muguruza ha insistido que «la memoria no es patrimonio exclusivo de nadie, la memoria es de todas. Por ello, no puede ser un instrumento al servicio de ningún otro interés que no sea generar espacios compartidos alrededor de un eje fundamental: blindarnos ante la repetición de todo lo sufrido tras décadas de violencia».
En el transcurso de su intervención, ha lamentado que «a través de la utilización del dolor, algunos construyen exigencias éticas que transcienden lo humano para intentar condicionar lo político». Muguruza ha incidido en que ese argumento no tiene que ver con lo ético, sino con lo ideológico.
«Tiene que ver —ha insistido— con la legitimación del carácter violento del Estado, con el intento de imposición de un relato de parte que niega la existencia de un conflicto político no resuelto y también con el intento de deslegitimar un proyecto político concreto. Proyecto por el que, entre otros, fueron también asesinados Santi y Josu».
Tampoco ha pasado por alto Ane Muguruza que cargos públicos hagan «abstracción absoluta del origen de la violencia que nos golpeó a miles de ciudadanos en este pueblo, que hagan abstracción de las miles de vulneraciones de derechos humanos que fueron cometidas bajo los gobiernos de sus partidos».
A ellos les ha dicho, desde su condición de víctima, «que es doloroso e incomprensible que haya quien siendo miembro del mismo partido al que pertenecían cargos públicos condenados por su relación con la guerra sucia, diga públicamente que ‘las víctimas de los GAL no necesitan una comisión de investigación que esclarezca el papel de Felipe González en la guerra sucia’».
La portavoz de Egiari Zor Fundazioa ha insistido en que «es doloroso e incomprensible, cuando estamos hablando del partido que puso en marcha el Plan ZEN y bajo cuyos gobiernos se perpetuaron las inercias franquistas en las actuaciones de las Fuerzas de Seguridad, como la tortura; casos de presuntas ejecuciones arbitrarias sobre las que aún falta investigar; desapariciones cubiertas con cal viva y versiones oficiales como la dada en torno a la muerte de Mikel Zabalza».
En mi opinión Alardea quizás hace que el Pnv pierda 400 votos en Hondarribi que no son muy importantes ya que saca 1800 a Bildu .En el resto de E.H . es una inversión muy rentable..
Ahora bien el aspecto importante es que caracteriza a ETB como una televisión independiente y feminista contrarrestando su imagen de Euskal tele Batzoki .
En resumen el partido del negocio vizcainita gana más que lo que pierde relacionado con la imagen que se traduce en votos.
Sr. Arriola no hace falta ser Filósofo..es Goebbels
Como siempre liztor nos plantea un análisis que no toca el contenido de la serie ni del artículo pero se representa en toda su mokordez.
Que gran reflexión, Liztor, la tenías que enmarcar encima de la taza del water.