Euskadi en marcha. Una nueva sociedad, abrazada a un viejo pueblo

Ganbo Iturri (Natxo Izeta, Pello Sasiain, Antxon Kosta)

No preocupa que el Lehendakari haya  convocado  elecciones.

Aunque las críticas de la oposición política se hayan cebado ahí.  Es una prerrogativa institucional, que le otorga una capacidad de iniciativa que puede ser criticable en virtud de la solidez de las razones que le lleva a ella, pero no cabe deslegitimarla.

Las razones son convincentes: el repunte de la epidemia en otoño y la resolución de la incertidumbre institucional. Otros partidos (el PP en Galicia, ERC en Catalunya) la han considerado la mejor opción.

En todo caso, debemos ver las elecciones como una estación de tránsito dentro de el periodo de la pandemia que nos toca vivir. Así parece que lo entiende el propio Lehendakari Urkullu al ponerlas más allá del periodo de confinamiento y en previsión de posibles repuntes. Las instituciones deben de estar preparadas para esta nueva fase y la normalidad democrática es la mejor vía para ello.

No dejemos que los acontecimientos decidan nuestro futuro, hagámoslo nosotros.

Muchos esperan que el rumbo del mundo cambie por impacto de la pandemia. No hay que minusvalorar ni lo exterior, ni lo artificial. Esto está dicho en referencia a una posible vacuna o a ayudas externas. Pero ¿por qué esperar que el cambio se provoque desde ahí?. Apostemos por lo natural, no cedamos nuestro protagonismo, seamos nosotros los agentes del cambio.

Tenemos que ser capaces, sin todavía esos factores externos, de elaborar una respuesta propia, puesto que las consecuencias de la pandemia las padecemos en nuestra sociedad aquí y ahora. Los anticuerpos necesarios para solventar la situación tienen que crearse por nuestros medios y por nuestra propia planificación y previsión.

De la preocupación a la ocupación, todos trabajando por un pueblo en marcha.

Hay que plantear sin tardar un mensaje constante y directo de ‘Unión para la reconstrucción del país’ que vaya mucho más allá del proceso electoral. Un mensaje de Unión bajo el que se despliegue toda la comunicación política. En medio de un ambiente social de reconstrucción, el que quiera seguir en clave de confrontación deberá desnudar sus alternativas y quedará retratado al margen del eje central del país.

Aprendamos del pasado, transformemos el presente y proyectemos el futuro.

Apoyados en la histórica escuela de un pueblo viejo, impartamos las nuevas enseñanzas. Que el pasado ilumine el presente y nos proyecte al futuro

Las elecciones centran el debate en lo que puede hacer la política por el país. Pero, no es solo la política. Recordemos la frase de Kennedy: “no preguntes lo que puede hacer tu país por ti, piensa en lo que tú puedes hacer por tu país”.

En este marco, el lehendakari Urkullu tiene que tomar la iniciativa para transcender el ámbito de lo que se puede hacer desde las políticas públicas, y enarbolar un discurso moral, apelando a las virtudes de la sociedad vasca, llamando, convocando, a todos sus integrantes para que individual y colectivamente actuemos con responsabilidad dando todo lo que tenemos para salir de la crisis sanitaria, de la crisis social y económica.

Necesitamos un liderazgo creador de confianza en la ciudadanía, sin paternalismos, con un discurso de implicación y de ánimo: “esto podemos y tenemos que hacerlo entre todos”. Administración, organismos de la sociedad civil, familias, empresas, …, deben marchar con una acción en auzolan, dirigida hacia el bien de todos, el bien común. Porque no todo, ni siquiera la mayor parte de las cosas más importantes, puede ser resueltas por las políticas públicas.

Tengamos en cuenta la situación de las primeras elecciones al parlamento de 1980, el lema bajo el que se presentó la candidatura de EAJ-PNV: “Todo un gobierno para todo un pueblo”. Al año 1980, llegamos con un alto nivel de organización social, pero nos faltaba un gobierno acorde con tal situación. Ahora, tenemos un gobierno que ha sido muy eficaz (como lo ha puesto de manifiesto en la respuesta pública a la crisis sanitaria), pero hemos perdido confianza y proactividad en el ámbito no-público.

La política es una parte, es un eslabón, de la cadena de la sociedad. Lo importante es que la política actúe, junto con otros factores, como un agente de fermento social. En estos momentos, necesitamos fortalecer al pueblo, que se encuentra muy tocado por la incertidumbre de esta crisis y muy necesitado de un liderazgo con el que identificarse.

La propiedad (pública y privada) pasa a la reserva el trabajo organiza y decide.

El futuro lo decidimos entre todos pero lo ejecuta y lo organiza el trabajo.

Las empresas tienen que salir adelante y la confrontación les perjudica. En esta coyuntura es necesario activar la riqueza del país, a la que debemos aportar todos proporcionalmente, para poder mantener las políticas de cohesión social y evitar al máximo posible que se instalen las desigualdades de manera duradera.

La empresa vasca, en la que todos sus integrantes participarán con sus sacrificios, debería orientarse hacia una cultura empresarial que integre los valores inclusivos y participativos propios del modelo de empresa que el Parlamento ha respaldado recientemente.

Hay que valorar la reacción de los sectores impulsores de la economía del país. Desde luego, el apoyo a las empresas o negocios que siguen en los ERTE. Pero también, minoristas/comerciantes/autónomos que, en gran parte, se han puesto las pilas, recurriendo a las medidas sanitarias más estrictas para mantener su actividad.

De la amenaza a la oportunidad de la crisis

La naturaleza sanitaria de la crisis y la necesidad de tomar medidas de disciplina social es un aspecto importante al que, en estos momentos, habría que añadir lo ya dicho, iniciativa pública y privada. La crisis nos señala la necesidad de reforzar la sanidad. También el que los recursos para semejante labor tienen que partir de nosotros mismos, que somos una sociedad industrial. El valor de la salud (en relación a nuestro sistema sanitario que no ha colapsado) está unido al del trabajo. Y el trabajo es un valor ligado a la filosofía histórica de nuestro pueblo. Desde los individuos y familias hasta las grandes organizaciones privadas y públicas el burujabetza, la auto-responsabilización solidaria, debe servirnos de guía y de inspiración. La Lehendakaritza es el polo institucional que recoge la expresión política de esa filosofía. Que haga resonar este mensaje: con la Unión vasca, todo nos es posible..