Jose Manuel Bujanda Arizmendi
Coincido con Daniel Innerarity al preguntar «¿Quién ha dicho que las soberanías no pueden compartirse? Las soberanías exclusivas son la excepción que la regla en el mundo actual, donde cada vez hay más ciudadanías múltiples por diversos motivos. La historia reciente y, de manera especial, nuestro entorno europeo es un desmentido de las soberanías indivisibles». Y recuerdo a Manuel de Irujo: «no quiero aduanas en Hendaya, tampoco las quiero en el Ebro. Quiero seguir comerciando con el otro lado del Ebro. Tampoco quiero aduanas en el Bidasoa. Aspiro a tener relación con los del otro lado del Bidasoa, a encontrarme con los del otro lado del río, en la relación que me encuentro hoy con los del otro lado del Ebro, en un régimen de interdependencia».
El politólogo, político y escritor gallego Antón Losada y el no menos politólogo, escritor y jurista andaluz Javier Pérez Royo han escrito mano a mano un, quizás polémico para algunos pero siempre interesante y recomendable, libro titulado Constitución: la reforma inevitable, monarquía, plurinacionalidad y otras batallas (Roca Editorial de Libros 2018). Parafraseo, releo y abundo acerca de algunas de las muchas e interesantes reflexiones que se pueden leer en sus 288 páginas de absoluta actualidad. Ciertamente muchas cosas han cambiado a lo largo de los últimos años, y qué decir de los siglos, entre ellos los conceptos de nación y soberanía, soberanía y nación, y por ende del estado-nación. La soberanía ya no es lo que era, ni siquiera la nación es lo que fue. Los estados-nación tampoco. Incluso la identidad cual capa de cebolla adquiere significados, connotaciones y referencias cambiantes. En este presente de identidades plurales y compartidas que habitamos se instituye una reconfiguración democrática y pluralista de las ideas de nación como unidad en la diversidad. Porque las naciones se construyen permanentemente en un proceso abierto y plural. Cada vez más.
Hoy en día somos testigos del reemplazo de la ecuación Estado= Nación por nuevos espacios construidos sobre el compromiso de acordar un destino común y acomodarse en un proceso cooperativo donde todos los actores pueden jugar e incluso ganar. Las políticas que verdaderamente marcan nuestro desarrollo económico, social y político ya no se deciden en los despachos de las capitales de los respectivos estados, hace tiempo que la soberanía que todos enarbolan como si aún les perteneciera comenzó hace ya algún tiempo un éxodo hacia las instituciones comunitarias (y que siga así en tiempo y forma).Los viejos estados-nación viven abocados a ceder soberanía monetaria, presupuestaria o incluso hasta militar para sobrevivir en un mundo globalizado, digamos, depredado por emergentes poderes transnacionales en una UE que se construye sobre principios como la subsidiaridad o diseños como, digámoslo también, como la Europa de las Regiones. Y ciertamente en este novedoso y complicado contexto, donde lo anterior no ha muerto del todo pero que lo nuevo tampoco acaba de nacer diáfanamente, el debate, o los debates sobre la indivisibilidad de la soberanía nacional suena a antiguo, caduco, inútil, trasnochado e incluso poco inteligible. Nos hallamos en un complejo viaje a una UE horizontal, transversal y multicéntrica, donde el poder se comparte y las decisiones sólo pueden ser el producto de procesos cooperativos. Una UE donde el poder nace del pacto y del acuerdo entre estados-naciones federados. Una soberanía que se conforma sobre la voluntad de llegar a acuerdos y funcionar mediante la cooperación entre iguales.
Llegados a este punto quisiera creer que en la UE del futuro las soberanías se compartirán aún más y las decisiones se producirán por medio de complejos procesos de compromiso mutuo, de negociación e incluso de conflicto pactado con ánimo de su superación. Quisiera creer, también, que la futura UE se armará sobre una idea de cosoberanía que residirá en el acuerdo de los ciudadanos y naciones y regiones. Aprenderemos, pues, a conjugar y declinar palabras como soberanías y cosoberanías compartidas. Creo, o quiero creer, que en las próximas décadas asistiremos al final de los gobiernos estatales-nacionales tal y como hoy en día los conocemos. Pero igual que debe, en mi opinión, cambiar la morfología del Estado, también debe evolucionar la propia idea de la nación. En nuestro presente de identidades plurales y compartidas va abriendo su camino una redefinición la idea de la nación como unidad en la diversidad porque las naciones no están ahí fuera esperando a ser descubiertas, ni siquiera a ser defendidas y mucho menos a ser adjudicadas en monopolio. En este mundo migrante y global del siglo XXI las naciones resultarán de procesos de construcción permanentemente en diálogo abierto y plural desarrollados en nuevos espacios nacionales construidos sobre la voluntad de armar objetivos e identidades comunes y comprometerse a través de procesos de decisión, a veces competitivos y/o cooperativos donde todos los espacios nacionales puedan aprovechar sus oportunidades y ver realizadas sus aspiraciones.
Euskadi, la nación vasca de los siete territorios, la nación vasca dividida por las fronteras del estado español y francés, la Euskadi asentada en tres administraciones diferentes pero a su vez sujetos activos en una amplia Eurorregión con la Nueva Aquitania no se escapa de estas reflexiones. La identidad vasca, el ser y sentirse vasco, conoce y se asienta en la diáspora a lo largo y ancho del mundo. Sí es cierto. Todo muta y cambia también es cierto. Pero algo perdura, es la insistente voluntad, la íntima y firme decisión libremente aceptada de querer seguir siendo vascos y vascas, y por lo tanto de seguir siendo sujetos y protagonistas activos de nuestro presente y de nuestro futuro colectivo, la voluntad de seguir manteniendo con nuestras propias manos el timón, por compartido que sea, de nuestra presencia política, social y cultural en Europa y en el mundo. Una Euskadi nación que no se construye en contra de nada ni nadie, sino a favor de, y con la esperanza de que el devenir de la historia sea amable para con las naciones sin estado.
Parafraseo algunas de las reflexiones de Juanjo Álvarez en este mismo medio a mediados de noviembre pasado, «el principal problema para el avance de nuestro proyecto común como nación, como pueblo vasco, radica en que el andamiaje sobre el que se construye la política en el Estado español corresponde a un traje y a una doctrina de hace décadas, sostenida desde posturas inflexibles y para las que sólo existe un sujeto en democracia que es el Estado. Si fuéramos realmente una democracia plurinacional se admitiría con normalidad, y con recíproca empatía, la necesidad de garantizar y proteger, ante la hegemonía nacionalista que representa el Estado-nación español, a las restantes expresiones nacionales, entre las que representamos desde Euskadi, no en clave de contraposición sino de suma. Este es el verdadero debate pendiente. Esa riqueza debe defenderse desde el respeto a la diferencia. Sólo el reconocimiento de partida de esa premisa podrá generar un clima de entendimiento y de confianza recíproca que permita avanzar en el desarrollo de nuestro autogobierno, de avanzar hacia objetivos de mayor soberanía y de alcanzar nuestra asignatura pendiente: el resto de la convivencia entre diferentes en Euskadi.
Compatir soberanía en y con Europa, muy bien. Para bien o para mal, no queda otra.
Compatir soberanía en condiciones desiguales en y con España, esto es contrario a los postulados nacionalistas vascos.
Radicalmente contrario.
Ahora bien, estamos asistiendo a una revisión de los parámetros nacionales vascos por parte de nuestros partidos (mal) llamados «nacionalistas y/o patrióticos», rebajando las reivindicaciones y actuaciones, lo cual hara que lo que hoy parece poco, mañana parezca mucho.
La revolucion social que nos están colando de «rondón» estos funcionarios que tenemos por «lideres», gente que vive de ser «nacionalista y/o patriota» gracias a una legendaria reivindicación que atesoramos pero que ellos y ellas ven como una «profesión, traerá unas consecuencias catastróficas de aquí a 10/15 años .
Está claro, con tanta RGI esto está cada día más lleno de inmigrantes
Arriba Don Pelayo !
«La exdirigente del PSE y exconsejera del Gobierno Vasco con Patxi López Gemma Zabaleta, y el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, han hecho este viernes un llamamiento a la unidad de la izquierda vasca por encima del sentimiento identitario para conformar en Euskadi una alternativa de gobierno de izquierdas que permita dar «respuestas diferentes» a los problemas que afronta la sociedad en la próxima década.» (Diario Vasco)
El sentimiento identitario nacional es forma el contenido es internacional. Pudiendo abarcar más identidad (Española), por qué quedarse con menos (vasca)?.
Antiguos comentarista «muertos» del foro, no darán alguna explicación?
Matar al abertzale para resucitar al independentista?
34 años de pactos entre PNV y PSE nos regala la historia, pero al parecer el votante abertzale del PNV sigue siendo muy y mucho nacionalista
Tres ex-militantes del PSE que afirman votarán EHBildu en las próximas descafeinarán su alma abertzale sí o sí y porque lo digo yo.
Certificado en excelencia del debate
La union de izquierdas es la opción rupturista de los “horizontalista”, de los “españolistas» del MNLV.
Esta opción supone el cambio – por fracaso, de la política “verticalista” de la forma nacional- del movimiento rupturista (Sortu/ Bildu). Representa combatir desde otra visión la política de construcción de contenido nacional que representa el nacionalismo histórico.
Para desgracia de los marxistas leninistas de Sortu la forma nacional de lucha está reforzando el contenido humanista nacional frente al contenido de lucha de clases.
Como sigan sin despegar electoralmente, aunque sean ateos que “Jaungoikoa” les pille confesados, vamos a hacer algunas risas.
Hay que convenir que » horizontalista » y no españolista ( ¿?¿?¿?) va a ser pactar durante más de 3 décadas con el antiguo partido marxista y obrero que lo único que luce con orgullo es su apellido de Español olvidados sus antiguos nombres.
No contento con todo eso se permite el lujo de atraer al celtiberismo más cutre en forma de ex votantes del PP que ahora con el acordeonista van a recibir con los brazos abiertos y con invitación a pintxo-pote en el batzoki correspondiente.
Pero todo eso va a fortalecer el humanismo en » auzolan» que será exportado a nuevos territorios como Castilla y León
El problema surgirá cuando esos nuevos componentes exijan que se cumpla la doctrina de los Comuneros de Castilla y se cierre el círculo
Ya no se pedirán transferencias a Madrid, será Madrid quién las pida para ellos y el partido centenario se las conceda por mor dr su crecimiento electoral.
El “deber de hacer” o el “ derecho a exigir”, esos son los planteamientos, esas son las visiones que fundamentalmente se disputan la hegemonia en nuestro país. Guiados por alguno de esos dos presupuestos ideologicos, se mueven la mayoría de nuestras organizaciones sociales.
Hay quienes anhelan la combinación de ambas, pero ello no parece fácil; pues una de ellas, para su desarrollo, intenta la eliminación de la otra.
El independentismo revolucionario trabaja para que sus inciativas ( de exigir y derribar) se pongan al servicio del eje central rupturista que su vanguardia (Sortu) diseña.
El nacionalismo histórico, desde la política institucional, sigue trabajando para que sus iniciativas en favor de la construcción social tengan éxito y sean aceptadas en el seno de la sociedad vasca.
El revolucionarismo vasco para mitigar la acusación que desde sus filas ( compartida por muchos de sus votantes) se le hace de que su organización ha caído en manos de los burócratas, busca nuevas iiniciativas. La union de izquierdas es una de ellas.
El nacionalismo histórico también, además de realizar una buena gestión administrativa, tiene que convencer de que es capaz de coordinar, con mirada amplia, las iniciativas sociales constructivas que se generan en el país.
Como quede configurado el proximo parlamento será determinante, para ver cual de las dos opciones tiene más posibilidades de ser la hegemónica.
El nacionalismo histórico, desde la política institucional, sigue trabajando para que sus iniciativas en favor de la construcción social tengan éxito y sean aceptadas en el seno de la sociedad vasca, es por ello que para conseguirlo se une a un partido nacionalista español centenario que a lo largo de su vida ha ido tirando por la borda sus máximas sociales.
A su vez y en política laboral firma iniciativas con sindicatos en caída libre en afiliación correas de transmisión de partidos españolistas que son una caricatura de lo que eran en sus orígenes, esto es representantes dignos de los trabajadores.
El nacionalismo histórico también, además de realizar una buena gestión administrativa, tiene que convencer de que es capaz de coordinar, con mirada amplia, las iniciativas sociales constructivas que se generan en el país, tales como cobrar comisiones sin fin en parques tecnológicos a las constructoras, tener una política ecológica tendente a la emisión de dioxinas y furanos, fomentar la ludopatía por medio de tragaperras y casas de apuestas, ect…
El nacionalismo histórico para mitigar la acusación que desde sus filas ( compartida por muchos de sus votantes) se le hace de que su organización ha caído en manos de los burócratas, llamense así a dirigentes crecidos desde su adolescencia en las faldas del partido y sin la menor experiencia en el campo empresarial busca nuevas iiniciativas. La union con la derecha postfranquista y con el socialismo promotor de la monarquía juancarlista es una de ellas.
Como quede configurado el proximo parlamento será determinante, para ver si esa huída hacia adelante del histórico nacionalismo le lleva a diluirse en el nacionalismo español más retrógrado o bien sufre un frenazo que le haga volver a sus orígenes.
El pueblo milenario crecido a ambos lados de los Pirineos se juega mucho el próximo 5 de Abril.
JELen agur
El nacionalismo nunca se ha diluido en el nacionalismo español.
Pero el socialismo revolucionario, parece que se diluye progresivamente en el español. Del que en realidad nunca dejó de formar parte. Y del que se originó.
No hay mayor muestra de fracaso, de la estrategia de un movimiento rupturista, que decir que lo que hace él ya lo hizo antes un partido pactista. De seguir por ese camino en lugar de volver sordos y ciegos al enemigo lo que van a conseguir es volver locos a los amigos.
ETA y el MNLV adoptaron el marco nacional vasco (el identitario que dicen Madrazo y CIA) por que no veían posible que la ruptura se diese inicialmente en un marco más amplio como el español.
Visto el fracaso de las políticas anteriores las dos opciones revolucionarias, la “españolista” y la “independentista” intentan, para desplazar al PNV, enredar al PSE en un nueva estragia de izquierdas, aparcando las cuestiones identitarios. La unión para un nuevo centralismo democrático.
Como este nuevo intento termine en fracaso la IA va a tener que repartir antidepresivos en las herriko tabernas.
Recordar tan sólo que la idea de desplazar al PNV por medio de un tripartito de izquierdas es de Miren Gorrotxategi dirigente de Elk.-Pod. partido que hace nada ha firmado aprobar los presupuestos con el PNV.
La lógica dice que el preocupado tendría que ser el PNV porque ese reciente aliado no lo va a seguir siendo
Pero enfin, las interpretaciones son libres allá cada cual.
Constatado que PNV e IA son alérgicos el uno al otro, cual es el problema de que cada uno gobierne con quien pueda/quiera?
La vascoespañolidad de ambos no creo que se resienta.
Creo que los que siguen con las viejas recetas de las políticas “anti”, con las uniones “contra”, van a seguir siendo castigados electoralmente por los vascos. Por esa vía no van a despegar.
La critica es necesaria; pero cuando la única propuesta de construir se circunscribe a un relato, a un “Chernóbil” particular(responsabilizando siempre al mismo), que lo mismo sirve para una desgracia que para evaluar el futuro de una nueva infraestructura, lo único que se consigue es dilapidar un caudal que, utilizado en sentido constructivo, ayudaría a una mayor prosperidad de los vascos.
La acción auténticamente abertzale es aquella que, por encima de marcos y modelos de estado, busca obsesivamente la construcción comunitaria en convivencia. Un espacio donde todos puedan desarrollar sus proyectos a escala, utilizando el juego de mayorías y minorías sin imposiciones absolutas.