Imanol Lizarralde eta Joxan Rekondo
La exposición sobre la reacción social vasca ante el terrorismo ha recorrido las tres capitales de la CAV. En Donostia, se ubicó en el Palacio de Justicia. La muestra de imágenes y documentos ha pretendido crear, según sus responsables, una fotografía de la evolución contradictoria que habría seguido la sociedad vasca a lo largo del tiempo que ha durado el terrorismo.
Sensación agridulce. Tras examinar con atención el conjunto de paneles que conforman la muestra, a algunos de los que la visitamos nos ha quedado una sensación agridulce. La lectura de los comentarios que acompañan el conjunto expuesto nos ha producido una impresión de parcialidad, como de que se quiere marcar (sin suficiente evidencia razonable) un alto nivel de afinidad entre sociedad vasca y terrorismo que habría estado vigente al menos durante un periodo importante.
Sin embargo, también hay que valorar que la exposición recupera imágenes que demuestran que, junto a los sectores de la sociedad vasca que han respaldado distintas modalidades de violencia contra las personas, ha habido siempre un pronunciamiento mayoritario contra los terrorismos, articulado a partir de convocatorias realizadas por colectivos de trabajadores, partidos políticos o sociedad civil. El panel inicial de la exposición, que recoge la opinión de la sociedad vasca, resalta precisamente que ha sido esta constante movilización social el factor decisivo en el final del terrorismo de ETA, factor que sin duda ha influido determinantemente en el abandono de la violencia por parte de la izquierda abertzale.
Instituciones públicas y movilización ciudadana. La exposición examina a la sociedad vasca en función de su disposición a la acción colectiva en la calle. Es una visión reduccionista de lo social, porque la sociedad se ha tenido que desempeñar frente al terrorismo y sus reflejos en todos los ámbitos, privados y públicos, en los que se desarrolla la vida social. De principio, aceptaremos este marco de análisis. Recordamos que esta es una movilización social a la que ha apelado el Estado, cuando se ha visto incapaz de utilizar con éxito la fuerza coactiva que le correspondía activar contra las violencias que cuestionaban su legitimidad y que estaban vulnerando las libertades fundamentales de sus ciudadanos. En ese marco es en el que el Estado acudió a la ciudadanía para que respaldara las políticas públicas que buscaban acabar con el terrorismo.
Un comentario al margen. Ahora estaríamos hablando del tiempo de democracia, porque la dictadura respondía a otro patrón. El Estado franquista representó la fuente original de violencia, institucionalizada a través del triunfo de la guerra y el terror subsiguiente. No es innecesario recordarlo. Un Estado de naturaleza violenta, por lo tanto, que carecía de toda credibilidad para instar a la reacción social contra la violencia política que enfrentaban sus fuerzas de seguridad. No obstante, ha de decirse que esto no convierte per se en legítima la violencia de los grupos que le desafiaban. La ETA que comienza a matar no puede atribuirse, desde luego, esa condición de legitimidad por contradicción con la ilegitimidad del régimen al que combatía.
Volvamos al hilo. El Estado, las instituciones públicas, pueden instar a la movilización ciudadana desde una posición de crédito social. En este caso, es difícil sostener que lo hizo en condiciones que susciten la suficiente confianza cívica. El fracaso en hacer efectivo el monopolio legal de la fuerza no fue precisamente aleccionador para producir una rebelión cívica contra ETA. Además, a nadie se le ocultaba la inviabilidad de conseguir activar la confianza de la mayoría social vasca si se le impedía la participación en las políticas para las que se solicitaba su apoyo.
Sociedad vasca y liderazgo político. Se ha criticado reiteradamente que los representantes vascos se refirieran a ETA en las negociaciones sobre los contenidos del Estatuto. Ciertamente, ETA estaba actuando con una intensidad terrorífica. La necesidad de garantizar la seguridad pública era, junto con la crisis económica y la reactivación cultural, uno de los objetivos principales del autogobierno vasco. No es anormal que se requirieran competencias para liderar desde las instituciones vascas un proceso de normalización política, que conllevaría la pacificación. Visto el descrédito de las FSE, se demandaba además una policía vasca capaz de concitar la legitimación social necesaria para contribuir al cese de la violencia. Visto desde ahora, en el panel que abre la exposición se refleja la valoración social que obtiene la Ertzaintza respecto del cumplimiento de esta función. La sociedad vasca opina que ha sido la fuerza pública más eficaz.
El eslogan que mejor podría reflejar esta voluntad de las fuerzas vascas de implicarse en la pacificación fue el de ‘Euskadi libre y en paz’, que lució en la cabecera de la primera gran manifestación multitudinaria contra el terrorismo, celebrada en octubre de 1978. El menosprecio con el que los promotores de la exposición tratan esta movilización únicamente es explicable desde el sesgo ideológico.
A pesar de haber sido expresamente demandado por el Parlamento vasco, los responsables políticos del gobierno español rechazaron toda posibilidad de que hubiera liderazgo vasco en materia de pacificación hasta el año 1987. Craso error que debilitó la unión política vasca y consecuentemente la reacción social. Con el pacto de Ajuria-enea en marcha (1988) pudieron verse las mayores movilizaciones populares de la historia del país. Pero, los compromisos que con este pacto contraía el Estado fueron sistemáticamente incumplidos. En esas estábamos cuando vino el pacto de Lizarra. ¿Dividió Lizarra el país? Sí, desde luego. Creó un ambiente propicio para ello. Pero, el Pacto Antiterrorista entre PP y PSOE que le siguió (2002) estigmatizó al nacionalismo político que rechazaba la violencia y con ello también desconsideró a una gran parte de la sociedad vasca. Y esta situación afectó las relaciones entre las fuerzas vascas hasta bien entrada la segunda década del siglo XXI.
A menudo, se acusa a la opinión pública vasca de haber sido mayoritariamente partidaria del diálogo para el fin del terrorismo. Cierto. Pero, no hay que olvidar ha sido el propio Estado el que ha impulsado iniciativas relevantes en esa misma línea, reconociendo expresamente a ETA como interlocutor. Pues bien, en la muestra exhibida en el Palacio de Justicia donostiarra se critica con razón el Pacto de Lizarra, aunque comprometiera menos al Estado democrático que las negociaciones que Suárez, Calvo Sotelo, Felipe González, Aznar y Zapatero mantuvieron con la organización terrorista ETA, acontecimientos totalmente ausentes de mención en los paneles expuestos.
Con todo esto, podemos preguntarnos: ¿es posible analizar el comportamiento ‘contradictorio’ de la sociedad vasca ante el terrorismo sin tomar en cuenta todos los aspectos político-institucionales, igualmente ‘contradictorios’, que presenta el problema?
Protagonismo de la sociedad civil. Es innegable que, durante la época de Ajuria-enea, el liderazgo político se mostró muy efectivo en la movilización social. No hubiera sido tan efectivo sin la implicación de la militancia local de los partidos políticos. Pero, la participación de la sociedad civil fue imprescindible para lograr concentrar a miles de personas en la calle.
Esta sociedad civil se empezó a organizar durante el bloqueo político de los 80, a partir de “un complejo y desarticulado caldo de cultivo sociocultural” (Imanol Zubero). Una de las acciones más relevantes surgió de la revista nacionalista Muga que logró reunir a las máximas autoridades de la cultura vasca en un contundente manifiesto contra la violencia (1980). Del humus creado por esta y otras iniciativas brotó Gesto por la Paz, organización posicionada en el ámbito ético, que hasta su disolución fue la principal impulsora de la dinámica social por la paz. No nos parece que la exposición se subraye suficientemente esta labor.
Durante años, Gesto por la paz ha sido la genuina representante de la sociedad vasca en cada una de sus acciones, con una extensión reticular por todo el país y una gran capacidad de generar respuestas inmediatas ante acciones terroristas. El liderazgo político vasco no hubiera podido garantizar la asistencia masiva a sus actos si no hubiera contado con lo sembrado por Gesto por la paz o si para extender sus convocatorias no hubiera podido valerse de la ubicuidad y el potencial comunicativo de este colectivo.
Resistencias cotidianas. Como hemos anticipado antes, tratar de enjuiciar el comportamiento de la sociedad vasca ante el terrorismo limitando el análisis a los movimientos de multitudes en la calle es un error garrafal. Esos acontecimientos nunca mueven a la mayoría numérica de una sociedad, aunque en muchos casos sí pueda sentirse representada en ellos.
La selección de las imágenes y documentos de la exposición, más el añadido de los comentarios, ya presenta el problema del sesgo. Si a esto se añade que ese juicio se quiere hacer dejando al margen el análisis de los puntos de contacto social y lucha en los espacios primordiales de vida de los vascos, en los encuentros cara a cara y en la resolución de las necesidades cotidianas, lo único que podemos obtener es una imagen muy distorsionada de la realidad.
Más allá de la grandiosidad de los acontecimientos de masas, mucha gente se ha defendido de la agresión totalitaria en los pequeños ámbitos de la vida diaria, en los que la preservación de la libertad es esencial. Los folletos, los carteles y las pegatinas recogidos en la muestra, si no se advierte del marco limitado en el que se encuadran, no nos acercan a la verdad, más bien nos alejan de ella.
Una nota final. La expresión sociológica más potente que se produce en el ámbito de lo político son las elecciones. Desde las de 1977, la mayoría electoral vasca siempre se ha posicionado por fuerzas políticas que han rechazado el terrorismo con absoluta claridad. Por eso, la insinuación de los responsables de la exposición de que la sociedad vasca integró con naturalidad las situaciones que provocaba el terrorismo es totalmente inaceptable.
Bravo por lo que dice el artículo. La «sociedad vasca» fue un sujeto activo en todo el proceso de pacificación y normalización. La teoría de que ETA acabó por vías policiales o por acuerdo ETA-Estado (la tesis del acuerdo Zapatero-Otegi como fin de ETA) pretende dar a entender que la sociedad vasca fue una especie de «cómplice» a la que le cayó la paz desde el cielo. Eso no es verdad. Fue la actitud de los vascos, su hostilidad y su rechazo, la que hizo ver a los estrategas de la izquierda abertzale que no había más combustible para seguir engañando y, por tanto, había que cerrar la feria del tiro.
Dejad de hacer el puto ridi con el monotema
Ya ni La Razón se preocupa de ello.
Es patética la fijación rayana con el psicoanálisis diría alguno.
Para ridis, Rober, las genuflexiones de los diputados de Bildu cuando se reunieron con Pedro Sánchez. Después de matar a 850 personas habéis terminado como los bufones de la corte española. Por cierto, a Otegi le veo muy mal, más que psicoanálisis me parece que necesita psiquiatra.
«Visto el descrédito de las FSE, se demandaba además una policía vasca capaz de concitar la legitimación social necesaria para contribuir al cese de la violencia. Visto desde ahora, en el panel que abre la exposición se refleja la valoración social que obtiene la Ertzaintza respecto del cumplimiento de esta función. La sociedad vasca opina que ha sido la fuerza pública más eficaz.»
No solo a ti es que a los de la Razón tampoco les gusta lo que opina la sociedad vasca.
EiTB, la radio y televisión pública de Euskadi, no tendrá entre sus anunciantes a casas de apuestas. Cualquier publicidad que contenga un mensaje que llame al juego no aparecerá en la institución pública a partir del 1 de enero de 2020.
«Vamos a prohibir, con determinadas excepciones, la emisión y o inserción de la actividad publicitaria y promocional relacionada con el juego», ha asegurado Maite Iturbe, directora general de EiTB, en un comunicado.
El cambio normativo se produce desde este mismo jueves, cuando se ha aprobado la medida. Sin embargo, y con el fin de no perjudicar acuerdos de comercialización formalizados antes de su entrada en vigor, se mantendrán dichos acuerdos, si bien en ningún caso podrán ir más allá del 31 de diciembre de 2019.
Pues bien estamos a Enero del 2020, hecho el seguimiento adecuado estamos como antes
A qué se debe este incumplimiento ?
Según fuentes conocedoras de la negociación, el Ministerio de Consumo incorporará competencias para regular el juego y las casas de apuestas, que en la actualidad dependen de Hacienda y están en gran parte transferidas a las comunidades autónomas. Aunque no es un tema clásico de consumo, las asociaciones de consumidores se muestran favorables a una mayor regulación. “Hay que acabar cuanto antes con los anuncios de juego en horario infantil, que en la actualidad se permiten por falta de normativa”, dice García, de la OCU. “Habría que prohibir la publicidad del juego al mismo nivel que la de tabaco”, añade Sánchez. “Es fundamental que se regule mejor el sector, que está arruinando a miles de familias, y que los chavales no se encuentren una sala de juego al salir del instituto”, tercia Marín, de CECU.
El País ( 09.01.2020)
El nuevo gobierno se toma en serio la regulación del juego.
Esperamos que su pacto el PNV incorpore esos propósitos para la CAV.
Permaneceremos atentos a la pantalla…