Imanol Lizarralde
Hay algunos autores que consideran que toda sociedad humana se constituye a partir de una base moral, que se adquiere a partir de las respuestas que el colectivo social da a los retos a los que se enfrenta a lo largo de la historia, afianzando así un perfil propio y diferenciado. Los vascos, en los últimos tiempos, hemos tenido dos grandes retos que han condicionado nuestra evolución: el franquismo y el terrorismo de ETA. ¿Cómo los hemos encarado? ¿En qué medida han marcado nuestra identidad social? Las siguientes líneas pretenden ser una aproximación de respuesta a dos preguntas tan complejas.
Respecto al franquismo, hay una corriente historiográfica que pretende revalidar su arraigo en el País Vasco. Si bien es evidente que parte de la población vasca sucumbió al franquismo, no hay que olvidar que el propio régimen castigó a todos los habitantes de las llamadas por decreto “provincias traidoras” de Gipuzkoa y de Bizkaia, con el despojo del concierto económico, aunque mantuviera a Araba y Nafarroa con un importante grado de poder foral. Este tratamiento desigual, unido a la represión de la cultura vasca, conforma un factor de violencia específico que se ejerce sobre los vascos.
Digamos también que, más allá de un análisis en profundidad acerca del grado de resistencia de la sociedad vasca en contra del franquismo, en cuanto llegamos a la transición democrática ocurren dos cosas muy reveladoras. La primera, es que las fuerzas democráticas más significativas de la preguerra resultan electoral y socialmente reforzadas, acompañadas de otras fuerzas políticas netamente anti-franquistas. La segunda es que se va a dar un proceso de recuperación y renovación de todas las instituciones vascas que en Euskadi van a suponer, de facto, la tan ansiada “ruptura democrática”. En la mayor parte de nuestro país, la derrota moral del franquismo es clara. Existe entre la mayoría de los vascos el consenso de que el franquismo fue malo. Y eso ya era evidente en 1977.
Respecto al terrorismo de ETA, también el año 77 es una fecha crucial. Tanto ETApm como ETAm intervinieron en las elecciones de aquel año desde perspectivas contradictorias y complementarias. Los primeros instaron a la participación y propusieron el voto para la coalición Euskadiko Ezkerra y los segundos propugnaron la abstención. Euskadiko Ezkerra sacó un diputado y un senador, resultado que le ponía muy por detrás del PNV y del PSOE, mientras la UCD, el partido de la derecha española, también le superaba. La abstención fue baja. En conclusión, la mayoría social dio la espalda al terrorismo. En todas las posteriores contiendas electorales, este mapa se fue afianzando en lo esencial. Desde la representación política, podemos considerar que hubo una continuada movilización social que dejó a la opción del terrorismo de ETA siempre en minoría.
Un año más tarde, en octubre de 1978, se celebró en Bilbao la primera manifestación masiva en contra de la violencia de ETA, bajo el patrocinio de los dos partidos políticos mayoritarios (el PNV y el PSOE) y otros partidos de menor peso electoral. Esta manifestación fue duramente contestada tanto por ETA como por la izquierda abertzale, que salió a la calle a neutralizarla. El lema de esta manifestación “Por una Euskadi libre y en paz” unía el Estatuto de Gernika (que todavía era una exigencia popular) y la paz, en un claro precedente de lo que unos años después iba a ser el Pacto de Ajuria Enea. Después, la recomposición institucional vasca, que se realizó entre los años 79 y 80, impulsó la respuesta contra los terrorismos. En los años 81, 82 y 83 hubo tres manifestaciones masivas en contra de acciones de ETA como el asesinato del ingeniero de Lemoiz Ryan, el empresario Angel Pascual y el capitán Martín Barrios, bajo el liderazgo institucional del Lehendakari Carlos Garaikoetxea y su gobierno.
Tengamos además en cuenta los tiempos convulsos de la transición a la democracia que, como señalan autores como Alfredo Grimaldos y Sophie Baby, no fue nada pacífica: mientras las dos ETAs mataban a 300 personas, sobre todo policías y militares, acciones policiales, parapoliciales –vinculadas a la llamada Guerra Sucia- y de la extrema derecha mataron a 100 personas a lo largo de todo el estado español. En 1981 se produce, además, un intento de golpe de Estado. Y, aunque no pueda demostrarse su carácter sistemático, la tortura policial fue una realidad constante.
La reacción pública en contra de ETA se hizo aún más vigorosa a fines de los 80, cuando convergieron la creación del Movimiento Pacifista vasco (sobre todo Gesto por la Paz), en el cual participaron cristianos, nacionalistas y constitucionalistas, y el Pacto de Ajuria Enea contra el terrorismo y a favor del autogobierno, que bajo el liderazgo del entonces Lehendakari José Antonio Ardanza reunió a todos los partidos vascos con representación parlamentaria, menos la izquierda abertzale. A fines de los 80, la sociedad vasca se movilizó a favor de la Autovía del Leizaran, en contra de la actuación de la izquierda abertzale y la amenaza de ETA. Ante el secuestro del industrial Julio Iglesias, las movilizaciones fueron permanentes y de naturaleza masiva.
Llegados a este punto, el historiador de la izquierda abertzale, Francisco Letamendia llegó a decir que, tras la caída del franquismo, la sociedad vasca había basculado de ser una “comunidad anti-represiva” a ser una “comunidad anti-terrorista”. A principios de los 90, la izquierda abertzale decidió plantear la estrategia de la “socialización del sufrimiento” con la intención de cambiar esta situación, imponiendo el miedo sobre la sociedad vasca y pretendiendo dominar las calles de nuestros pueblos y ciudades.
Es en este momento en el cual las movilizaciones contra el terrorismo fueron más vigorosas, culminando con los actos de masas en contra del secuestro y asesinato del concejal del PP Miguel Angel Blanco. Sería limitado mirar solamente a las movilizaciones como expresión de la repulsa de la sociedad vasca en contra de ETA. Los empresarios vascos acudieron a la plaza pública a pedir que no se pagara el impuesto revolucionario (según la socióloga Izaskun Lafuente la mayoría de los empresarios no pagaron a ETA y se quedaron en Euskadi al servicio de su proyecto empresarial). Pese a la presión de los cuerpos francos creados por la izquierda abertzale, como fueron los comandos de Kale Borroka y la campaña de contramanifestaciones Euskal Herria Askatu, pese al acoso y al intento de tomar por la fuerza ayuntamientos con representación contraria a la izquierda abertzale, miles de cargos públicos de todos los partidos defendieron el normal funcionamiento democrático de las instituciones.
Los historiadores Antonio Rivera, Irene Moreno y Raúl López, reunidos en coloquio por la Fundación Buesa el pasado 10 de enero, tomando motivo el tema de la sociedad vasca ante el terrorismo, han propuesto una visión en la que se refleja una mayoría social dócil. Consideran que la sociedad vasca tuvo una actitud de “ventanas cerradas” respecto a las víctimas del terrorismo en los 80 y que sólo gradualmente llegó a mostrar un rechazo, que, en todo caso, sería encarnado por una minoría de “justos”. Por esa razón, explican, el fenómeno terrorista (identificado como un fenómeno nacionalista) duró tanto tiempo.
A mi entender, esta perspectiva peca de dos importantes carencias. Por un lado, falta un análisis referente a las condiciones de liderazgo que exigía una movilización de esas características para que no fuera manipulada al servicio de intereses no democráticos. La historia prueba que la sociedad vasca se ha movilizado siempre que ha sido convocada por un liderazgo político representativo o por organizaciones sociales con las que se ha identificado. Por otro lado, la ideología marxista-revolucionaria de la izquierda abertzale pretendió plantear el dominio de su proyecto político a nivel de la misma base social. Exceptuando lugares donde existía una mayoría aplastante de la izquierda abertzale (e incluso en algunos de esos lugares) la ciudadanía vasca resistió de formas muy diversas y en el espacio público la presión coactiva que ejercía la izquierda abertzale contra todas las personas que no se avenían a sus mandatos.
Es un hecho que ETA no doblegó a la mayoría de la sociedad vasca. En este sentido, no es extraño que la percepción de mayoría de los vascos sea que la propia sociedad doblegó a ETA. En mi opinión, es una percepción que refleja la realidad. Por ello es posible afirmar que la sociedad vasca consiguió atravesar el tremendo reto de la violencia de ETA y de los otros aparatos coactivos de la izquierda abertzale con una dignidad y un valor cívico renovados.
Me alegro leer sobre el papel de la sociedad en todo este barullo. La narrativa oficial hispánica (que pone el acento en policías y jueces como promotores del fin de ETA) queda coja cuando vemos que los comandos de ETA y las directivas de ETA caían a lo largo de los años y ETA se recomponía. La narrativa oficial Batasuna dice que Otegi tardó muchos años, quizá veinte, en «convencer» a ETA de que dejara las armas. Es importante resaltar el rol de todos los vascos.
Los vascos somos un pueblo abierto al mundo, esta condición nos ha aportado muchos beneficios y algunos problemas cuando algunos compatriotas no han sabido aplicar el filtro de la tradición democrática vasca.
Nos paso con la “moda aristocrática” los Parientes Mayores, socialmente eran un quiste. Es decir, dentro de un pueblo democrático resultaban ser un verdadero quiste aristocrático. Efectivamente eran una institución y de fuerte influjo, pero a pesar de todo, francamente repudiados por el pueblo.
Lo mismo nos ha pasado con la “moda revolucionaria” de ETA y su mlnv un movimiento con fuerte influjo pero igualmente repudiado por el pueblo.
La dinámica popular vasca termina arrinconando aquello que repudia.
Nik uste ETAk erabili duen borroka harmatua ,alde batetik,eta borroka iraunkorra herrietan,beste aldetik,jendea ikaratu arazi duela,eta nazkatu ere bai.Erahilketak,lapurketak,zerga iraultzaileak,ikara ekarri du herrietara.Manifestapenak,hausketak era guzietako gogorkeriak berriz,nazka
tu egin dute Euskal elkartea.Alare zutik jarraitu du.
Bestaldetik,ez dakit Bietan Jarrai mezua,betirako agurtu dan.
En el tema del uso de la violencia con fines políticos hay mucho por comentar, así por ejemplo todo el mundo sabe que la oposición ultraderechista al legítimo Gobierno Bolivariano de Nicolás Maduro ejerce la violencia de manera brutal, un día sí otro también. Esta ha generado cientos de personas muertas (algunas de ellas por ser quemadas vivas) y grandes pérdidas económicas y materiales a la nación latinoamericana.
Y he aquí que el PNV, que siempre se ha posicionado a favor de los golpistas (apoya abiertamente a Juan Guaidó) y de los partidos políticos que han instigado y ejercido la citada destrucción en las calles de Venezuela, nunca ha condenado dicha violencia. Es más, de alguna manera hasta la ha alentado y la alienta.
Recordemos que en noviembre del pasado año, por ejemplo, Julio Borges, prófugo de la Justicia venezolana y presunto autor intelectual del intento de asesinato del presidente Maduro, además de instigador de la violencia en las calles de Caracas (las llamadas guarimbas) que, como hemos señalado, provocó tantas muertes, fue invitado a Sabin Etxea (Bilbao) para dar una conferencia y fue “paseado” por diferentes instituciones vascas de la mano de los jeltzales.
El presidente del PNV, Andoni Ortuzar con el presunto autor intelectual del intento de asesinato del presidente Maduro y prófugo de la Justicia, Julio Borges, en una reciente visita a Bilbao
Por otra parte, también se conoce la presión que los jeltzales ejercen (fundamentalmente Iñaki Anasagasti) para que Leopoldo López, golpista y responsable de 43 muertes, sea puesto libertad.
El otro día escuché la entrevista de Maduro realizada por Ebole. Maduro dijo que para salvaguarda de su régimen contaba con los 200 000 miembros del ejército y de 50000 comandos civiles con acceso al arsenal de las fuerzas armadas. Maduro reconocía que el y sus fuerzas civiles estaban armadas hasta los dientes. En este contexto (con la policía, el ejército y las cuadrillas chavistas armadas) hablar de los crímenes de una oposición inerme es cuanto menos pasmoso. No es de extrañar que la izquierda abertzale defienda un régimen militarista que ha llevado a la miseria a todo un pueblo. Es algo muy coherente.
En este contexto en el cual una oligarquía militarista, enriquecida con el sudor de los venezolanos, que huyen a millones y que tienen que mendigar o traficar en el mercado de alimentos, diga que trataron de matar a Maduro o que la oposición quema a gente es de juzgado de guardia. La desinformación es una forma de lucha y lo comprobamos cuando leemos estas mentiras.
Por cierto, si Guaidó es golpista ¿por qué no le han metido en la cárcel? ¿por qué se entrevista con el segundo del régimen, el señor Diosdado Cabello? ¿Alguien me lo puede explicar?
La historia prueba que la sociedad vasca se ha movilizado siempre que ha sido convocada por un liderazgo político representativo o por organizaciones sociales con las que se ha identificado.