José Manuel Bujanda Arizmendi
La manipulación en su sentido más amplio es un proceso, es un tipo de influencia en el comportamiento social que se manifiesta en forma más o menos subrepticia, escondida, detrás de otras manifestaciones que tienen la función específica de ocultar la finalidad real que persiguen los “manipuladores-persuasores”, y que es la de crear una disposición difusa a aceptar positiva o negativamente ciertos mensajes. La manipulación es un fenómeno cuya individualización presenta dificultades serias porque actúa enmascarándose a través de manifestaciones que frecuentemente en la apariencia no tiene la finalidad de modificar actitudes y las conductas sociales. La manipulación informativa -confundir información con opinión- se vehicula a través de la sofisticación de las noticias y de la poderosa elaboración de los mensajes persuasivos dirigida a la creación de apoyos de colectivos alrededor de los valores y de las ideas que el poder político consideran funcionales a la existencia y al desarrollo del sistema.
En sentido estricto la manipulación política hace alusión al proceso central que precede a toda decisión en lo político: la formación de la opinión y de la voluntad, y viene determinada por la influencia a través de los medios de comunicación de masas. Así las informaciones y los comentarios en prensa, radio y televisión con su específica configuración del lenguaje y de la imagen, informan, enriquecen, atontan, despiertan contradicciones, apartan estereotipos, movilizan, alegran, agobian, asustan, en resumen: en la presentación de noticias y comentarios se cumple en el ciudadano en forma de reacción una clasificación consciente o inconsciente de esas informaciones en un esquema intelectual previamente configurado, un enjuiciamiento valorativo de acuerdo con las representaciones al uso.
Sr. Mario Vargas Llosa, usted el 20 de Enero último tomó la palabra y predicó engoladamente en la llamada Convención del PP. Y habló y pontificó profusamente sobre los nacionalismos, a su estilo, manipulando y sesgando cada vez que usted arremete obsesivamente con esa cuestión. Usted aprovecha cada una de sus comparecencias públicas para arremeter contra una doctrina “discriminatoria”, como es el nacionalismo, y obviamente en la Convención Nacional del PP no podía ser menos, se explayó sin rubor ni pudor: “Todo nacionalismo es profundamente racista, profundamente discriminatorio, y parte de un criterio que es falso: el de la superioridad de una comunidad simplemente en función del territorio en el que nació…no hay nacionalismo que no esté cargado de prejuicios….el nacionalismo es uno de mis enemigos a derrotar…es el mayor veneno de la historia etc…” Y lo hace precisamente en un ambiente exaltado patriótico al máximo, ante una enorme bandera rojigualda ondeando a los viento, ante un público enfervorizado en su españolidad más cerrada y sectaria.
Yo Sr. Mario Vargas Llosa, admiro su prosa, su dominio del castellano, su ser literario, su imaginación y su envidiable capacidad como escritor. Realmente le tengo que confesar que he leído casi todas sus novelas y que guardo de ellas un magnífico recuerdo. De verdad. Mire, soy vasco, nacionalista, demócrata, pago religiosamente mis impuestos, soy un ciudadano de este siglo que nos ha tocado vivir. Y usted ha hablado de los nacionalismos alimentándose tan sólo de una versión. Por cierto una versión tullida, parcial, pobre, pequeñita e impropia de un personaje como usted. Podrá ser esa su versión legítima, respetable, razonable e incluso la que más se acerque a la realidad. Pero mire Señor Mario Vargas Llosa hay más versiones de lo vasco y concretamente del nacionalismo vasco. Usted habla, diagnostica, opina y dictamina en una dirección muy concreta. Una pena. Usted ha hecho un flaco favor a la causa de la objetividad alineándose sin demasiado rigor con una interpretación interesada y falseada en extremo de la realidad vasca y del nacionalismo. Para una clara mayoría de los españoles España es un estado y una nación, la única, pero para muy importantes minorías periféricas (vascos, catalanes y gallegos) es sólo lo primero, un estado más o menos centralizado o no, pero un estado, y a lo más una nación de naciones, y menos “la” nación.
La polémica en cuestión, el debate intenso, es la constatación de la complejidad, incluso conceptual, en la que encuentra España: estado-nación, nación de naciones, patria común de todos, estado plurinacional…invención, artificio, realidad histórica, sociedad forjada por la historia… incluso para algunos (todavía demasiados) España sería desde los reyes católicos una “unidad de destino en lo universal”, y donde no caben otro tipo de veleidades conceptuales, y menos realidades diferenciadas. Pero por encima de disquisiciones más o menos cultivadas acerca de lo que ha sido la historia más o menos compartida con nuestros vecinos y las tertulias intelectuales de lo que es realmente el concepto de nación, de lo que son España, Cataluña, Galicia y Euskadi, se puede constatar sin excesivo esfuerzo alguno, que Cataluña y/o Euskadi, sus ciudadanos y ciudadanas tienen vocación y voluntad mantenida, legítima y democrática de ser nación. Y la apuesta, la de algunos-muchos al menos, pasa consecuentemente por construirla poco a poco con la flexibilidad e inteligencia suficiente como para adecuarnos a los nuevos tiempos, a los retos plurales y a las necesidades que van surgiendo en la Europa de 2019, en el seno de unas sociedades modernas, plurales, complejas, adultas y maduras.
Sr. Vargas Llosa ¿por qué no aceptar, con naturalidad, que el nacionalismo vasco, o el catalán o el gallego responden a las voluntades democráticas de amplias capas de las sociedades respectivas? ¿Qué problema hay en abordar con naturalidad que puede haber percepciones y voluntades diferentes en aspectos jurídicos y políticos que abordan cuestiones tan enredadas históricamente entre “lo vasco o lo catalán”, y el concepto unívoco de la España Constitucional?. ¿Por qué el bochornoso tratamiento intelectual que muchas veces se aplica a los nacionalismos periféricos, mezclándolo con lo más venenoso de la historia o como una cuestión retrógrada? ¿Por qué no puede haber percepciones diferentes, todas legítimas y con el mismo calado democrático, en referencia a aspectos socio-políticos que definen los diferentes grados de conciencia nacional vasca o catalanas? El nacionalismo vasco, así como el catalán ha sido -y es- demasiadas veces denostado, despachado alegremente por historiadores, políticos, periodistas, tertulianos, intelectuales, un largo etcétera. Pero guste o no, la cuestión vasca sigue pendiente, el déficit de encaje de lo vasco en lo constitucional español persiste, con diferentes matices y perfiles, desde comienzos del siglo XIX.
Usted ha pecado, una vez más, de una ligereza lamentable que no se ajusta a la realidad. Le aseguro que a pesar de todo le seguiré atentamente en su calidad de escritor y literato, pero no de analista respecto a los nacionalismos. Es que realmente Sr. Vargas Llosa uno no puede saber de todo. Espero que tenga la oportunidad, y paciencia, de poder leer estas líneas antes de arrojarlas a la papelera.
Es que los partidos PP, Cuidadanos, VOX, PSOE, etc son constitucionalistas, hahaha.
Vaya manera tan sutil, manipuladora … con ese «envoltorio» de ocultar su nacionalismo rancio.