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La jerarquía católica en Vasconia antes la violencia reciente: A propósito de la nota episcopal con motiva de la disolución de ETA (1)

Mikel Aramburu-Zudaire, Profesor de Filosofía y miembro de Solasbide-Pax Romana, Pamplona (Navarra)

[Comunicación publicada como artículo en Lumen. Revista de síntesis y orientación de ciencias eclesiásticas (Facultad de Teología del Norte de España, sede Vitoria-Gasteiz), vol.67, nº2, 2018, pp. 239-266]

INDICE

  • Introducción
  • Sobre la nota episcopal con motivo de la disolución de ETA
  • Setién, un obispo vasco ante ETA
  • Setién y Mons. Sebastián: dos perspectivas ético-políticas ante la violencia y el nacionalismo
  • Sebastián, visión y propuestas desde Navarra para un tiempo de paz sin ETA

              «El amor y los valores que de él se derivan han de ser el fundamento de la vida político-social. La persona humana adquiere así la “centralidad” radical de la convivencia social» (Setién, 2007, p.110)

A la memoria de D. José María Setién (1928-2018), obispo

Introducción

Confieso, antes de nada, que me ha resultado costoso preparar mi comunicación para esta mesa por diferentes motivos y lo hago con cierto temor y temblor. Por un lado, ante la importancia que tiene la cuestión de la violencia de naturaleza política en nuestra historia reciente y la responsabilidad que conlleva también como creyente y, por otro lado, tal como lo ha expresado hace poco la escritora vizcaína Edurne Portela en el nuevo prólogo de la cuarta edición de su ensayo sobre el terrorismo etarra (El eco de los disparos: cultura y memoria de la violencia, 2018), porque «no debemos juzgar actitudes del pasado a la ligera y desde la superioridad moral que nos permite el presente»[i]. Esta autora también afirma, sin embargo, que hemos de hacer un esfuerzo honesto para entendernos, reconocer nuestras responsabilidades y reparar los daños causados, cada cual en la medida y grado que le corresponda. Yo, como ella, siento que he sido en mi vida parte de esa mayoría silenciosa de la sociedad, un testigo que no dio el paso de alzar la voz en aquellos terribles años de plomo y desde ahí debo y quiero situar humildemente mi reflexión, tal vez en parte para intentar compensar así, en alguna medida, aquel silencio cómplice, aquel mirar a otro lado ante los acontecimientos que padecimos.

En esa línea, creo que debemos asumir la contradicción social que subraya Joseba Arregi, en su reciente libro sobre el terror de ETA (2015), cuando escribe que «en el momento de gloria (…) ETA era mucho más que los comandos, las ramas, las infraestructuras e incluso mucho más que su brazo político. En el momento de la derrota (…) ETA es sólo ETA y nada más» (p.188). Esto resulta esencial, según Arregi, para acordar la naturaleza de la narrativa que se ha de construir sobre la historia del terrorismo etarra, ya que está en juego la memoria de sus víctimas, una «cuestión profundamente política», y que implica plantear el tema de la culpa y la responsabilidad de los actores principales de la sociedad en dicha historia. Arregi, siguiendo en esto al filósofo Karl Jaspers -quien analizó las responsabilidades del pueblo alemán en los crímenes nazis-, diferencia cuatro formas de culpa: criminal, política, moral y metafísica. La culpa política siempre es colectiva y la moral puede ser general, pero de toda culpa se deriva una responsabilidad y la obligación de reparación. Arregi reconoce las radicales diferencias entre las situaciones históricas de Alemania y Vasconia y la complejidad del caso vasco. Considera que nuestra sociedad «en parte (…) ha tratado de establecer una distinción entre los fines para cuya consecución ETA mataba, fines que compartía, y los medios, los asesinatos, que condenaba» (p.189).

Según él, «la historia de terror de ETA está estrecha y estructuralmente vinculada a la idea nacionalista del País Vasco» (p.192) y se pregunta quién es el responsable de trazar la línea de demarcación entre el nacionalismo tradicional y el radical de ETA, pues quien criminaliza al nacionalismo ha sido ETA y quien debe luchar contra esa criminalización es el mismo nacionalismo tradicional para que así sea posible un cambio de conciencia, una purificación, un futuro en libertad para toda la sociedad. Esta referencia a la libertad es precisamente la que ubica la memoria de víctimas y victimarios en el espacio público de la política y por eso, sin negar todo tipo de nacionalismo, Arregi sentencia que el proyecto desde el que ETA ha matado no puede ser el proyecto sobre el que se fundamente el futuro político de Euskadi (pp.193-95). En estas y otras cuestiones ciertamente discutibles colisiona en parte con planteamientos políticos diferentes, incluidos los de algunos hombres de Iglesia como el obispo Setién, recientemente fallecido, como vamos a ver de modo somero en esta exposición.

Sobre la nota episcopal con motivo de la disolución de ETA

Me gustaría comenzar mi comunicación, en consideración al título de la misma, con la nota pública de los obispos vasconavarros, del pasado 20 de abril de 2018 ante el anuncio de la disolución definitiva de ETA[ii], la cual se materializó mediante una declaración pública y se escenificó el 4 de mayo en la localidad labortana de Kanbo, cercana a Bayona. En primer lugar, como ya han dicho algunos analistas o comentaristas y por diversas razones en las que no voy a entrar ahora, se trata de un documento un tanto precipitado. En cualquier caso, desearía en esta exposición valorar sus aspectos positivos y los que, en mi opinión, no son tanto en gran medida debido a esa precipitación y brevedad de la misma nota. Lo que primero sorprende, pienso favorablemente, es que venga firmada por «la Iglesia católica presente en las diócesis» de Euskal Herria sin excepción, es decir, los seis obispos en activo incluido el de Bayona. De los seis puntos en que se estructura el documento hay que destacar que, desde el principio, hacen una valoración positiva de la declaración de ETA ante su disolución cuando ésta reconoce el daño causado. Tal vez es un modo eficaz que tienen los obispos de acercarse a quien es diferente, una praxis habitual en todo diálogo que busca ser constructivo, al menos en la línea de la llamada teoría de la acción comunicativa del filósofo Habermas. Sin embargo, no entran a considerar la distinta vara de medir que emplea la declaración etarra al enjuiciar dicho daño diferenciando distintos tipo de víctimas, lo cual es a todas luces grave desde un punto de vista estrictamente moral.

Pasan después a expresar, en un segundo punto, y como un gran valor también cristiano, su solidaridad con todas las víctimas de la violencia y familiares, pero de manera especial con quienes han sufrido atentados no esclarecidos aún y que están impunes. Para ellas piden memoria y oración, pues son personas bienaventuradas. A este respecto, cabría una reflexión más matizada sobre el significado de la bienaventuranza evangélica tal y como la ha explicado el papa Francisco en su última y preciosa exhortación apostólica[iii]. Bienaventurado es el santo y santidad es la felicidad, tras haber pasado por la cruz inexorable que, en este caso, supone trabajar incansablemente y padecer como artesano de la paz. Sin embargo, una víctima, sólo por el hecho de serlo, aunque en ese sentido siempre sea inocente, no es necesariamente santa, o sea, merecer ser llamada hija de Dios, como dice la bienaventuranza de Mateo. Ejemplos paradigmáticos de ello, y no canonizados por la Iglesia católica, serían Gandhi o Martin Luther King, verdaderas “almas grandes” o magnánimas de nuestro tiempo por su vida y su muerte martirial.

El tercer punto de la nota empieza ensalzando a quienes, hombres y mujeres de Iglesia, sí dieron lo mejor de sí mismos y hasta de forma heroica en la tarea de hacer la paz, la justicia, la reconciliación, pero seguidamente manifiestan ser «conscientes de que también se han dado entre nosotros complicidades, ambigüedades u omisiones». Tal vez es la expresión menos afortunada de todo el texto y la que ha causado más dolor en distintos sectores eclesiales y sociales del país. Ellos mismo caen en cierta ambigüedad al no especificar más a quién se refieren con esta petición de perdón. No sería justo hacerlo en nombre del supuesto mal causado por otros: ¿por los anteriores obispos? Y ¿todos los obispos vasconavarros actuaron igual o hay diferencias, como vamos a ver? O ¿es por otros hombres y mujeres de Iglesia? O ¿por ellos mismos aunque no fueron protagonistas de los peores tiempos del terrorismo?…

Muy distinto es el talante de un obispo que, aun autocrítico, sí considero que fue artífice de paz, muchas veces de forma callada, y que sin embargo humildemente confiesa que pudo hacer más. Me refiero a Mons. Juan María Uriarte, obispo emérito de Donostia-San Sebastián (2000-09), que hace casi seis años declaraba en una entrevista para “Deia” que su contribución a la paz había sido modesta[iv] o hace poco, en “Diario Vasco”, cuando ha manifestado que estuvo más preocupado por la ética de la paz que por las víctimas. Pero aquí añade, creo con razón, que decir que los obispos vascos estuvieron equidistantes es ofenderles en lo más profundo de sí mismos[v].

En los siguientes puntos de la nota pública, los prelados lamentan el daño espiritual y social incalculable sufrido por causa de las ideologías totalitarias e idolátricas que han alimentado el terrorismo. El tema de la idolatría conlleva un sentido teológico de calado y muy aplicable en este tema de la ideología, pues el ser humano siempre ha tendido y tiende a crear dioses o ídolos, cuando abandona al Dios verdadero, ya sea para adorar a la raza, al estado o a la patria, y a postrarse ante ellos como si fueran absolutos. Dicho esto, los obispos emplazan al reto de la reconstrucción moral y la reconciliación al que la Iglesia quiere contribuir desde los valores evangélicos. Se abren así nuevas posibilidades de normalización que incluye atender las peticiones de los familiares de presos con necesidades humanitarias y el retorno de los excarcelados a sus lugares de origen, pero de forma que no sea humillante para las víctimas del terrorismo. Todo ello son cuestiones positivas del documento, si bien opino que ninguna víctima de violencia injusta e ilegítima -que merece siempre memoria, verdad y reparación- debería condicionar la acción política democrática, tampoco la política penitenciaria. Y cierran su nota expresando que la clave de la paz se encuentra en la sinceridad del corazón humano y ello requiere humildad, basar la paz en la justicia, el arrepentimiento y la sincera petición de perdón, para alcanzar la reconciliación, y la disposición a reparar el mal causado.

El 9 de junio último, también en “Diario Vasco”, publicaba un artículo Jesús Martínez Gordo, profesor de Teología en la Facultad de Vitoria-Gasteiz, precisamente sobre la supuesta complicidad con el terror etarra de la Iglesia vasca[vi]. Quiere recoger el dolor que ha causado la nota o declaración episcopal, en especial entre muchos de los católicos vascos que han estado durante décadas en las primera filas del pacifismo o que han defendido la urgencia de reconducir el llamado “problema vasco” a parámetros exclusivamente políticos. Con todo, el teólogo no parece reparar en el comienzo del tercer punto de la nota pues, como acabo de señalar, lo primero que reconocen los obispos es esa labor pacificadora de hombres y mujeres de Iglesia, aunque quizá deberían haberla explicitado o haber insistido más en ella. Fue, sin duda, un compromiso minoritario y tantas veces silencioso como, en general, el de toda la sociedad vasca durante muchos años. En el prólogo del ensayo de Portela que he citado antes se refiere expresamente a “Gesto por la Paz de Euskal Herria” que empezó sus concentraciones silenciosas en 1985 y fue la «contribución más profunda, duradera, desinteresada y honesta a la paz en Euskadi [y en Navarra] y a la deslegitimación de toda violencia». Asimismo Portela nombra, tal vez por hacer justicia, a otros movimientos como “Denon Artean”, “Bakea Orain”, “Asociación por los Derechos Humanos del País Vasco” o el “Foro de Ermua”, creado por el periodista López de Lacalle, víctima de ETA en el año 2000. En “Gesto” al menos soy testigo de que participaron activamente unos cuantos cristianos/as de base porque fuimos compañeros de militancia en el movimiento apostólico Jóvenes de Acción Católica durante aquellos años 1980-90. Me refiero especialmente a Itziar Azpuru y a su hermana Pilitxu, de la diócesis de Bilbao, que recuerdo ahora con cariño y admiración. En Navarra hay que decir respecto a “Gesto” que además padeció la incomprensión institucional y en parte social por ser de “Euskal Herria”. Yo, en cualquier caso, no participé nunca.

Volviendo al artículo de prensa del prof. Martínez Gordo, en él alude a que la nota episcopal tampoco hace justicia al magisterio anterior de sus hermanos en el episcopado y, ciertamente, lo hay y mucho al respecto y muy claro. Por citar algunos títulos que merece la pena recordar y que recogen dicho magisterio encontramos un libro del teólogo José Antonio Pagola (1992), los volúmenes de Obras completas de Mons. Setién que son ya ocho (en particular el primero sobre el tema que nos ocupa, 1998) o el de Galo Bilbao (2009), profesor en la Universidad de Deusto, que se centra en el discurso episcopal sobre las víctimas hasta 2006. De este último quisiera subrayar la evolución, el proceso que el autor apunta en dicho discurso y en el que diferencia distintas etapas: una primera de «ausencia» de las víctimas desde 1968 y en los años 1970, pasando por otra de «presencia abstracta» de las mismas en los años 80 hasta la de «normalización» de su presencia en los 90 y el «reconocimiento» desde inicios del nuevo siglo.

Como bien sabemos, el obispo Setién fue el objeto de las mayores críticas y polémicas como «ideólogo de la Iglesia vasca en los años de la transición y posteriores». Esto escribe el editor Luis Haranburu Altuna en su reciente libro sobre la historia del cristianismo en Vasconia y dentro del capítulo que titula “La Iglesia vasca frente a ETA” (2016, pp.523-547). Las críticas fueron en gran medida injustas o fruto de la incomprensión de su mensaje, pues si nos ceñimos a la literalidad de las palabras escritas y no a la intencionalidad que otros le atribuyeron, o sin entrar en la que él interiormente tuviera, el discurso de condena es evidente si bien, según Haranburu, con «adversativa». Así, Setién (2003, 2007) diferencia diversos tipos de nacionalismo vasco porque la violencia de ETA no es imputable, sin más, al nacionalismo vasco en cuanto tal. ETA sería como una «excrecencia accidental» del mismo, según Haranburu, pues si algo es incompatible con la doctrina de la Iglesia son la violencia y el marxismo. Pero tampoco, para Setién, la condena se puede extender a todo el Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) como tal, que es lo que hizo la Conferencia Episcopal Española (CEE) en 2002 al rechazar en un escrito, por mayoría, todo nacionalismo, tanto el “totalitario”, matriz del terrorismo etarra, como el llamado “soberanista”. Se trata del texto titulado “Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias”, que es una Instrucción pastoral y no doctrinal o magisterial y por tanto no vinculante, al no alcanzarse la unanimidad y con ella la aprobación de la Santa Sede, pues salió adelante con 63 votos a favor, cinco abstenciones y ocho votos en contra, entre ellos el de Mons. Setién (Setién, 2003, pp.101-132). Más adelante, como es conocido, se consideró hasta inmoral también cualquier cuestionamiento de la unidad de España y Setién también respondió exponiendo su postura contraria o disidente mediante otro escrito (2004).

[i] https://edurneportela.com/2018/06/14/nuevo-prologo-a-el-eco-de-los-disparos/ Todas las referencias a fuentes digitales citadas en el texto han sido recuperadas y consultadas a lo largo de la primera quincena de junio de 2018.

[ii][ii] https://www.religionenlibertad.com/espana/63873/texto-los-obispos-vascos-navarra-bayona-reconciliacion.html

[iii] https://www.revistaecclesia.com/exhortacion-apostolica-gaudete-et-exsultate-del-papa-francisco-texto-completo/

[iv] http://arratiaeliza.blogspot.com/2012/10/mi-contribucion-la-paz-ha-sido-modesta.html#more

[v] http://www.diariovasco.com/politica/preocupado-etica-victimas-20180613001559-ntvo.html

[vi] www.diariovasco.com/opinion/complicidad-iglesia-vasca-20180609225355-nt.html

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4 comentarios en «La jerarquía católica en Vasconia antes la violencia reciente: A propósito de la nota episcopal con motiva de la disolución de ETA (1)»

  1. No es momento de entrar a debatir con descalificaciones gratuitas y contradictorias además, se afirma a la vez que el problema es achacable al estado y cuando se critican sus medidas se tilda de españolear al que lo hace, o dicho de otra forma, algunos dirigentes del GV dirigen a los pensionistas a las delegaciones del gobierno central con sus protestas y a la vez uno de sus partidos el PNV pacta con el PP un arreglo transitorio y fugaz para los pensionistas. En qué quedamos ?

    Avancemos con propuestas positivas a la hora de proteger al jubilado y en el ámbito concreto de la CAV.
    Así dada la importante magnitud de la cantidad necesaria para complementar las pensiones más bajas, es difícil que la misma pueda resultar solo de una diferente asignación de las partidas de gasto, aunque es cierto que está muy justificada la reducción de partidas tales, entre otras, como el enorme gasto policial y de las desgravaciones fiscales destinadas a fomentar las pensiones privadas —solo por el IRPF, 650,2 millones de euros en 2014, según el último informe del Órgano de Coordinación Tributaria de la CAV, a lo que habría que agregar su ventajoso tratamiento en el Impuesto de Sociedades y su no cotización a la Seguridad Social de las aportaciones empresariales a los planes de pensiones y EPSV—, sino que se requiere un aumento de los ingresos fiscales. A su vez, ese aumento puede provenir de una reducción del fraude fiscal, concentrado en las rentas empresariales y profesionales más elevadas, de un aumento de la fiscalidad de los ingresos y patrimonios más altos así como de las sociedades y de un impuesto específico para la banca que compense el gasto público que ha percibido en los años de la crisis. Justamente lo contrario de lo que han realizado en los últimos años las Diputaciones Forales.

    Esto sí es dar ideas e ir al meollo del asunto, se trata de buscar el dinero necesario para no dejar en la cuenta a gente que ha estado cotizando décadas y décadas y/o de viudas sobre todo que al no haberlo hecho están en el umbral de la pobreza.

  2. Pero siguiendo con las reivindicaciones de los pensionistas a nivel estatal donde Bilbao es punta de lanza por su liderazgo en cantidad y calidad ( fueron los primeros en movilizarse) veamos lo que se pide.

    “La única forma de que nuestras pensiones no pierdan poder adquisitivo es revalorizándolas con el IPC real y no con fórmulas mixtas que nadie entiende salvo quienes las idean”, defienden desde la Coordinadora Estatal en Defensa del Sistema Público de Pensiones.

    Añaden además que de aplicarse de nuevo esta fórmula ‘magistral’ estaríamos otra vez ante un engaño mayúsculo, muy parecido al del tristemente famoso 0,25”. La coordinadora se refiere a uno de los puntos en cuestión en las recomendaciones para la reforma de las pensiones: la introducción de otros factores —además del troncal, IPC— como el PIB o los salarios, para minimizar subidas en las pensiones más altas en tiempos de crisis: una medida propuesta por Partido Popular, Ciudadanos, PDeCat y PNV.

    Vaya hombre y hago un inciso, resulta que hay unos partidos que quieren hacer trampa y no tener en cuenta la subida del IPC en las pensiones condenando a éstas al empobrecimiento progresivo, con sorpresa se observa que el PNV está entre ellos, echando una manita a la siguiente vuelta de tuerca en contra de un colectivo al que lo único que se le puede achacar es el de haber trabajado de sol a sol cotizando sin rechistar una media de 38 a 42 años por persona. No parece muy edificable que se diga.

  3. Por error se ha incluido en este post un par de comentarios sobre las pensiones, sigo en el que corresponde…

  4. Leo tu perorata Ramontxo y te digo que no hay contradicción entre tratar de mejorar la situación de los pensionistas vía acuerdo con el PP y remitir al Estado como responsable de este tema. Es que es así. Cuando el PNV pacta con el PP lo hace teniendo en cuenta este tema también y aporta su granito de arena. Mientras que los ramonianos y bilduteros se dedican a cansar las suelas de los zapatos con concentraciones delante del Gobierno Vasco y el ayuntamiento de Bilbao en una deriva sectaria anti-PNV que salta a la legaña.

    Y veo que siguiendo los dictados de la economista Etxezarreta y su escuela del simplismo aplicado recomiendas que la pasta invertida en policía y en promover pensiones privadas se gaste en las pensiones cotizables y atacar el fraude fiscal.. Es decir, un cambio de cromos para el cual no hace falta ser economista sino simplemente tener una caradura de granito. La pasta no se saca exprimiendo al contribuyente e inventando el dinero como en la Venezuela de Maduro.

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