Recensión de “La voluntad del Gudari. Génesis y metástasis de la violencia de ETA” (4)

Imanol Lizarralde

3) Los términos y el contexto de la polémica con el PNV

Nuestro historiador trae a la luz escritos emitidos en revistas “ultranacionalistas” de ínfima circulación del exilio americano, pero cita muy escasamente los documentos y las asambleas que caracterizaron la evolución de ETA desde 1959 hasta 1967-8[1]. Tampoco hace una descripción de las tendencias que se fueron fraguando dentro de la organización durante aquella época. Hubiera sido aclaratoria una narración de las razones de preeminencia de José Antonio Etxebarrieta y Federico Krutwig. Así como la mera mención de la evolución de Etxebarrieta que pasa de ser un militante de Euzko Gaztedi a ser un maoísta[2]. Txillardegi es citado varias veces junto con sus escritos y opiniones pero no el hecho ni las razones de que este junto con algunos de los creadores de la sigla ETA abandonaran la organización tras su V Asamblea[3]. Todo ello, para concluir con que el “ultranacionalismo” del exilio y del interior tuvo una influencia muy escasa en ETA.

El mencionado escrito de José Antonio Etxebarrieta, pese a ser inacabado y no publicado en vida del autor, nos ofrece la clave de la reflexión de ETA acerca tanto del nacionalismo de Gudari y sus partidarios como del PNV. La ausencia de esta referencia (teniendo en cuenta que afecta al pensamiento del supuesto eslabón entre el “ultranacionalismo” de la preguerra y a posguerra) supone prescindir del marco histórico de las decisiones que los dirigentes de ETA iban a concretar en el crucial año de este escrito (1967). Junto con la obra coetánea de Federico Krutwig[4], eso presupone que las referencias ideológicas de los miembros de ETA que van a resultar definitorios de la V Asamblea de esa organización son realidades de elaboración propia.

Tanto el ensayo de Etxebarrieta como el de Krutwig son muestra de que el reflejo de la figura/obra de Arana no es producto de una transmisión sino de una reflexión propia de esos dos personajes por la falta de tal transmisión. Era necesaria una referencia previa a la del Gobierno Vasco, la Guerra Civil y José Antonio Aguirre para elaborar un nuevo tipo de nacionalismo.

Sabino Arana cumple parcialmente esta misión: su primera etapa es “radical” y rupturista, pero también tiene sus errores, el catolicismo, el racismo, la visión no de clase de lo social, etc. La figura de Gudari es más adaptable a los fines de los dirigentes de ETA. Krutwig y Etxebarrieta acuden a Gallastegui con fines polémicos respecto al PNV. Es, por ello, una recuperación parcial, interesada y deformada. Y sobre todo: es una recuperación que corre a cargo de la nueva generación respecto a la anterior.

La opción rupturista de ETA no responde a una prolongación de la política abstencionista del Jagi-Jagismo o del primer Arana, puesto que Etxebarrieta critica a los Jagis por inefectivos, por ser “vírgenes estériles de la ortodoxia”. Llama a los jagis “abstencionistas” –por querer prescindir de la acción política legal o no- y a los del PNV “intervencionistas” –por plantear la necesidad de actuar en la legalidad. Este escrito niega por igual las dos posturas: “La tragedia nacionalista ha sido que si los intervencionistas nunca han sabido referir su táctica política a una estrategia nacionalista, los abstencionistas, firmemente asidos a esta última, no han sabido nunca deducir de ella una táctica política[5]”. Y colmando la lógica de la propia reflexión, que pretendía condenar al PNV y a sus líderes operantes por aquellas fechas (1967), concluía: “Que fuera inevitable en julio de 1936 la opción tomada, no obsta para que haya sido nefasta[6]”. Entonces, ¿cuáles son la táctica y la estrategia “nacionalistas” necesarias? Esta pregunta es muy parcialmente respondida por el escrito. Cita a Lenin y a la necesidad de plantear una coexistencia entre la acción clandestina y la legal[7]. Vuelve a citar a Lenin proponiendo que “a través de todos los compromisos” se debe ser “fiel a la misión revolucionaria” del partido revolucionario[8]. Dice que dentro de la táctica y la estrategia es necesario prever una “fase insurreccional”, que es la gran ausente de las reflexiones y las acciones de abstencionistas e intervencionistas[9]. Finalmente, hace una alusión a la necesidad de integrar a “no demócratas” totalitarios que son nacionalistas en la lucha contra el fascismo. La alusión a la alianza del PNV con el Partido Comunista durante la Guerra Civil no deja margen de duda para caracterizar de que tendencia política de a quienes se refiere mientras Etxebarrieta, aparentemente se autoexcluye de ese grupo[10].

Este escrito iba dirigido a la masa y a la intelectualidad nacionalista, de cara a la polémica de ETA con el PNV. Mientras tanto, el mismo José Antonio Etxebarrieta preparaba junto con su hermano Txabi la V Asamblea de ETA, de cuyo texto base, el “Informe Txatarra”, fue además autor. Tengamos en cuenta otros dos factores históricos fundamentales: la aprobación en la Asamblea de la Guerra Revolucionaria, la división de la organización en cuatro frentes y la asunción del marxismo-leninismo como ideología; y la exclusión y autoexclusión del núcleo de los primeros fundadores de ETA que dijeron, a la hora de dejar la organización: “hemos trabajado hasta el fin de conseguir que ETA siguiera siendo un movimiento, de dos tendencias, dentro siempre del patriotismo y del socialismo; pero tras meses de lucha consideramos que esa posibilidad es ya inexistente”, ya que, como anteriormente dice la misma carta, “pues ETA ha dejado de ser un movimiento de tendencias diversas, para convertirse progresivamente en un partido de tendencia claramente marxista-leninista[11]. La coexistencia y alianza con los “marxista-leninistas” propuesta por Etxebarrieta, cuando se refiere a ETA se invierte y se traduce en la caracterización del socialismo de esta organización como factor excluyente que rechaza incluso otro tipo de socialismo “humanista”. Gaizka Fernández en su reflexión, al apenas nombrar y no caracterizar la ideología que ETA iba a aprobar en la V Asamblea (y que se convertiría en referencia esencial para el futuro), al no remitir esa ideología a la táctica y a la estrategia (que son los pilares de la teoría y la práctica de ETA), y al no contrastarla con la ideología de los nacionalistas radicales de la preguerra y la posguerra, no diferencia de forma precisa una cosa de la otra, falseando así la auténtica naturaleza de ETA.

La superposición del escrito de la III Guerra Carlista y las conclusiones de la V Asamblea nos lleva a  la constatación de que José Antonio Etxebarrieta, con este escrito, utilizaba el “engaño” para atraer y apropiarse de la base nacionalista, mientras rompía con el nacionalismo mediante la asunción del marxismo-leninismo y su línea insurreccional. Gaizka Fernández nos cita el fenómeno de que parte de los antiguos miembros del “ultranacionalismo” de la preguerra (concretamente Trifón Etxeberria) moldearon su propia ideología sabiniana con la intención de ajustarla al socialismo y al marxismo de ETA. Podemos verificar que aquí se produce lo que Aulestia describe: “La sublimación del gudari es una recreación producida en nuestra propia generación, y a partir de ahí revivida como revancha por algunas personas de la anterior[12]. El engaño y el autoengaño van de la mano.

¿Por qué Gudari y “los abstencionistas” constituyeron una figura-grupo adaptable para los ideólogos de ETA de la V Asamblea? Porque presentaban la forma nacional del modo más irreductiblemente rupturista sin plantear ninguna práctica. Tanto en la doctrina como en la organización, el abstencionismo era un “conjunto vacío” que podía ser atrapado por el contenido socialista que iba a ser aprobado en esa Asamblea. El llamado “nacionalismo radical” era un acicate a la línea de antagonismo total que ETA pretendía poner en marcha mediante la práctica de la Guerra Revolucionaria. Y era también un anzuelo. Es verdad que ETA tomó de los nacionalistas radicales la idea del “Frente Nacional Vasco”; pero tal idea fue alentada, en 1970, con la intención explícita de absorber las juventudes del PNV en su propio proyecto[13]. En un escrito posterior, realizado por los Presos de Burgos y publicado por ETA V en 1971, incluso el independentismo es contemplado desde esta perspectiva de vaciamiento: “El concepto de independencia en abstracto está vacío de todo contenido de clase (…) La cuestión no es “vascos contra españoles” (…) sino “pueblo vasco contra oligarquía[14]”. La “abstracción” de los conceptos del nacionalismo radical así es rellenada con el contenido revolucionario-socialista.

Tengamos en cuenta que la V Asamblea se produce entre los estertores de otro debate, este de orden interno, por la legitimidad revolucionaria respecto a la “oficina política” que regía ETA antes de esa Asamblea. La alianza entre los denominados “abertzale-marxista-leninistas[15]” (Krutwig, Etxebarrieta) y los socialistas humanistas, también llamados “culturalistas” (Txillardegi y su grupo) mostró la gradual coexistencia, dentro de ETA (en el periodo que media entre 1959 y 1967) de varias escuelas de pensamiento.

Finalmente la organización se decantó por el modelo exclusivo de “nacionalismo revolucionario”. Recordemos lo que dijo Krutwig, “en el nacionalismo revolucionario los componentes nacionales (…) y los compuestos revolucionarios forman un compuesto químico. Son inseparables (…) Aun cuando tenga en apariencia cosas comunes con el nacionalismo burgués, su idiosincrasia es diferente de la de tal nacionalismo[16]. Ello supondría una transformación esencial de la ideología y la práctica de ETA respecto al “nacionalismo radical” de Gudari o del primer Sabino Arana. Planteemos la pregunta consiguiente ¿En qué se manifestaría el carácter de clase del nacionalismo revolucionario y por tanto su diferencia con el “nacionalismo burgués”? Dice Letamendia que en el verano de 1971, en plena reorganización de ETA, frente a sectores que identificaban “la lucha de clases con el españolismo (…) La experiencia que marca al grueso de la nueva militancia es el Juicio de Burgos”:

El juicio, al mostrarles a la clase obrera como la protagonista de la movilización popular, ha fundido en sus mentes la exigencia de la lucha nacional con la lucha de clases; al presentarles el indulto de la muerte de los condenados como el fruto de la solidaridad con el pueblo vasco de los restantes pueblos del Estado español en primer lugar, y de las fuerzas progresistas del mundo después, les ha inspirado un nuevo interés por la política que se desarrolla en el marco estatal. Les ha enseñado la identificación entre patriotismo vasco e internacionalismo[17].


Frente a las veleidades “abstencionistas” del nacionalismo radical de reducir su práctica al ámbito vasco, los revolucionarios de ETA hicieron gala de actuar tanto a escala global-estatal como a escala local[18]. El carácter ejemplarizante del Juicio de Burgos consistió en que la acción de las masas obreras, vascas y españolas, así como la asistencia internacional, presupuso la combinación de las dos dimensiones, la global y local, de la lucha de clases, de la que ETA se mostró como efectivo sujeto catalizador, consagrando para el futuro su naturaleza revolucionaria.

[1]             Según Francisco Letamendia, en la tercera Asamblea de ETA, celebrada en los meses de abril y mayo de 1964, “se produce en ella la ruptura oficial y definitiva con el PNV; el nacionalismo de este se califica de burgués, y el de ETA se define como anticapitalista y antimperalista (lo que supone un triunfo de la tendencia maoísta)” (Francisco Letamendia, Historia de Euskadi: el nacionalismo vasco y ETA, Ruedo Ibérico, Valencia, p. 308).

[2]             “…la identificación entre la liberación nacional y a liberación social –eje sobre que se va a basar la estructura ideológica de ETA- (…) es fruto de la lectura de las obras de Mao-Tse-Tung por un hombre de 22 años que en estas fechas tampoco está integrado en ETA y queha venido a estudiar a París el problema vasco como responsable de Eusko Gastedi: José Echevarrieta” (Ibidem, p. 305).

[3]             Carta al Comité Ejecutivo de ETA, 14-4-1967, J. L. Alvarez Enparantza “Txillardegi”, J. M. Benito del Valle, Xabier Imaz. Según la carta, “Nosotros socialistas, no estamos de acuerdo en puntos esenciales de la doctrina marxista-leninista, tanto de ideario filosófico como de táctica política; y, en consecuencia, hemos decidido abandonar la organización ETA” (Documentos Y, Vol 7, p. 101).

[4]             En 1965, Krutwig difunde el trabajo La cuestión vasca. Y un artículo en Branka con el nombre de “El nacionalismo revolucionario” (Letamendia, op., cit., p. 316). La primera de las obras fue editada por el PCE (m-l) “Mundo Obrero”. Dice Krutwig en el prólogo de la segunda edición (que fue reeditada por ETA en 1971), “son los maoístas españoles quienes han publicado este libro favorable a la causa vasca entre las obras de Marx, Lenin y Mao” (La cuestión vasca, p. 2). Según J. L. Unzueta, el libro estaba destinado “a demostrar el carácter genuinamente marxista-leninista de las tesis independentistas radicales”. Ambos trabajos, “serán leídos por bastantes militantes de la nueva generación de ETA surgida a partir de 1965” (Revista Saioak, nº 4, 1980, p. 49. J. L. Unzueta, “La Vª Asamblea de ETA”).

[5]               Etxebarrieta, op., cit., p. 28.

[6]               Ibidem, p. 41.

[7]             La existencia de un plan en conjunto, en que se conjuntara la actividad legal con la clandestina, hubiera hecho tener constantemente presente la meta última a que se aspiraba. Y no hubiera permitido aplazar constantemente ésta “ad kalendas graecas” a cada nueva coyuntura que se presentara. Hubiera, como ya hemos indicado, remitido constantemente la táctica política a la estrategia nacionalista. Es decir hubiera permitido mantener la táctica política, para utilizar los propios términos de Lenin, “a través de todos los compromisos, en la medida en que son inevitables, fiel a sus principios… y a su misión revolucionaria”. La falta de contrapeso clandestino determinó necesariamente la deformación del intervencionismo en “legalismo” y de éste en “electoralismo” (Ibidem, p. 42).

[8]             Ahora es buen momento para reflexionar en la experiencia pasada. Cuanto más profundamente hayamos estudiado las enseñanzas de la experiencia estatutista, con tanta más confianza podremos considerarnos suficientemente escarmentados en cabeza propia, en principio, los reproches de “desviacionismo” con que algunos han estigmatizado al “intervencionismo” parecen superfluos. No puede condenarse, en abstracto, la utilización de los recursos que ofrece la legalidad del ocupante. No puede ni debe condenarse, a menos de ofrecer mejor solución de recambio. Un teórico y revolucionario de la talla de Lenin no había de ahorrar adjetivos a los “puros”, a las “vírgenes estériles de la ortodoxia”. “El deber de un partido verdaderamente revolucionario, había de decir, no es proclamar una renuncia imposible a todo compromiso, sino saber permanecer a través de todos los compromisos, en la medida que son inevitables, fiel a sus principios, a su clase, a su misión revolucionaria (Ibidem, p. 40-1).

[9]             Si el abstencionismo había tenido existencia, consistencia y ofensiva en el tiempo de “aberri” era debido a que tanto unos como otros se hallaban en la fase proselitista. Pero ésta había quedado atrás. Ahora nos hallamos en plena fase política, faltos de que nadie hubiera planteado la insurreccional (Ibidem, 37-8).

[10]           En nuestra doble condición de vascos y demócratas, seremos nacionalistas para Euzkadi y demócratas para su gobierno; pero podemos encontrar muy bien quienes coincidan con nosotros solamente en lo primero y que, hasta conseguir la libertad nacional, no tenemos por qué rechazarlos. En estos últimos tiempos parece haber surgido entre los viejos intervencionistas un prurito de pureza democrática muy elogiable si no encubriera determinados intereses y si no ocultara su propio pasado. Los actuales puritanos parecen olvidar que ellos fueron a luchar por el Estatuto contra el fascismo, brazo a brazo con fuerzas totalitarias, tal como el Partido Comunista. Mal pueden señalar ahora con el dedo a quienes luchan por la libertad nacional contra el mismo fascismo, sean o no aliados de fuerzas totalitarias (Ibidem, p. 68-9).

[11]           Carta al Comité Ejecutivo de ETA, 14-4-1967. Op., cit..

[12]           Kepa Aulestia, Días de viento sur, la violencia en Euskadi, Antártida, 1993, Barcelona, p. 219.

[13]           “La campaña Batasuna y la idea de bautizar el año 1970 como el del Frente Nacional no tenía más finalidad, a nuestro entender y por los datos que teníamos, que generar un ambiente político propicio para facilitar la fusión de ETA y de las juventudes del PNV sobre la base de la V Asamblea. Nos parecía percibir la sagaz mano de Eskubi en todo este proceso” (Onaindia, op., cit., p. 452).

[14]           Letamendia, op., cit., p. 383.

[15]           Así los llamaba Txillardegi (Unzueta, op., cit., p. 27).

[16]           Federico Krutwig (F. Sarrailh de Ihartza), Beltza (Emilio López Adán), G. Laguna, Nacionalismo revolucionario, Lauburu, Ciboure, 1974, p. 15-6. Este artículo fue publicado en 1966 en la revista Branka en relación a la denuncia de la Oficina Política de ETA (prólogo del autor, p. 7:”su fin era en aquellos momentos combatir ciertas ideas erróneas que se estaban divulgando entre las masas revolucionarias desde un “Comité Ideológico” incrustado en ETA”).

[17]           Letamendia, op., cit., p. 380.

[18]           Como dijo Onaindia, los presos de Burgos “pensamos en buscar abogados del resto del Estado para demostrar que nuestra lucha era una parte del combate de todos los pueblos y ciudadanos sometidos a la dictadura” (op., cit., p. 459). Tal acción hubiera sido calificada como extrema herejía por Matxari y compañía.

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2 comentarios en «Recensión de “La voluntad del Gudari. Génesis y metástasis de la violencia de ETA” (4)»

  1. Para los revolucionarios sean vascos, españoles o franceses su objetivo es la ruptura (independencia) con la clase burguesa. Para ellos burgués es toda persona que objetiva o subjetivamente no es socialista; en alguna fase del proceso revolucionario deberá de ser neutralizada ó eliminada.

    Para todos los revolucionarios la unión que al final debe primar entre los trabajadores es la de clase. Argala refiriéndose a los trabajadores españoles decía: “lo que nos une con ellos no es la pertenencia a una misma nación sino a una misma clase.

  2. El Parlamento de Gasteiz, con el apoyo de EH Bildu, Elkarrekin Podemos y el PP, ha expresado su «reprobación» ante las declaraciones que pretendan «condicionar» el juicio del ‘caso De Miguel’ y «minusvalorar» la gravedad y las «profundas consecuencias políticas» de esta trama de corrupción, vinculada a excargos del PNV. La formación jeltzale y su socio el PSE han votado en contra.

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