Joxan Rekondo Pyrenaeus-eko Talaian
1. A la vista del notable desgaste electoral que desde su irrupción en las elecciones de 2011 ha sufrido Bildu, el recurso constante a la cuestión de la censura a Martín Garitano parecía haber perdido todo sentido en la lectura que predominó tras el 25-0 de las elecciones vascas. Parecía compartirse que el mantenimiento de esta fuerza en el gobierno, de acuerdo con un programa que choca de frente con una mayoría de guipuzcoanos, era el purgatorio necesario para que el territorio iniciara otro camino en 2015, con el respaldo explícito de una ciudadanía escarmentada.
De acuerdo o no con este análisis, el PSE inició al menos un camino bien diferente al que había llevado hasta ese momento. Un desplazamiento pendular que llevó a los socialistas guipuzcoanos al polo inverso al que se encontraban. Al margen de los acuerdos en relación con la fiscalidad, el grupo juntero socialista buscó y realizó un acuerdo presupuestario. Rafaela Romero anunció que “se acabó el tiempo de los frentes… y lo importante [no es con quién], es para qué se pacta”. Acuerdo que, paradójicamente, se cerró en torno a partidas que financiaban duplicidades -es decir funciones competenciales que estrictamente no corresponderían a las administraciones forales-, causa por la que el Gobierno Vasco del PSE había llegado a un punto de intensa confrontación con las diputaciones.
Lejos aquel pacto Romero-Garitano, por diversos motivos (la perplejidad con la que el acuerdo presupuestario fue recibido entre socialistas vascos y españoles, la decepción por la tardanza que creyeron ver en su cumplimiento por el gobierno foral y el cierre de un acuerdo nacional entre PNV y PSE,…), el socialismo guipuzcoano se ha visto en la tesitura de tener que recolocarse. Sin embargo, al tener que realizar esta nueva maniobra política, el PSE de Gipuzkoa aparece como bloqueado y sin versatilidad estratégica, sin un repertorio que le saque de la inercia que le lleva a oscilar entre las dos posiciones extremas (de pretender el derribo de Garitano a asociarse con él) entre las que hasta ahora ha basculado, y que a veces incluso ha compatibilizado. Sin percatarse, al parecer, de que la maniobrabilidad estratégica está en la centralidad, y que, de no situarse en ésta, el socialismo corre un alto riesgo de verse relegado a un papel de actor secundario en la política guipuzcoana
2. Aunque se puedan comprender en este mismo marco, me pasman las declaraciones del dirigente socialista Iñaki Arriola (“El PNV no tiene legitimidad para criticar el desastre de Gipuzkoa cuando permite que Bildu gobierne“). Son muestra, en primer lugar, de la tendencia a no tener en cuenta que el discurso de los políticos debe enunciarse con responsabilidad en un foro democrático, ya que los términos en los que aquellos se expresan también contribuyen a civilizar (legitimar ante la ciudadanía) o no el espacio en el que se desarrolla el debate público. De ahí que si el lenguaje de Arriola es deslegitimador, si dice que el PNV de Markel Olano no tiene legitimidad para ejercer la crítica, es la legitimidad de la propia Cámara, en la que el grupo nacionalista mantiene una buena representación de la voluntad ciudadana, la que es puesta en cuestión.
En segundo lugar, siendo como es que Garitano y su gobierno desatienden y buscan constantemente esquivar el control y las directrices de las Juntas Generales, es incomprensible que Arriola impute falta de legitimidad a la actividad del segundo grupo juntero. Esta actitud de oposición a una parte de la oposición es, en este sentido, muy mala noticia para el constante esfuerzo que la mayoría de la Cámara Foral desarrolla para someter al gobierno a sus requerimientos, dictámenes y resoluciones.
En tercer lugar, cuando dice que el “PNV… permite que Bildu gobierne” Arriola deforma la verdad. Bildu no gobierna porque fue la fuerza más votada, sino porque así lo decidió la mayoría en las Juntas Generales de Gipuzkoa. Y no porque no hubiera otra opción alternativa, que las hubo. Conocidos los resultados de las elecciones forales, Markel Olano anunció enseguida su intención de presentar una candidatura alternativa. Una vez formalizada esta intención por parte del juntero del PNV, Rafaela Romero (PSE) y Juan Carlos Cano (PP) siguieron sus pasos, haciendo imposible de esta manera el éxito de una Diputación alternativa a la que hoy conocemos. A partir de ese momento, la convocatoria a una moción de censura contra Martín Garitano se ha convertido en la cantinela más recurrida de los partidos políticos (PSE y PP), los mismos que facilitaron que el candidato de Bildu se convirtiera en Diputado general.
Iñaki Arriola dice que hay dos Bildus en Gipuzkoa. Uno que gobierna y otro que no lo hace. Al primero lo ve más moderado, y al otro sin comprometerse con lo institucional. ¿Sirve una herramienta como una moción de censura solo válida para sustituir el gobierno foral para corregir el que llama ‘desastre’ guipuzcoano? En efecto, la moción derrocaría a una pequeña parte del Bildu institucional, que sería como un islote en medio de un océano inalterable. Es incluso dudoso que pudiera remediar el (des)gobierno foral, por razones de tiempo pero también de relación de fuerzas. Un ejemplo, el ‘desastre’ en política de carreteras es consecuencia de la deplorable cooperación entre Bildu y PP, una mayoría que puede seguir operando perfectamente aunque ya no gobierne Garitano.
3. Lo más importante es, sin embargo, que censurar a un gobierno no es como coser y cantar. El más pequeño de los problemas, que también es complejo, es la obligación legal de presentar un candidato y un programa de gobierno. El más gordo de los inconvenientes es de tipo social. Una moción de censura exige una arriesgada valoración sobre el estado de (in)satisfacción social con los gobernantes y conocer cómo se percibiría socialmente un cambio sin que medien unas elecciones. El mayor problema, por lo tanto, es que el cambio drástico de rumbo que exigiría hoy la política guipuzcoana no se puede resolver frívolamente en una sala de asambleas o consejos, sin consultar directamente al pueblo de Gipuzkoa.
En resumen, el retroceso de los dos Bildus que –acertadamente- ve Arriola ha sido evidente desde su momento de máxima efervescencia en 2011. El Bildu institucional, el que pisa moqueta y gobierna, ha perdido apoyo popular hasta el punto de ver en riesgo la condición de primera fuerza en Gipuzkoa y perder su liderazgo en las localidades guipuzcoanas más importantes, incluida Donostia. El que no gobierna, el que piensa en la calle, ha retrocedido por el empuje de la gran agitación con la que ha reaccionado una mayoría social guipuzcoana desde el mismo momento en que han querido gobernar a su estilo autoritario bolivariano. El repliegue de Bildu no ha sido consecuencia, por lo tanto, ni de brindis al sol ni de los golpes de alcoba en los que todavía se obstinan algunos dirigentes guipuzcoanos y que, muy posiblemente, lograrían lo contrario de lo que pretenden.
En definitiva, mejor harían los representantes de la oposición institucional guipuzcoana si, en lugar de deslegitimarse mutuamente y dañar más sus relaciones, hicieran valer su mayoría para impedir que la Diputación de Martín Garitano escape al control institucional de las Juntas Generales y para conseguir, de esta manera, que rectifique su modo de gobierno sectario.
Los socialistas no saben que hacer para colocarse en el escenario político. Es realmente flipante el baile de ahora pacto, ahora pido que te quiten, ahora digo que el PNV es igual a Bildu. Las encuestas dan a la baja al PSOE en Euskadi y es normal que su gente ante tanta genialidad maniobrera se sienta muy desanimada.
JELen agur
Como es habitual en muchos políticos, son más valientes ante un micrófono que ante una mesa de negociación o a un parlamento.
Que digan lo que dicen ahora, me sugiere la falta de interés por evitar dar el poder a Garitano y a su vez el desinterés de la IR en evitar el poder a Lopez un acuerdo para no molestarse mutuamente.
con el añadido que la IR critica a PNV sus tratos con el PSE.
Morro, mucho morro.
Impresionante y repugnante el titular de la portada de Egin que se adjunta con el escrito. Y ello después de un montón de días secuestrado, con una tapa hidráulica sobre su cabeza y con no pocas posibilidades de quedar enterrado vivo. La maldad en estado puro.
PD.
Pregunto. ¿ Que responsabilidad tenía Garitano en Egin en esa época ?..