Joxan Rekondo
(Placa conmemorativa de la construcción de una iglesia por el sistema de Auzolan. Fuente: Euskomedia)
A raíz de las lluvias de la semana pasada, las poblaciones y las actividades de la ribera de algunos de los ríos de Gipuzkoa han resultado seriamente afectadas por las riadas. He conocido de primera mano los efectos que ha dejado la inundación en la ribera del Urumea. En algunos lugares, los daños son superiores a los que provocó la catástrofe de 1983.
Todavía se discute si las instituciones han respondido adecuada a lo que se esperaba de su responsabilidad. Se habla asimismo de la necesidad imperiosa de resolver definitivamente los problemas que crean los desbordamientos de los ríos en los núcleos urbanos de ribera. Y se recuerda y realza, por supuesto, la reacción inmediata de solidaridad cívica que han tenido los vecinos al cooperar en la respuesta a los estragos que ha provocado el agua. Es el Auzolan, “la hermandad sin par” que describió Iztueta y forma parte del capital social de este país.
El pasado miércoles, el alcalde de Donostia, Juan Karlos Izagirre (Bildu) se ofreció a convocar a grupos de voluntarios para que ayudaran a los afectados durante el fin de semana. Los afectados del barrio de Martutene entendieron que, tras esta propuesta, el político donostiarra podría estar justificando su pasividad. Por eso, le replicaron que “lo del voluntariado ya se ha hecho” y que “todos los voluntarios ya se han acercado a ayudarnos”.
El Auzolan significa vecindad solidaria, que comporta una obligación social de realizar prestaciones de las que se derivan un beneficio común. La respuesta espontánea de los vecinos (“todos los voluntarios ya se han acercado a ayudarnos”) es una muestra de reacción comunal que encaja en esa definición. Considero que la iniciativa del alcalde donostiarra supone una ayuda formidable para los vecinos de los barrios afectados por las lluvias. Pero, me interesa algo que, aunque no lo parezca, sí está en el fondo del debate de Martutene. A saber, ¿se puede llamar Auzolan a la ayuda prestada por unos vecinos que no acudirían ni no mediara la convocatoria oficial que el Ayuntamiento ha realizado a la ciudadanía?
El apoyo vecinal recíproco que Iztueta vincula a la “hermandad sin par que poseen los campesinos en muchos pueblos de Gipuzkoa” se produce a iniciativa de los “queridos parientes, honrados vecinos, leales amigos” que forman parte del entorno social. No necesita ser articulado a través de organismo oficial alguno. El auzolan, como la lorra o la ordea son instrumentos de asistencia mutua que adquieren su gran eficacia práctica precisamente en que se sostiene en una costumbre de buena vecindad.
Pero, se podría descalificar esta visión diciendo que forma parte de una cultura basarritarra impracticable en los tiempos modernos. Que toca actualizar las prácticas colectivas y fundirlas con el sector público. Sin embargo, hay análisis empíricos recientes que muestran que es “perverso” centralizar estas prácticas comunales en manos de una autoridad política “omnicompetente”, a la vez que apuestan por respetar la autoorganización de estos recursos de uso común. La Premio Nobel de Economía 2009, Elinor Ostrom, ha concluido esto tras realizar estudios comparados, sobre la base de diversos ejemplos reales (Japón, Siza, Filipinas, Turquia, EE. UU., Sri Lanka, Estado español,…), acerca de las condiciones para la mayor o menor eficiencia de los recursos de acción colectiva de este tipo. Para la autora, frente a la estatalización o la privatización de las respuestas a las necesidades sociales, la alternativa más eficiente es el recurso a las instituciones comunales.
Tanto los organismos públicos como empresas privadas pueden desempeñar tareas altruistas y de asistencia social. Pero, sería grave equivocación que confundieramos éstas con el desempeño del Auzolan. Esta institución está vinculada a una comunidad vigorosa, consciente de sí y de sus obligaciones para sí, que se autoorganiza en clave de vecindad solidaria sin esperar a que una autoridad pública decrete o no una movilización general. Este carácter social del Auzolan no ahoga a las personas. Es una institución de carácter comunitarista, pero de finalidad personalista. A ella contribuyen las personas y con ella se busca asistir a las personas.
En el fondo, se trata de un importante debate sobre cultura social, sobre qué sociedad queremos. Una sociedad que espera a que sólo el mercado o el Estado provean sus necesidades o una sociedad que no quiere dejar de serlo y pretende resolver por sí misma una buena parte de sus problemas colectivos.
Es la defensa de Herrilurra, la defensa del Comunal lo que en gran manera nos diferenció de los demás.
Sin Comunal no hay Batzarre, sin Batzarre no hay Auzolan.
No solo en Gipuzkoa, también en Nabarra. En Nabarra se disolvieron las juntas de Bezinos, las juntas de Oncena, Quincena, Veintena. Dicen que porque no eran electas democráticamente, no hicieron lo mismo con los ayuntamientos.
El Auzolan es una responsabilidad, que no un voluntariado, y se ha hecho hasta no hace muchos, en muchos pueblos al menos de la Zona Media de Nabarra, con total eficacia y hasta «goze», pues no era solo para responder a desastres, que también, si no como norma para limpieza mantenimiento de calles, caminos, acequias, puentes, y edificios y Bienes Comunales.
Casi olvidado todo lo anterior, de un fondo bellísimo, nos han hecho dejar, Y HEMOS DEJADO, todas nuestras responsabilidades en manos de empresas, contratas y subcontratas.
No se puede volver a aquel Auzolan, pero si que se puede volver a tener una mayor consciencia y conciencia de Nuestros Pueblos. Que los «gobernemos» desde mas cerca, que si hacen falta Máquinas Grandes, o se hacen los trabajos con ellas, sean propiedad de Ayuntamientos o Mancomunidades, o de pequeñas empresas locales. No que constuya Florentino, y se nos lleven las basuras (menos debieran) las Koplowitz.
Para pequeños trabajos, y no demasiadas veces al año, podría volverse a que lo hicieran los Bezinos (como Ayto., y Veintena debiera cambiarse su acepción del medievo). Aquí aún se hace mucho «auzolan» (no tan ligado a pueblo o barrio) en sociedades, clubs deportivos y todo tipo de asociaciones.
De ninguna forma está mal lo que ha hecho Izaguirre. Además nos ha traído estos comentarios, sobre temas de los que se habla muy muy poco; cuando…
Nuestros Montes
Nuestras Rías
Nuestros Ríos y Barrancos
y hasta mucho mucho terreno cultivable… a pesar de los expolios y rapiña, a pesar de asesinatos y asesinatos de los defensores de ello, por muchos olvidados….
¡¡¡ Son HERRILURRA, son KOMUNAL ¡¡¡
A mi lo de Izagirre no me ha parecido nada de Auzolan,sino algo electoral,con cámaras de TV etc, era algo que había que reconducir después de la reprimenda vecinal de la víspera.En esto se le está viendo bastante hábil a este tío, no como a Garitano que nadie sabe por donde para.
Joxan, la placa está en eusquera y en 1964!!! Algo no me cuadra.
El problema es que en la parte norte de Navarra y supongo que tambien en Guipuzcoa, los comunales no eran disfrutados por todo el pueblo. Solamente los vecinos tenían derechos sobre los comunales, y a los habitantes, si se les dejaba disfrutar de ellos, era pagando unas tasas. Vamos, que la diferenciación de la edad media entre señores y villanos no era nada comparada con la que había entre vecinos y habitantes. Todo muy democrático. Luego con la revolución liberal los vecinos no tuvieron más remedio que dar los mismos derechos a los habitantes, pero lo que hicieron también fue poner parte de los comunales como propiedad privada, y de ahí vino una nueva diferenciación clasista: ricos y pobres.
La vida sigue igual: nobles, collazos, vecinos, habitantes, ricos, pobres.
Un navarro……
Se exigía, y no está mal, un tiempo de convivencia en el pueblo, no había como dices, vecinos que explotasen a otros habitantes.
TODOS los VECINOS tenían los mismos derechos sobre Herrilurra, sobre el Comunal.
A lo que me refería en cuanto a actualizar el Concepto de «Vecino»… es que en aquel entonces existía la «familia amplia», y los figura de Casa, Hogar, Fuego…. y otros, hacían que «La Costumbre» «La Ley», se hubiera tomado en otras maneras de vivir.
Los que privatizaron el comunal en grandes extensiones y con grandes ventajas de unos sobre otros, fueron en gran parte ASESINOS, con la ayuda de Ayuntamientes, notarios, registradores y policia impuestos por reyes y dictaduras. En muchos muchos casos los que se quedaron con las Tierras no eran Vecinos. Varios vivían en Madrid y hasta en Salamanca, Andalucia….
Para nada estamos hablando de desamortizaciones…..
En Alava tenemos las veredas y se habla de veredas no de auzolan. En lo demás estoy de acuerdo, solo que cuando hay una catástrofe natural, junto con el auzolan se agadece la ayuda de las Administraciones Públicas.
Lo de Izguirre me parece electoralsmo barato, pero por lo menos ver a la «juventud alegre y combativa» tirando de escoba en lugar de coctel molotov, es un avance.
De todas formas me pregunto que si vuelve a ocurrir dentro de dos o tres años y no tenemos incineradora ni vertederos, ¿ que van a hacer con los cientos de tonemadas de basura que hay en nuestros rios y playas? ¿ como los recliclaran?
Todos los vecinos tenían el mismo derecho sobre los comunales, pero los habitantes no. Y en general era mayor el número de habitantes que de vecinos, pero estos tenían todo el poder dentro de los concejos y valles.
José María Imizcoz dice en Comunidad rural vasconavarra:
La vecindad reporta a todas las casas que tienen esta condiciôn una pertenencia igual a la comunidad, con idénticos derechos y deberes. En el disfrute de los comunales – tierras para roturar, hierbas, pasto, aguas, lena y madera, etc. – tienen todos la misma parte, e igual obligacion de contribuir en los trabajos vecinales realizados en comûn (arreglo de caminos, recogida de lena o de hoja, etc.), en las derramas econômicas, etc. En la paz y en la guerra, tienen igual participaciôn, voz y voto, en las asambleas de concejo y de valle e igual obligacion de acudir a la defensa del territorio. La vecindad determinaba también otros lazos de mutua ayuda y relaciones sociales no menos importantes.
Por el contrario, la no pertenencia a la comunidad, por carecer del requisito de vecindad, creaba, necesariamente, un grupo social ajeno y, por lo tanto, mantenido al margen de los funcionamientos comunitarios. Son los «habitantes», «moradores» o «caseros», a los que hay que anadir, como caso de extrema exclusion, los «agotes» en Baztân, Salazar o Roncal. En los disfrutes comunales dependen de labenevolencia de los vecinos, que suelen limitârselos con cicateria; no tienen parte, con voz y voto,
en la asamblea concejil. Tampoco, eoherentemente con su situaciôn, contribuyen en ciertas cargas fiscales de la comunidad, a la que, en sentido estricto, no pertenecen, aunque vivan dentro del mismo territorio. Solo en la iglesia, a la que se pertenece por el bautismo, se les reconoce un lugar, aunque sea en los ûltimos puestos. En algunos valles, como en Roncal o Aézcoa, hasta su vestimenta es diferente.
No es cierto que hubiera muchos habitantes sin derecho de vecindad, si bien es cierto que algunos «inmigrantes» llegaron a Baztán, Salazar, Aezkoa y Ronkal. Pasaban a tener derechos de vecindad cuando cumplían unas condiciones.
Aun teniendo derechos de vecindad, desde el XVII y XVIII muchos habitantes, cuando aumentó la población, y a veces por plagas, se marcharon sobre todo «a hacer las Américas». Muchos mas que los que llegaron. Mas aun en el XIX y primer tercio del XX. En el segundo dejarían su país por hechos aun peores, a muchos los asesinaron.
En la Zona Media y Ribera, aun fue peor. Nombraron duques, marqueses, condes, latifundistas, que expoliaron la mayor parte del Comunal, y dejaron a vecinos y «habitantes» con miseria y hambruna.
Casi nunca en el norte la explotación fue tan grande como en el sur.
Bastantes mas Nobles (sin título, y lo eran todos) fueron los del norte que los pocos nobles nombrados del sur.
Si eran gente «de paso», tus habitantes, si no vivían bien se marchaban. En el sur vecinos y habitantes fueron asesinados, tuvieron que salir de sus pueblos a la fuerza, los que quedaron pasaron mucha mas hambre.