Ander Muruzabal
Cuando a mediados de los años 90 se empezaron a vislumbrar las primeras potencialidades de la tecnología para cambiar las Administraciones públicas y se diseño el concepto de e-government, los primeros que trabajamos en aquellos conceptos desde la propia administración teníamos una idea muy clara; la tecnología nos iba a permitir cambiar el punto de vista de la labor de la administración pública.
Los procesos administrativos ya no serían nunca más el resultado de las necesidades propias de la burocracia sino que serían fruto de las necesidades de los consumidores potenciales de los productos y servicios administrativos, los ciudadanos, y ello con dos resultados potenciales la simplificación del acceso a los mismos y la economía de escala que supondría la participación del propio ciudadano en la fabricación del proceso administrativo.
En un momento determinado pudimos vislumbrar la desaparición definitiva de las ventanillas y del “Vuelva Ud. mañana”.
Ha pasado más de una década desde entonces y si es verdad que se han conseguido avances significativos, no podemos más que calificar de rotundo fracaso la consecución del objetivo del e-government; la administración sin papeles. Y ello se puede achacar a dos motivos fundamentales:
- Volvimos a empezar por donde no era. Insistimos en anteponer las necesidades administrativas de control; Bases de datos únicas, Información para dirección y ventanillas únicas (virtuales o no), lo que nos obligó a macroproyectos homologables e interrelacionados, jerárquicos en una palabra, posponiendo el verdadero interés del ciudadano: la resolución inmediata de su necesidad. Sacrificamos la simplicidad en aras del control y creamos una nueva clase administrativa; la burocracia tecnológica.
- Planificamos a largo, fruto de la complejidad de los planes, y de manera estática dando por hecho que la tecnología se mantendría estable durante un tiempo utilizable. Error, la tecnología nos volvió a pasar por encima y a día de hoy aún estamos enredados con soluciones cuando menos obsoletas.
Pero la irrupción de las nuevas tecnologías, en especial las de trabajo en red, tienen un componente político que jamás tuvo el e-government. Con lo que se ha venido en denominar Open Government no solo estamos en condiciones de lograr la modernización administrativa desde criterios de simplicidad, flexibilidad y economía de escala, sino que podemos llevar adelante otro proceso mucho más ambicioso; la socialización de la administración, no solo en cuanto a productos y servicios sino en cuanto a participación política de la ciudadanía. Ya no solo estamos hablando de reforma de la burocracia sino que estamos hablando de la reforma de la democracia representativa y su paso a la democracia participativa, y si nosotros también podemos; Yes We Can…
Si algo nos ha aportado el 15 M, la «spanish revolutión», al margen de su discutible mensaje ideológico, es la visualización de un foro político que estaba ahí y con el que nadie contaba; Internet. Con capacidad de debate, generación de ideas y capacidad de convocatoria.
¿Existen hoy muchos partidos políticos al uso que puedan decir tal cosa?
Hoy tenemos la oportunidad de abordar un verdadero proyecto de Open Government en Navarra y eso debería implicar el abordaje de una serie de tareas que cambien la perspectiva del ciudadano de su Administración. Y las tareas a abordar para “crear” ese Open Government son claras:
- Transformar los “escaparates” web estáticos de la administración pública en foros de debate social. Cambiándolos por plataformas de comunicación con la ciudadanía.
- “Escuchar” a las redes sociales. Ya no vale con esperar a que el ciudadano nos cuente sus iniciativas o inquietudes sino que hay que acudir a los foros donde se intercambian esas opiniones.
- Dotar de la mayor “transparencia” a la información pública. Un ciudadano capaz de participar debe ser un ciudadano informado.
- Fomentar el trabajo en red y colaborativo entre los propios trabajadores de la administración, “explotando” al máximo el capital humano de las administraciones públicas. Esto último requerirá un importante esfuerzo organizativo capaz de horizontalizar estructuras y tecnológico para dotarla de herramientas que permitan la colaboración, la gestión del conocimiento y el trabajo en red.
Y todo ello sin olvidar los objetivos fundamentales:
- Transparencia.
- Flexibilidad administrativa.
- Participación ciudadana.
- Promoción del territorio.
Como cada cuatro años, cada vez que se inicia un nuevo ciclo legislativo, estamos ante una nueva oportunidad de implantar objetivos de Open Government y dar ese salto cualitativo. Es una magnífica oportunidad para la regeneración política pero sobre todo para que la ciudadanía no nos vuelva a adelantar, de ser capaces de caminar en paralelo.
A mí me parece que en esto del Open Government hay mucha burbuja. El ejemplo más claro es lo del «irekia» socialista. Eso de la «participación» suena muy bien, pero claro, es como tener aquellos 2 millones de pseudo-entrenadores de fútbol que hablan de lo que tiene que hacer el equipo tal o cual. Organizar eso en la práctica es un follón. Como dice el autor, no hay nada más que ver el asunto del e-government que luego pasa como en Biscaytik que se reduce a que te den unas cuentas de correo.
En todos estos años, se ha gastado en el antecesor del open government, el e-goverment, cantidades ingentes de dinero, sin embargo los resultados no están a la altura de la inversión.
Si se confunde el «open government» con hacer spam en las redes sociales, que es lo que hacen los candidatos y elegidos, pues apaga y vámonos.
El open government ya existe desde hace años, solo que la gente no se da cuenta. Si vas a la Hacienda Foral y pides cualquier información relativa a tus datos, o trámites en curso, o lo que sea, la tienes en el acto. Incluso si tienes un problema y no sabes cómo solucionarlo, existe la posibilidad de preguntar. Es tan simple como decir al funcionario: «deme usted una solución». E increíblemente, él o ella te la dan. Y tratándose de un asunto algo más complicado, tampoco hay problema -suponiendo que uno tenga tiempo, naturalmente-. Basta ir de un departamento a otro y dar la chapa a los funcionarios hasta que, aunque solo sea para librarse de tí, ellos mismos te lo arreglen.
Esto funciona en todos los departamentos. El problema es que la gente aun no es consciente de que es posible este tipo de relación con las administraciones públicas. Piensa en la administración en términos de autoridad, de alguien que manda. Y en realidad, el funcionario es alguien que está entrenado para atender a quien se sienta delante de su mesa. Hará todo lo que le pidas porque esa es su misión.
El problema del open government no es de recursos tecnológicos, sino de mentalidad y de cultura. Todo ese despliegue de redes y portales y aplicaciones on line y formularios electrónicos y certificados, etc. en gran parte no es más que una moda pasajera. Y su utilidad bastante limitada, lejos de propiciar todas las sinergias y la revolución que nos prometieron. Porque una cosa está clara, y es que con una cuerda se puede tirar, pero no empujar. Recurriendo a una metáfora del mundo agropecuario, podemos llevar al caballo hasta el abrevadero, pero si él no quiere beber, no podremos engordarlo a litros para que dé más en una venta al peso.
para mi …es la mejoras en la prestación de los servicios administrativos electrónicos generan ganancias de productividad y competitividad, ganancias debidas a la reducción no sólo de los costes de los propios servicios públicos, sino también de los costes de transacción para las empresas (tiempo y esfuerzo)………