Imanol Lizarralde


A mediados de los años 90, Ramón Jáuregui (aconsejado por Mario Onaindia) acuñó un término que se llamaba “post-nacionalismo”. La intención era anunciar una nueva etapa para el País Vasco, donde la cuestión nacional y la nacionalista estuvieran ya superadas. El profesor de sociología Iñaki Martínez de Albeniz aspira al “posidentitarismo” (DV, 27-10, La cuestión identitaria). Los argumentos que utiliza son muy parecidos a los del intento de Jáuregui y los socialistas por aquellos años.

Para Martínez de Albeniz lo importante no son la identidad o las identidades nacionales sino el concepto de identidad. Trae una cita del cocinero catalán Ferrán Adriá acerca de la tortilla: “lo importante no es la tortilla, sino el concepto tortilla”. El gran cocinero catalán comete un error básico: sin tortilla no existiría concepto de tortilla. La tortilla es un objeto previo al concepto de tortilla. Aquí al cocinero se le ha escapado que la cocina no es una gran teoría sino una práctica servida por una teoría. El concepto de tortilla no se puede comer. El objeto real sigue siendo la tortilla. Y el concepto de tortilla servirá para que hagamos tortillas.

Es grave que un profesor de sociología incurra en el fallo elemental de confundir una abstracción conceptual con los objetos de la realidad. Pero, según se infiere de este articulo, prescindir de la realidad  tiene sus ventajas. Nuestro profesor lo corrobora así: “Si la analizamos como concepto, la identidad deja de ser un problema social y pasa a ser algo más fácil de manejar: una ‘problemática’ social”.

Las palabras tienen, por supuesto, una realidad. Pero resulta peligroso pensar que la realidad puede modificarse por una simple sustitución de palabras o de planteamientos palabrales. Un problema seguirá siendo un problema a pesar de que le llamemos “problemática”. Martínez de Albeniz, deslumbrado quizá por los logros del cocinero catalán que toma como maestro, pretende emularlo en el ámbito del contencioso vasco:

“La identidad como ‘problemática’ pone el acento en que las identidades se construyen socialmente, que no son realidades naturales, pese a que las vivamos como si lo fueran. Nada hay más artificioso que los procesos sociales. Ésa es su naturaleza”.

El problema de la problemática tal como la define Martínez de Albeniz es que no toma en cuenta que lo social es una nueva naturaleza añadida a la naturaleza biológica o existencial humana. Lo social es el tejido en el que las generaciones se suceden unas a otras y van construyendo y destruyendo instituciones, ciudades, naciones, etc, etc. Poner el acento en que las “identidades se construyen” no nos soluciona nada, pues las identidades se construyen a lo largo de los siglos y las generaciones humanas. Un idioma o un entorno determinado, por muy artificiosos que sean, son realidades dadas, “naturales”, para todos los seres humanos. El llamado “problema vasco” tiene ya unos cientos de años y el problema de la violencia unas cuantas décadas. Las murallas de Jericó no van a caer porque les gritemos la palabra “problemática”.

La voluntad de Martínez de Albeniz es la de “desdramatizar el mundo” ya que “cierto olvido terapéutico del ser es necesario”. Es evidente que ante una realidad agobiante el ser humano adopta sus propias defensas para seguir viviendo o para no caer en la locura. Pero una cosa es una estrategia de supervivencia personal y otra es la de limitar nuestra conciencia de las cosas. Ese “olvido del ser” puede llevarnos a la inconsciencia, en nombre de “desdramatizar el mundo”. La única ventaja de la inconsciencia es una suerte de falsa felicidad que dura hasta que nos topamos con la insistente realidad. Porque la inconsciencia supone andar a ciegas sobre un camino labrado de minas. Para las cuestiones sociales, el olvido del ser nunca es terapéutico, es una forma de autoengaño cuyas consecuencias pueden ser desastrosas.

Pero Martínez de Albeniz no sólo hace un planteamiento sino que también aporta sus propias soluciones. El propone que seamos “realmente (…) posidentitarios”. Como vemos, otra palabra nos sale al encuentro, esta vez bajo la férula del prefijo “post” que tantas construcciones artificiales y efímeras ha producido (como por ejemplo el propio post-nacionalismo de Jaúregui y Onaindia). E incluso el profesor de sociología nos marca un camino:

“Lo interesante de hacer de la identidad un producto más es que procura una sana banalización del problema identitario, un salto del esencialismo al merchandising. De dar este salto sin complejos, los más proclives a esgrimir la identidad estarían en posición de convertirse, por arte de magia, en los más eficaces gestores de la industria de la identidad”.

Martínez de Albeniz pretende convertir la identidad en un “producto” sometido a una “sana banalización” cuya consecuencia sería una “industria” que a todos nos hiciera felices con los dividendos y con la contemplación de las cajas de vasquitos y nesquitas en las estantes de las pastelerías. Esta terapia ya ha sido aplicada, concretamente en Euskadi Norte. La consecuencia de ello ha sido la creación de una industria de servicios turísticos en torno a manifestaciones folklóricas vascas, la emigración de la comunidad vasca de Iparralde y su constante erosión tanto en lo cultural como en lo demográfico. ¿Es esa la realidad “banal” que nos ofrece el sociólogo? ¿Es acabar el problema acabando con las raíces del problema, la existencia de una comunidad no homogénea con la identidad estatal oficial?

Este tipo de reflexiones no se podría producir si no existiera el elemento de la violencia de ETA y la división política en Euskadi como telón de fondo. Martínez de Albeniz nos propone una realidad más simpática, pero una realidad que es una toma de partido dentro de la propia contienda: la asimilación a la anomia consumista vía la mutilación parcial del ser identitario. Esto, sin duda, es mejor que una situación de enfrentamiento y de violencia. Pero la situación real y actual es la de enfrentamiento y violencia, mientras que la que nos pinta el articulista es fruto de la interpretación de la frase errónea de un gran cocinero.

¿Por qué Martínez de Albeniz no nos ofrece una realidad alternativa de otro signo? ¿Una realidad, por ejemplo, en la que el estado español y el francés banalizaran sus propias identidades oficiales al servicio de un asimilacionismo de signo contrario? Es evidente que Martínez de Albeniz considera más sencillo convencer al débil de que sucumba voluntariamente a que lo haga el fuerte. Es también el tipo de mentalidad que las élites coloniales trataban de implantar en los nativos para que dejaran sus tradiciones y sus creencias particulares en función de la universalidad propia del imperio de turno.

Pero nuestro articulista se viste con las galas del postismo y nos plantea que la fatalidad de los tiempos está con su opinión:

“En la posmodernidad, las identidades más fuertes son, paradójicamente, aquellas que saben autoparodiarse. En este contexto, el nihilismo identitario es más una fortaleza que una debilidad. Ya no hay identidades originales. Sólo las que tienen su copia correspondiente en el top manta de las identidades son ‘originales’, pero no en el sentido de puras, sino en el de comerciales”.

En la posmodernidad, o en cualquier otra época, las identidades más fuertes son aquellas que resisten los embates del tiempo y de sus enemigos y son capaces de crear sociedades atractivas y vivibles. La pervivencia de la identidad vasca ha sido una victoria contra el tiempo, que tragó a tantos conquistadores de antaño, y contra sus enemigos, que son muchos y muy fuertes. El reto de Euskadi es volver a recuperar el atractivo de su vida particular, restañando las heridas que le causan la violencia y el enfrentamiento político.

Nuestro sociólogo juega a eludir el dato principal de la situación actual para mostrarnos una alternativa que tiene todas las bendiciones de la modernidad más chic. Mucha gente critica la cosificación y el mercado abandonado al puro darwinismo. Pero Martínez de Albeniz nos propone que la identidad vasca se convierta en un producto/cosa y se someta a los vendavales del libre mercado. El articulista pretende que los vascos abracen gozosos el reino de lo efímero y de lo contingente. ¿Por qué no hace esa proposición a la otra parte, que es la identidad estatal? Porque esta, en la práctica, si es una “realidad natural” que no se somete a las leyes del mercado y la cosificación. Eso es lo que los nacionalistas vascos quieren para su propia identidad nacional: que esté libre de las contingencias, del mismo modo que lo esta la identidad nacional española. La alternativa de Martínez de Albeniz se muestra tal como es: una eutanasia sonriente para el “ser” vasco, mientras la España Una e Indivisible sigue protegida de las inclemencias del libre mercado de identidades.

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9 comentarios en «La cuestión post indentitaria»

  1. Hay k ver k obsesion de los apañoles kon la «identidad», lo «identitario», etc.. komo si la identidad fueses algo malo, es k tenemos k ser to2 komo 1 patron kortado x alg1 iluminado? Es k no podemos sentirnos part d 1 komunidad k no sea la oficial estatal? No pueden sentirse los amantes de la numismatika komo 1 komunidad y organizarse y konvivir kon los k son miembros d la komunidad? No pueden los k se sienten miembros de 1 komunidad nacional organizarse y konvivir kon kienes se sienten d otra? Es k la komunidad «apañola» es exklusivamente la garantiza todo.

  2. Me acuerdo en los 80 a los euskadikos en los peores tiempos del coche bomba y el GAL que nos decían eso de que claro que había que «desdramatizar» y por eso hacían txarribodas, aberri egunas desdramatizadores, desmitificaciones varias de la historia vasca, sobre todo nacionaista, poniendo a parir a todo pichichi vasquista que valiera un peine. El sociólogo este se ve que es de ese palo y quiere reverdecer los laureles de tan magna empresa pasada por el fregado de Vatimo y el posmodernismo que es otra especie de varadero donde recalan todos los ex revolucionarios que viven ahora entre algodones pero quieren seguir dando cuerda a su rollo patatero.

  3. Lizarralde,

    después del «post-nacionalismo» de Jáuregi creo que fue Txabarri quien escribió sobre el «post-socialismo». Fianlamente le permitierona a Jon Juarista «cerrar» el debate con sus «postumos», donde venía a decir que tanto nacionalismo (vasco) como socialismo era «postumos». Ahora «postidentitario». Los juguetones de Bolgako Batelariak bautizaron la «post-independencia».
    Tanto «post» nos va a llevar al post-cosmopolitismo.

  4. Kreo k lo siguiente k toka es «pos-ciudadania», ahora k hasta ETA habla d «ciudadania» en sus eskritos. Primero kemas «pueblo», luego «nacion», luego «ciudadania», lo siguiente k se pondra d moda sera «grupo humano», kien lo sabe.

  5. No nos olvidemos de otro post más sugerente todavía el postsoberanismo de Keating, miembro del tribunal que ha valorado la tesis de Ibarretxe.

  6. Merry, estoy aunque te resulte un tanto estrabagante de auerdo en parte contigo, sobre los eusquadicos.

    Pero Lizarralde postulante perpetuo a POLICIA DEL PENSAMIENTO, y de CAPO del GETO EUSKALDUNA, tengo que decirle lo siguiente, me parece muy bien que se sienta identificado con la oveja LATXA, del logo de la pegata, porque que casualidad, las ovejas van en REBAÑO, y los lobos en MANADA.

    Pero Lizarra-alde, y la PERSONA en donde pones a la PERSONA, un antihumanista como tu con sindrome de Estocolme, se siente a gusto en la mesnada, oyendo la txikitrixa, o la ALBOKA.

    A mi en cambio y a mutxos, nos gusta sentimos libres y que no nos metan en un GULAG, boltxebike o euskalduna, nosotros tenemos aki nuestra KABIYA, pero nos gusta volar con el pensamiento hacia la meseta kastillana, nuestros aliados, o hacia ARAGON, o hacia Frantzia.

    Nos quieres ACORRALAR con tu etb, pero nosotros garcias a Dios tenemos antena parabolica, y nos gusta ver aparte departidos de pelota, ke koñazo, O HITZORDUAK DE POLITIKARIS, magnificando el rollete, que si Euskalerria que si europa, nos gusta ver y oir otras cosas.

    Tu continua en el ollotegi, pero ten cuidado solo cabe un gallo, que cante por la mañana, y no dos gallos que cantan el KIRIKI a su manera.

    No entiendo como eres contrario al muro de Berlin, y eres favorable al de Euskalerria, escutxa PING FLOID, y relajate un poquito.

    Maritxu nora zoaz eder galant ori, iturrura Bartolo, nai ba dezu etorri, lara lara, lara

  7. Interesante H1zale,
    pero ya vimos el resultado del impulso por la cosoberania y el estatus de libre asociación que propuso Ibarretxe. Fue calificado por el españolismo político de soberanismo. Sin embargo, ningún Barbería o Solozabal hablaron del soberanismo de las sentencia del TC respecto la ley de consulta o el Estatut. Quizá tendríamos que cambiar nuestro lenguaje, hablar más de la ciudadanía de Euskadi y de Navarra y menos de Pueblo y Nación para así pasar el sanbenito «indeseado» de nacionalistas y soberanistas al españolismo político (que realmente lo son y tienen todo un estado para pisar fuerte el acelerados cuando quieren). Pero me da que no, suena demasiado a renuncia y subordinación, que no estamos dismpuestos a dejar de ser «soberanistas»

  8. Es curiosa la visión «objetiva» que tienen los españoles de su identidad. ¿Nadie se la ha inventado? ¿No se ha construido? ¿Nadie la ha impuesto?

  9. Kepa, la clave del discurso más progresista y a su vez más retrovanguardista está en el antisoberanismo.

    El soberanismo es fruto del absolutismo.

    Hay que defender los cuerpos politicos constituidos de asociaciones voluntarias.

    Hay que defender los contrapoderes como los únicos valedores de la democracía garantista.

    Hay que defender la yuxtaposición autónoma de distintos marcos de decisión política para ámbitos y cuestiones diferenciadas.

    La concentración de masa de poder acaba provando siempre auténticos agujeros negros politicos.

    Diré lo de siempre: en Europa hemos sido salavados por los EUA, del fascismo primero, y del comunismo después, dos formas de totalitarismo que constituye una expresión industrial del absolutismo que tuvo a su vez su expresión moderna en el jacobinismo de la revolución francesa. Pero Europa sigue sin estar libre del absolutismo, y la prueba de ello resulta la predicación que todavía tiene el discurso soberanista.

    Por toro lado, si tenemos en cuentan como se las gastan en China, yo no pongo la mano en el fuego por el continente Euroasiatico.

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