Mikel Ubillos
En este artículo quiero resaltar algunas ideas expuestas en un reciente artículo escrito por Martín Beramendi y Joxean Rekondo sobre una actitud exigente para lograr la paz.
Estos dos ex alcaldes dentro de un contexto más amplio apuestan por “un modelo social y nacional que se apoya en el esfuerzo de integración permanente de los disconformes, a través del diálogo y la práctica democrática.” Hay que resaltar que detrás de este planteamiento existen gran parte de las experiencias que desde el mundo del tratamiento de los conflictos se han ido mostrando a lo largo de los años. Hay mucha sabiduría y madurez para encaminarse a la construcción de la paz.
Es la primera vez, en muchos años, que leo unas declaraciones de políticos en activo, que dan en la clave y muestran con claridad el camino a seguir en el proceso de superación de la violencia en el conflicto vasco.
Cuando los estudiosos de los conflictos hablan de los procesos de construcción de paz expresan que cada pueblo debe reflexionar y buscar los fundamentos y las acciones a desarrollar que propicien el final del uso de la violencia en dicho conflicto. La puesta en marcha de esos fundamentos y acciones es la base de la construcción de paz.
Las reflexiones de estos dos ex Alcaldes, uno de Oiartzun y el otro de Hernani, que han tenido que sufrir en sus carnes amenazas y agresiones continuas, muestra que la paz es posible en este país. Su apuesta por “la integración del disconforme y por estimular actitudes y conductas recíprocas que favorezcan el reconocimiento, el diálogo y el compromiso por la convivencia plural, frente al rearme de antagonismos y frentismos” muestran el verdadero camino hacia la paz.
En contraposición con otros conflictos (por ejemplo, el de los Balcanes o el de Irlanda) en el del País Vasco no estamos ante una sociedad dividida en bloques enfrentados e irreconciliables, sino ante un pueblo plural con distintas sensibilidades y expresiones políticas, que necesita madurar y profundizar en la convivencia. La sociedad vasca es una sociedad en construcción y evaluación que apuesta en su conjunto por una convivencia en paz. Sólo una pequeña parte de la misma, que se va reduciendo cada vez más, apuesta por el uso de la violencia en el conflicto.
Ellos deben saber, que el uso de la violencia es perverso porque distorsiona la realidad mayoritaria por la convivencia; lo cual en lugar de llevarnos a la solución del conflicto nos lleva a un mayor enfrentamiento, que la sociedad vasca no quiere ni alienta.
En este contexto, las reflexiones, como la de estos dos políticos, conocedores de la vida cotidiana de sus pueblos al haber sido alcaldes de los mismos, que apuestan por valores como la integración, la convivencia y el diálogo, son profundamente generadoras de paz y muestran el camino hacia la verdadera reconciliación.
Ahora toca dar un paso más en la reflexión y buscar las actuaciones concretas que deben potenciarse y desarrollarse en este proceso.
La reflexión que me hago Mikel, es qué hacer si alguien, no «comprende» que la violencia «distorsiona la realidad mayoritaria por la convivencia» y no lo quiere comprender, porque precisamente pretende distorsionar dicha realidad.
La pregunta que yo todaví no se contestarme a mi mismo es dónde están los límites entre la generosidad y el pago, aunque sea generadora de la paz. En esta espiral en el que se usa la violencia para negar la voluntad de autogobierno de los vascos, mientras otros usan la voluntad de autogobierno para alimentar una violencia para otros fines extraños.
Responder estas preguntas debería ser primordial para buscar las actuaciones concretas a desarrollarse en este proceso.
Ahora hay que ponerse manos a la obra y trabajar por que esos valores sean inertes a la sociedad vasca.