Ion Gaztañaga
Como veíamos en el anterior capítulo, el Lehendakari Ardanza dibujó muy claramente su opinión sobre el proceso constitucional y la apuesta del PNV. Continuando el orden cronológico, es más interesante aún su opinión sobre lo que vendría a continuación, el Estatuto de Gernika y la visión y esperanzas del nacionalismo. La conferencia continúa así hablando del proceso de relaciones entre el nacionalismo y el constitucionalismo:
(…) El nacionalismo vasco no se desentendió del proceso, (…) se implicó activamente en él, participando (…) en la elaboración y aprobación del Estatuto de Gernika. (…) Se había configurado ya un nacionalismo antiinstitucional, representado por HB, que, con el 15% de los votos, se erigiría (…) en el referente de la opción rupturista desde planteamientos ideológicos revolucionarios. Muchos nacionalistas se sentirían atraídos por el señuelo abertzale que tal opción les mostraba.
Ardanza deja claro aquí su visión del MLNV, un proyecto revolucionario bajo “señuelo abertzale”, que ampliará más adelante cuando trate el manido nudo gordiano de la relación entre el “conflicto” y la violencia.
(…) la opción estatutaria del nacionalismo democrático adquiría un significado adicional y decisivo: como si el PNV hubiera asumido sobre sí, ante el sector nacionalista de la sociedad vasca, la carga de la prueba de la corrección de su apuesta y, ante toda la sociedad (…) la responsabilidad principal en la superación de la violencia y en la plena integración de la sociedad. Responsabilidad y carga (…) que los demás partidos (…) también le atribuyeron (…).
Los partidos españoles habían endosado, al parecer, al PNV la responsabilidad de acabar con la violencia a través del Estatuto, cosa que como sabemos, no ocurrió y al parecer es la causa de la furia española de culpabilizar al PNV de no hacer suficiente contra la violencia. Este supuesto “fracaso” del PNV es el que hoy en día usa la la izquierda y derecha española para mantener secuestrado el Estatuto, porque lo consideraban un pago para el fin de la violencia y no como una legítima aspiración y voluntad de los vascos. El cumplimiento del Estatuto, lo tienen al parecer reservado hasta que puedan ponerlo como pago el fin de ETA en una negociación a la baja.
(…) el proceso hacia un eventual reencuentro entre el constitucionalismo español y el nacionalismo vasco había de identificarse con el del Estatuto y su desarrollo. Los pasos que se dieron, además, en esa dirección fueron importantes. (…)
Hacer de la necesidad virtud es un criterio que orienta, muchas veces, el quehacer político. Pues bien, esos dos hechos que acabo de mencionar, a saber, la crisis y posterior escisión del PNV, de un lado, y las coaliciones institucionales entre nacionalistas y socialistas, de otro, fueron la necesidad que propició la virtud de la política vasca a lo largo de más de un decenio.
El primero -el de la crisis interna- obligó al PNV a realizar una profunda reflexión -en las Asambleas de Cestona y del Teatro Arriaga de los años 1987 y 1988-, de la que salió reforzada su tradición más pactista y que le propició su posterior remontada electoral frente al continuo declive del partido escindido. El segundo hecho -el de las coaliciones institucionales- supuso una prolongada e intensa convivencia gubernamental entre personas y programas que (…) provocó una distensión ideológica que se dejó sentir favorablemente en la propia sociedad. (…) El Estatuto se proclamaba en Euskadi como auténtico lugar de encuentro de la inmensa mayoría de los vascos (…).
(…) El PNV (…) revelándose capaz de entablar relaciones y alianzas con todas las fuerzas democráticas (…) en busca de un desarrollo consecuente del Estatuto, fijó, sobre todo, la mirada en el interior de la sociedad vasca, haciéndose cargo de su enorme complejidad y tejiendo redes de entendimiento y de complicidades que aseguraron una cada vez más sólida cohesión social. Se hicieron y consolidaron entonces los grandes pactos en materia educativa, lingüística y cultural.
Evidentemente, esta visión no será compartida por los miles de militantes y simpatizantes que apostaron por Eusko Alkartasuna, pero es importante observar la interpretación que el Lehendakari da a las consecuencias de la escisión y la reflexión interna del PNV. Y no sólo considera Ardanza estas reflexiones y las coaliciones como hitos tácticos consecuencia de la escisión sino que reivindica estas reflexiones como hitos políticos estratégicos del PNV:
Quiero reivindicar, en este contexto, el carácter auténticamente político- en el sentido más noble del término- de los gobiernos de coalición que funcionaron en este período. Se ha querido, a veces, minusvalorar su significado, calificándolos despectivamente de meros «gobiernos de gestión». Tras este calificativo se oculta una lamentable confusión entre política e ideología (…). Aquellos gobiernos contribuyeron decisivamente (…) a superar la tremenda crisis económica (…) a integrar política y socialmente una comunidad siempre amenazada de fragmentación, a elaborar una política unitaria, unánime, de normalización y pacificación. Esos gobiernos hicieron, pues, política de verdad. Y la hicieron precisamente porque supieron distinguirla de la ideología y situar esta última en el lugar que le corresponde.
Por lo tanto, Ardanza se lamenta amargamente del, adjetivo “de gestión” que se le atribuye a los pactos PNV-PSE porque considera que más allá de las ideologías de cada partido se llegó a un acuerdo muy beneficioso en su opinión para toda la sociedad. Pero su mayor satisfacción está en el pacto de Ajuria Enea, especialmente en los compromisos que recogía dicho acuerdo con respecto a la violencia:
El gran hito de esta larga década (…) lo marcó, sin duda, el Acuerdo de Ajuria-Enea (…) Su nombre completo contiene (…) la normalización y la pacificación. Juntas, aunque sin mezclarse, apuntaban certeramente a los dos problemas estructurales que tiene planteados el país: la consolidación de un ámbito estable de convivencia democrática y la superación del terrorismo. (…)
La normalización se fiaba (…) al «pleno y leal desarrollo de todos y cada uno de los contenidos del Estatuto… de conformidad con los principios que lo inspiraron y respetando su singularidad».(…). «La definitiva normalización» del País pasa, necesariamente, por «su asunción o acatamiento». Al mismo tiempo, se recuerda la legitimidad que asiste a la sociedad vasca tanto para decidir su reforma por los procedimientos en él contemplados como para «reivindicar cualquier derecho que, de acuerdo con las Disposiciones Adicional Primera de la Constitución y Unica del Estatuto, le hubiera podido corresponder». (…)
La pacificación (…) supone (…) un diagnóstico común de todos los partidos democráticos respecto de la auténtica naturaleza de la violencia de ETA. El Pacto de Ajuria-Enea la define (…) como «la expresión más dramática de la intolerancia y el máximo desprecio de la voluntad popular». Al poner, por tanto, la violencia en relación directa e inmediata con la intolerancia antidemocrática, y no con ningún conflicto político no resuelto de carácter nacionalista, el Pacto abre la puerta a la unidad de todos los demócratas frente a ella (…). Es la democracia, y no ésta o aquella opción política, la que está directa e inmediatamente concernida por el terrorismo.
(…) la pacificación implica, antes que nada, el compromiso del Estado de Derecho en la defensa de las libertades ciudadanas mediante la utilización de todos los medios legítimos (…) y habida cuenta del déficit de integración política que padece el País Vasco, se apela a la legitimidad de la defensa y eventual aceptación de cualquier proyecto político que se propugne por métodos pacíficos y democráticos (art.8), y se apoya la integración en el sistema (…) de quienes hayan decidido abandonar los procedimientos violentos (arts. 9 y 10).
(…) el Acuerdo de Ajuria-Enea constituye, en su misma esencia, un acto de legitimación de las instituciones democráticas de que la ciudadanía vasca se ha dotado y de radical deslegitimación de quienes, de manera antidemocrática y totalitaria, se oponen a ellas mediante la violencia. Por decirlo en pocas palabras, la violencia no podrá conseguir nada de la democracia mediante la presión de su ejercicio ni podrá ser recompensada por ella mediante la coartada de su abandono. (…) Desde este punto de vista, el proceso caminaba hacia el reencuentro.
En estos párrafos quedan claras las principales ideas del Lehendakari Ardanza con respecto al Pacto de Ajuria Enea que podríamos resumir como la separación entre normalización y pacificación.
- La primera debía continuar con el desarrollo estatutario, incluyendo su reforma y las disposiciones y reservas de derechos. Un espíritu que como sabemos no fue respetado por el Estado, llevando el desarrollo estatutario al más bajo mercadeo.
- La segunda definía la violencia no como consecuencia del conflicto, sino como la intolerancia contra la democracia y la voluntad popular. Esta visión del “señuelo abertzale” (en palabras de Ardanza), abandonado por el nacionalismo a finales de los 90 para pasar a la “consecuencia del conflicto” es el argumento usado por los arietes jacobinos para mezclar nacionalismo y violencia y señalar que para acabar con la violencia hay que acabar con el nacionalismo, que el nacionalismo es culpable, por ser simplemente nacionalista (vasco, se entiende, porque el nacionalismo español se disfraza de constitucionalismo)
Este acuerdo histórico, en palabras del Lehendakari, «camino del reencuentro», se abandonó comenzando la abierta etapa de confrontación en el aznarato (y después en el zapatazo, pero recordemos que Ardanza realizó su exposición el año 2001). El próximo capítulo veremos las razones que en opinión del Lehendakari llevaron a este enfrentamiento.
Mas le valdria al PNV volver a tener el pacto de Ajuria Enea y no esta alianza española. Los menos interesados en firmar algo como el pacto de Ajuria Enea son los españoles porque lo que quieren es cargarse el nacionalismo y en el pacto queda bien claro que el MLNV no es consecuencia de ningun nacionalismo.
Con el pacto de Ajuria Enea el liderazgo institucional estaba en el lehendakari y ahora lo tiene Rubalcaba. Ahi esta la gran cuestion, quien le pone el cascabel al gato.
¿Qué hacer cuando el máximo representante del PNV en gipuzkoa afirma que aquel pacto de Ajurianea era un paraplégico?
El pakto de Ajuria Enea se lo kargaron los peperos k no kerian firmar el plan ardanza y los sociatas akomplejaos k le akompañaron.
Xo os habeis dado kuenta komo Patxi Lopez no kiere ni oir hablar d 1 nuevo pakto? el PP kerria k en el nuevo pakto no hubiera nada de lo k ponia en Ajuria Enea sobre la reforma del estatuto ni la voluntad d los vaskos, kerria simplemente repetir su «akuerdo kontra el terrorismo» d Madrid. Patxi Lopez podria tener el liderazgo si hubiera akuerdo, xo klaro, si el PNV vuelve al poder, entonces seria el lehendakari dl PNV kien liderara y eso es lo k no kieren bajo ning1 koncepto. Kieren k sea el ministro d interior el k mueva el kotarro!!!
X otra part, me agrada mucho k Ardanza tuviera (en 2001, en 1986 no lo sabemos) tan klaro el engaño abertzale del MLNV, kizas x eso le pusieron a kaer d 1 burro. Rekuerdo komo en su ultimo alderdi eguna komo lenda, le pitaron xk kritiko Lizarra. Serian los amigos del k dijo k el Estatuto era karta otorgada.
El unico pacto que tiene que hacer el PNV, es con el Pueblo Vasco, lanzando un mensaje claro y valiente a toda la sociedad vasca, diciendo cuales son sus objetivos sociales , economicos y politicos, solo ese pacto con la sociedad, y la movilización de este pueblo, para que esos objetivos se hagan realidad, sera el revulsivo para acabar con esta situacion de españolizacion y de falta de libertades.
Y kien los k votan PSOE y PP son tambien pueblo vasko? Kon ellos tambien hay k paktar?