La independencia o el fantasma de Bad Godesberg (1)

Ion Gaztañaga

Los burukides del PNV pueden estar de enhorabuena. Todo el mundo está preocupado por su ideología, por su trayectoria, por su arcaísmo de caverna, por cómo limpiarlo de telarañas, por cómo se ha tomado la oposición, por lo que debería dejar de lado para ser un partido formal y por no se cuántas cosas más.

Pero no hablamos de afiliados o simpatizantes preocupados. Hablamos de la brunete mediática, de Basagoiti, Lopez, Eguiguren, los oficialistas de EA, Arnaldo, Rajoy y es posible que hasta Obama le vaya a dar un par de vueltas al asunto de la mano de ZP ahora que, en palabras de la pensadora Leire Pajín, los ojos van a girase hacia el próximo acontecimiento histórico a escala planetaria, la coincidencia de dos presidencias progresistas a ambos lados del Atlántico, Obama en EEUU y Zapatero presidiendo la UE.

Para vender mejor la moto, siempre es conveniente tomar alguna palabra o concepto que sintetice el consejo del enemigo, a poder ser alguna referencia internacional o histórica que le de esos aires contundentes de estudioso imparcial. En el caso del PNV el bingo ya tiene premio: se llama «Bad Godesberg».

El 15 de noviembre de 1959, en el distrito Bad Godesberg de Bonn, el SPD realiza el primer congreso desde el fin de la guerra donde decide la renuncia al marxismo y acepta la economía de mercado que según la leyenda le abrió el camino para conseguir un respaldo popular para llegar al gobierno. Y esa renuncia ideológica «de máximos» es al parecer la receta que quieren vender casualmente los adversarios del nacionalismo y algunos calificados como gurus para hacer llegar a los que les leen o les escuchan que el nacionalismo tiene un pecado del que todavía no se ha confesado. Como muestra estos botones:

1) En el año 2000 el PSE presentó un documento llamado «Manifiesto por la alternancia política», redactado por el futuro dialoguista profesional Eguiguren donde hablaba de la resistencia cívica contra el PNV y nos decía que el el PNV «debe ir a la oposición o, al menos, salir de Ajuria Enea para hacer un Bad-Godesberg (adaptación de la ideología a la sociedad) y redefinir su política en claves netamente democráticas y autonomistas» y que sólo el PSE podría liderar el cambio desde un gobierno de unidad o desde un gobierno con mayoría parlamentaria amplia.

Atención a lo de claves «democráticas y autonomistas» porque precisamente hay más de uno que quiere hacernos cree que lo primero exige lo segundo.

2) Un poco más tarde el mismo año 2000 nuestro amado e imparcial Alberto Surio entrevista a Eguiguren y le plantea su apuesta por un lehendakari no nacionalista a lo que Eguiguren responde:

«Sí, desde el momento en el que el PNV ha abandonado la moderación estatutaria y reclama el soberanismo defiende una política en la que es muy difícil llegar a acuerdos de gobierno. La única forma de corregir la situación vasca es la alternancia (…) A eso le añadimos que el PNVestá en un dilema tremendo. Necesita una clarificación y la historia nos dice que ese tipo de reflexiones se hacen desde la oposición. El PNV no ha hecho todavía su «Bad Godesberg».

3) A finales del año 2000, nuestro intelectual orgánico Antonio Elorza, recordando las jornadas sobre violencia en las que discutió con el entonces peneuvista Joseba Arregi nos dice en un artículo titulado «El origen de la violencia»:

(…) recuerdo el escaso agrado con que fueron recibidas mis tesis desde el lado abertzale y también la intervención sobre las ponencias de un profesor cuyo apellido inequívocamente vizcaíno no retengo, con pinta de engreído, que se dedicó a hablar todo el tiempo en euskera sin cuidarse del previsiblemente desconocimiento de este idioma por parte de algún ponente. «Nik eztakit erderaz», dijo el Fundador. También recuerdo que a unos cientos de metros, en el barrio de Amara, se produjo un atentado mortal de ETA, lo cual, insistí entonces, venía a reforzar la necesidad de que el nacionalismo democrático celebrase de una vez su Bad Godesberg, la rectificación a que han procedido otros partidos centenarios, adecuando sus planteamientos y sus objetivos a la realidad vasca, y rompiendo explícitamente, salvo en la declaración de Euzkadi como patria de los vascos, con un legado doctrinal, el de Sabino Arana, del que salía la estela de violencia, en la forma de una religión política, cuyo heredero indudable era ETA.

De la obsesión sabiniana de Antonio Elorza y del totalitarismo heredado de Sabino y de Ignacio de Loiola de la que bebe ETA según este hombre (parece broma pero no lo es) hablaremos otro día.

4) En el año 2004 después de la resaca del 2001 podemos leer en ABC un artículo «El administrador de sueños» de Ricardo García Cárcel donde nos dice que:

Hoy, el PNV, que nunca ha celebrado su particular congreso de Bad Godesberg, como hicieron los partidos socialista y eurocomunista con el marxismo y el leninismo, parece estar más cerca de Arana que de Aguirre, de los sueños del «apóstol» Arana (como le llamaba Prieto) que del realismo del «político» Aguirre, un optimista histórico que siempre supo conjugar su condición de «creyente» con la de «flotante».

5) Ya este año el término se ha puesto muy de moda, comenzando por nuestro admirado Txema Montero, de ideología móvil donde los haya y que nos advertía en Abril en una enternecedora entrevista con Surio (que lo calificaba como «lucido observador de la política vasca») :

P. Se suele decir que lo que necesita el PNV es su Bad Godesberg, el congreso del SPD alemán en el que renunció al marxismo.(Nota: supongo que lo pregunta así por no decir «Jesus Eguiguren me ha dicho que te diga este palabrejo alemán para hacer campaña»)

R. Todos los partidos lo necesitan. Pero aquella renuncia no supuso la renuncia a la lucha por la libertad, por la igualdad, (…). Si al PNV se le pide renunciar al independentismo, que sería el equivalente del marxismo, creo que no debería hacerlo si no tiene claro cuáles son las alternativas. Si por independentismo se entiende tener un Estado vasco independiente, sí creo que es un objetivo renunciable, como fue Bad Godesberg. Pero si esta renuncia al independentismo supone rechazar a partir ahora la reclamación de un mayor poder político para una comunidad, no estoy de acuerdo. (..) Para mí el objetivo pasaría por tener nuestra propia planta institucional dentro del Estado español teniendo reconocido constitucionalmente el hecho constitucional vasco.

Lo del pensamiento de Montero da para una serie de 20 artículos pero centrémonos en el tema de hoy: a) Montero cree en el Bad Godesberg del PNV b) Según Montero el PNV no tiene claras las alternativas c) Montero (sorpresa) sí las tiene y d) después del viraje ideológico sin fin Montero nos ha reinventado los fueros con la independencia dentro del Estado después de haber convocado hace poco los Estados Generales Vascos.

6) Enrique Curiel, en su artículo de Abril «Nudos Vascos» en Deia volvía a la carga con el fetiche alemán:

El PNV tiene que acomodarse a la nueva situación. (…) Pero además debe despejar varias incógnitas si contempla el futuro con inteligencia. (…) Como ha dicho Txema Montero en unas recientes declaraciones, el PNV está tardando demasiado en interiorizar el resultado. Y agrega que debería pensar en un Bad Godesberg político, ideológico y programático en torno al independentismo, y, añado yo, que le permita ubicarse en la nueva situación. Comparto el criterio de Montero y para nadie constituye un secreto que el debate está abierto desde hace tiempo en el seno de citado partido.

7) Ya en Mayo, Antonio «matasabinianos» Elorza nos deleita con un nuevo artículo vocentil bajo el título «El PNV: el falso péndulo» demostrando que este hombre se repite más que chiquito de la calzada:

Lo anterior no excluye la sucesión de hitos en la historia del nacionalismo vasco, en los cuales despuntan intentos de llevar a cabo efectivamente el giro autonomista, de hecho el giro democrático. Desde el precursor de Landeta y el de ANV antes de 1936, hasta el más reciente de Josu Jon Imaz, que tenía la particularidad incluso de mantener la meta independentista, pero sometida a un diseño político basado sobre las alianzas transversales, el corte definitivo del cordón umbilical con el terrorismo de ETA, y el fin de la centralidad del ‘Volk’ sabiniano. De nada le valió ocupar el vértice de un partido acostumbrado a obedecer sin discutir. La ortodoxia se impuso una vez más, aunque todos sepamos que no estaba solo. No cabe, pues, esperar a que la oscilación del péndulo nos devuelva al PNV a los espacios de la razón. Después de más de un siglo de historia, el partido no necesita un viraje táctico más, sino un congreso de Bad Godesberg como en su día celebró la socialdemocracia alemana, que le saque para siempre del mito sabiniano de Euzkadi vista como si fuera el poblado de Asterix, reducto de la pureza gala contra los invasores romanos y en permanente lucha por su independencia.

Vamos, que autonomista equivale a democrático e Imaz era transversal pero ocultaba el terrible pecado de una futurible independencia que el bueno de Antonio hábilmente denuncia cada semana en su columna-nodo habitual.

Creo que las citas dejan suficientemene claro que el concepto de Bad Godesberg nos va a acompañar mucho tiempo como la famosa frase de «equidistancia entre a victimas y verdugos», así que en la próxima parte analizaremos qué hay de paralelismo entre la renuncia al marxismo y la pretendida renuncia a la independencia.

(Continuará…)