Imanol Lizarralde
En momentos en los cuales parece claro que el conflicto va a prolongarse durante un tramo de tiempo considerable, resulta siempre necesaria una antorcha, una referencia, de solución del mismo. Y como no el MLNV tira de la impresión del “casi”, de lo que pudo suceder, como lenitivo a las acciones violentas de ETA y a las algaradas que nos esperan. Es desde esas mimbres de las que se teje el mito de Loiola. Y es Ramón Zallo quien se nos muestra en esta ocasión como uno de los sacerdotes que convocan su espíritu («Las oportunidades del preacuerdo de Loiola», Deia y Noticias).
Zallo ha quedado deslumbrado por lo que significó el preacuerdo de Loiola: “Aquel borrador hay que entenderlo como el documento base suscrito, interno, de carácter plural y transversal, de principios, de definición de marco, de metodología y cronología de desarrollo más importante de nuestra reciente historia”. Ahí es nada. Concluyendo: “Largamente muñido sobre el problema de fondo, sólo espera para activarse a unas condiciones propicias que dependen exclusivamente de los actores y sus expectativas”.
Para Zallo Loiola constituye una luz en medio de los nubarrones, “su validez no depende de la coyuntura o de que haya tregua”. ¿Cómo fue posible, pues, que una ocasión, tan real, de paz, se fuera a la cuneta? Zallo da dos explicaciones. El PSOE entendió las concesiones políticas de Loiola (que, según Zallo, consistían en “reconocimiento de identidad y del hecho nacional vasco, derecho a decidir, igualdad de oportunidades a todas las opciones, órgano institucional común”) como “un acuerdo de pacificación” y no como reivindicaciones democráticas que tuvieran un valor per se. Ante esa convicción, sigue Zallo, el PSOE dio la razón “a ETA, la razón de que la violencia ablanda y es rentable. Y vuelta a empezar alimentando la espiral”.
Si cualquier concesión política en una mesa de normalización va a considerarse como una validación de la lucha armada de ETA e interpretada por la organización como una ocasión más para estirar la cuerda de su concepción político-militar, entonces la negociación, per se, es una de las claves de la reproducción de la violencia de ETA. Pues supone, como dice Zallo “dar la razón a ETA”, en términos de posibilitar una nueva situación constituyente. Pero es que ETA no niega el acuerdo político. ETA simplemente considera que en determinadas circunstancias, aunque haya acuerdo político, puede seguir actuando. Como cuando puso la bomba en la T-4.
Zallo sigue teniendo muy claro que el PSOE en las actuales circunstancias no admitiría de ninguna manera una propuesta como la de Loiola, por muy constitucional y encajable que en aquellos momentos pudiera pensarse que era. Pero sin embargo piensa en sus cualidades metafísicas, las que la hicieron aceptable en un determinado momento. Se trata que un grupo de gente (los de siempre, PNV, EA, IU…) pongan en funcionamiento un planteamiento alrededor de Loiola que cumpliría lo que Gilles Deleuze llama la función de “un paquete de signos”, desde el cual poner en marcha un movimiento popular por las virtudes no finiquitadas de Loiola, planteándola como oferta. “Si en el ínterin persiste la violencia, quienes la ejerzan o amaneren se autoexcluirán del proceso. En caso contrario, ongi etorri”.
Parece bastante claro que plantear una alternativa, unida a otra coyuntura, en la cual se dio una foto que ya no vale, y, a todas luces una alternativa fracasada (por que, como nos recuerda también Zallo, “Batasuna quiso modificar algún punto sustancial y provocó el final de las reuniones”) supone, simplemente, un enfrentamiento contra el estado, tratando de aprovechar una de sus contradicciones. ¿Y los compañeros de camino para este enfrentamiento, aquellos del ongi etorri tan simpático de Zallo?
Ahí tenemos a Rafa Díez secretario de LAB y líder máximo del MLNV anunciándonos también las virtudes de Loiola. No menos taxativo y reiterativo “Tendremos que volver a Loiola, otra cosa es con qué diseño, si vale todo lo que se hizo o tiene que ser diferente, pero tendremos que volver a Loiola. En Loiola están las claves de lo que puede ser un acuerdo que ponga a este país en otro ciclo”.
Lo dice con nostalgia y con espíritu de hermanamiento. Pues mientras el MLNV sigue planteando su ofensiva político-militar a todos los niveles. ¿Qué cosa más adormecedora para el espíritu de su enemigo (PNV, EA, IU, incluso al PSOE, a personas como Eguiguren, al que tanto Rafa Díez como Zallo tratan con cariño) que la reiteración de un momento de paz posible que no llegó? ¿Qué no llegó porque aquellos que lo reivindican ahora, entonces no quisieron?
Parece claro que Loyola va a resultar ahora el nuevo señuelo del MLNV para lucir deseos de paz, cuando fueron ellos mismos quienes rompieron la baraja. No caigamos en su engaño.