Imanol Lizarralde
Así debemos definir, sin paliativos, los peores resultados obtenidos por el nacionalismo en unas elecciones estatales. Es la primera vez, desde 1993, que el PNV deja de ser el partido más votado en la CAV, y EA pierde su diputado, que siempre había conseguido.
Me limitaré a una serie de datos: la conjunción de PNV y EA en San Sebastián tiene los mismos votos que NaBai en Pamplona. EA obtiene en Bilbao el 1´7 % de los votos, en San Sebastián el 6% y en Vitoria el 2´7 %. El PNV pierde en Gipuzkoa por 14 puntos respecto al PSOE. En fin: el análisis más detallado sólo redundaría en ahondar más en el desastre.
Estas elecciones manifiestan en todo su vigor la crisis del nacionalismo. Una crisis que se traduce en la persistencia de una disputa interna en ambos partidos (disputas que suponen un terrible desgaste de energía y una deplorable imagen externa) y, sobre todo, su ausencia de alternativas y de propuestas de cara a la sociedad.
La retirada de Josu Jon Imaz de la presidencia del PNV y la presentación del plan de nueva consulta de Juan José Ibarretxe son factores que afectan de primera mano a estos comicios. Las pasadas elecciones municipales ya supusieron un toque de aviso. Pero estas elecciones generales representan un desfondamiento grave del espíritu del nacionalismo. Pues es, sobre todo, en términos de espíritu y de ilusión en los que se palpa de forma más concreta la crisis del nacionalismo. La consulta no levanta entusiasmo, es interpretada como algo alejado de la realidad y de los problemas de la gente. Su irrelevancia en la campaña electoral ha quedado de manifiesto.
En el caso de EA llegamos al fin de un proceso iniciado el año pasado con el Congreso de Bilbao en el que el partido tomaba una línea en solitario y de acercamiento a la «izquierda abertzale». Esta línea sufrió su primer embate en las elecciones municipales anteriores. Estas presentes elecciones dejan a EA al borde de la desaparición. Después del último Congreso ordinario, tratando de colar a la opinión pública la «integración» de los dos sectores del partido, los oficialistas de EA se dedicaron a malgastar las energías de los afiliados en los comicios internos por las ejecutivas locales de San Sebastián y la ejecutiva de Gipuzkoa y, encima, colocaron un candidato oficialista para Gipuzkoa. Aparte de la orfandad de planteamientos del discurso oficial de Eusko Alkartasuna, incapaz de elevarse por encima de una radicalidad hueca.
Las explicaciones oficiales de EA de que todo esto ocurre por cuestiones circunstanciales como el asesinato de Isaías Carrasco (¿es que los políticos nacionalistas no preveían que ETA iba a irrumpir en la campaña electoral? ¿Se puede ser más ingenuo?), la bipolarización estatalista entre PP-PSOE (cosa que ocurre en todas las elecciones generales, lo que no explica por que en estas los resultados han sido especialmente malos) y la abstención (¿por qué la abstención afecta más a los nacionalistas que al PSOE?) constituyen cortinas de humo que pretenderán ocultarnos el hecho indubitable de la crisis del nacionalismo en todos los ámbitos.
Las palabras de Unai Ziarreta («Estoy seguro de que en las próximas elecciones autonómicas Eusko Alkartasuna tendrá unos resultados muchísimo mejores y vamos a retomar la línea ascendente que marcaban las encuestas en una situación de normalidad») son una muestra más de una ceguera voluntaria y suicida. ¿Qué más necesitamos para comprobar que algo va mal?