Ante el 50 aniversario del «Bat bitan banatzen da»
Joseba Kortadi
En el presente año se cumple el 50 aniversario de la publicación del primer tomo del libro ‘Bat bitan banatzen da’, de Antón de Irala. “Un análisis objetivo, frío, cerebral y desapasionado del maoísmo”, resumía Iñaki Linazasoro (Fondo Irujo, Eusko Ikaskuntza), a la par que destacaba el elogio de Manuel Lekuona al estilo y riqueza gramatical del euskera utilizado en la obra. La resonancia que obtuvo en su presentación fue extraordinaria.
La recepción que este libro obtuvo en los círculos de la política vasca se explicaría por la centralidad que el maoísmo estaba adquiriendo en los sectores más radicales de la izquierda vasca (principalmente, en la evolución político-militar de ETA) y en la necesidad de otras fuerzas o grupos de comprender los fundamentos de ese fenómeno ideológico que les es sorprendente y las consecuencias que su aplicación podrían acarrear en el ámbito vasco. Según es comúnmente aceptado, es el maoísmo el que introduce a Marx y a Lenin en Euskadi.
Respecto del ‘Bat bitan banatzen da’, la corriente implicada con el maoísmo se muestra agradecida por la disposición en euskera de las principales tesis del maoísmo y por el examen adecuadamente sistematizado del método dialéctico. Pero, la crítica a Irala (Jon Sudupe, Zehatz año I, volumen 1º, 1977ko urtarrila-otsaila) es que parece concebir tal método de forma neutra, como si estuviera disponible para cualquier grupo, fuerza o clase social que lo quiera usar en su provecho.
Iñaki Linazasoro, sin embargo, entiende este trabajo de otra manera muy diferente, como una exposición “objetiva y cartesiana” del pensamiento dialéctico de Mao que, para quien pueda plantearse su utilización como método de acción, resultaría “más disuasoria que persuasoria”. No es fácil tomarse esta prevención. Es tentador creer en la neutralidad de una lógica dialéctica que establece su clave de desarrollo en la división inconciliable ‘amigo/enemigo’, y caer torpemente en el consecuente juego de antagonismos en espiral al que puede arrastrar a sus adictos.
Para aproximarse al ‘arma revolucionaria de Mao Ze dong’, Irala se propuso hacerlo desde el mismo interior del propio conocimiento dialéctico. Ahora bien, cuando observamos el hilo conductor de sus trabajos más significativos, podemos concluir que el autor también quiso advertir de que esta dialéctica (y su doblez metódica) es difícilmente compatible con una acción que busque promover procesos auténticos de libertad sobre bases asociativas y solidarias, y no sobre dinámicas perpetuas de antagonización.
Los trabajos que aquí queremos comentar, aunque no abarquen toda su obra, jalonan suficientemente la línea de pensamiento y acción de Antón de Irala, al que durante el último tercio del siglo XX acompañaron sus colaboradores del grupo Bultzagileak. Además del ‘Bat bitan banatzen da’ (1975), reseñaremos sus ‘Cartas sobre Burujabetza’ (1948-49) y el libro ‘Revolución-represión o burujabetza’ (1981).
1. El primer texto, por orden cronológico, es ‘Cartas sobre Burujabetza’. Forma parte de la correspondencia que mantuvo con Keperin Jemein y buscaba contribuir a la provisión de un proyecto de futuro, constituido con materiales propios del país a partir de los mejores fundamentos de la experiencia histórica de nuestro pueblo.
Se podría decir que la formulación del burujabetza condensa el contenido de la obra. Como categoría política, según ha testimoniado su hija Itziar, “es aportación original de Antón de Irala, basándose en la expresión popular vasca norbere buruaren jabe izan (ser libre y responsable de sí mismo), que sintetiza seguramente el valor tradicionalmente más compartido entre los vascos como ideal de vida” (Libertad y soberanismo, tres posiciones. Iralar Elkartea, 2001).
Frente a la simpleza de quienes identifican el burujabetza vasco con la soberanía estatista, Irala contrapone ambas concepciones al considerarlas radicalmente divergentes. La soberanía, aun con todo el maquillaje con el que la presenta la actual politología, no deja de ser una reminiscencia del absolutismo político que únicamente puede articularse verticalmente, desde los núcleos centrales de poder hacia abajo. El burujabetza, sin embargo, es la libertad comprometida con la solidaridad que solo puede concretarse a partir de las personas concretas, a impulso del carácter y la acción de estas, en el marco de sus vivencias e interrelaciones. En esta línea, Irala reivindica para nuestras instituciones la unión federativa surgida desde las comunidades de abajo que proviene de la tradición vasca frente a la uniformidad soberanista prestada por el absolutismo.
De ahí que en ‘Cartas sobre Burujabetza’ se apunte a la salvaguarda de las comunidades mínimas con las que se identifican y a partir de las que interactúan las personas. De ahí también que el contenido conceptual del burujabetza integre a una libertad formulada de forma negativa en tanto que barrera frente a ambiciones públicas o privadas de dominación (Imperium/Dominium), y asimismo una libertad entendida como ejercicio de deberes y compromisos solidarios en relación con actividades, procesos e instituciones que buscan materializar un bien común. Uno de los valores más determinantes de esta cultura es la primacía del trabajo como factor principal de consideración social, frente a la concepción del ‘derecho de propiedad’ que Irala desmonta con resolución.
La interpretación del burujabetza que realiza Irala es congruente con la mentalidad práctica que se atribuye al carácter vasco, pero no está desprovista de sentido moral. Al contrario, el norbere buruaren jabe del que se despliega tal concepción tiene precisamente su fuente en que apela originalmente a la libertad y responsabilidad inserta en la conciencia y el espíritu de la persona.
2. Con el ‘Bat bitan banatzen da – Uno se divide en Dos’ (1975-76), Irala accede desde el maoísmo al examen y conocimiento profundo del materialismo dialéctico marxista. Al margen de lo adelantado en la breve introducción de este artículo, podríamos resumir su contenido subrayando algunos de sus trazos más esenciales.
Para esta dialéctica, todo es materia. Y toda materia (cada hecho, cada idea) conforma una unidad constituida por contrarios en pugna inconciliable. Lo espiritual no es más que puro reflejo de las relaciones de lucha y dominación que se dan en cada cosa. Este materialismo explica la historia como el desarrollo de una dialéctica binaria que le es intrínseca, y que progresa a partir de la oposición entre clases. Como consecuencia, esta concepción dialéctica solo puede desarrollarse como un arma de clase. Desde este punto, a la realidad se accede desde una perspectiva de totalidad siempre dividida en dos, puesto que todo está conectado en una interrelación de alcance universal.
En esta obra, Irala no pretende juzgar el socialismo como idea y proyecto. Pero, puesto que la lógica dialéctica se sostiene en la naturaleza dual de todas las cosas, el bien, la verdad, la justicia se ven como parámetros también escindidos. Irala rechaza que el impulso de la emancipación humana justifique estrategias de doblez y engaño, que pueden llevar irremediablemente a regímenes de deshumanización y opresión.
Los elementos clave de esta concepción de pretensión binaria y universalista resultan alienígenas (intraducibles) para un sentido vasco comprometido con su proceso singular de desarrollo histórico (“Errigintza burutzeko borroka etengabea”). En este contexto, el autor y su grupo prometen poner todo su empeño en el estudio de los elementos característicos de nuestra cultura singular y en la determinación de los pasos que, a partir de huellas todavía recientes, pueden conducirnos a una línea propiamente eusquérica de herrigintza (“Gogor diardugu lanean, euskal-buruzkoak aztertzen eta euskerazko errigintza jatorrizko arrasto oraindik berrietatik bideratzeko urratsak zeazten”).
3. Con ‘Revolución-Represión o Burujabetza’ (1981), Irala y Bultzagileak buscan analizar la situación vasca de la época, caracterizada por un foco de gran concentración de violencia, y proyectar luces de orientación en la línea de herrigintza comprometida en el ‘Bat bitan banatzen da’.
Desde el mismo título de esta obra, se manifiesta con claridad el rechazo de los autores a una lectura de la dialéctica marxista que nos atrape dentro de la jaula de la contradicción, en la unidad de opuestos y en su universalidad. La confrontación irreconciliable de los opuestos alimenta su unidad. “La represión y la actividad revolucionaria crecen juntas”, decía K de Zunbeltz. De esta manera, el mejor aliado del comunista es el anticomunista. El mejor aliado del fascista es el antifascista. El comunista es internacionalista y el anticomunista tiende también a serlo. Por lo tanto, estas oposiciones y alianzas se desarrollan de espaldas a las necesidades concretas de nuestro ámbito social y nacional. Y no hay traducción literal de una teoría universal a la escala vasca. Pero, la salida es vasca y con medios vascos.
Podría haber tres formas posibles de abordar y extinguir el foco vasco de violencia. La primera es que uno de los dos opuestos (represión-revolución) predomine sobre el otro o -de acuerdo con la lógica maoísta- lo elimine. Otra es que se produzca una (re)conciliación o compromiso entre ambos. Una tercera, por la que abogan los Bultzagileak, es la apertura de un amplio cauce central común, por el que pudieran crearse y discurrir procesos de activación social y desarrollo asociativo-comunitario comenzando por la escala más cotidiana (Bultzagileak apuntaba como clave la transformación de la empresa). La mirada a la acción –‘¿qué hacer?’- debía situarse en la realidad concreta -el pueblo vasco y su proyección presente y futura- y habría de buscar liberarse de visiones ‘anti-’ (sin dejarse arrastrar por espirales de antagonismos) promoviendo nuevas dinámicas movilizadoras de signo positivo, aunque no por ello fueran a desaparecer rivalidades y divergencias que son naturales en toda sociedad.
Para los autores, de la experiencia histórica vasca se pueden adquirir referencias positivas o negativas. Se trataría de buscar inspiración y aliento en las lecturas positivas. Positivas de lo positivo, sin excluir las positivas que deriven de la negación de lo negativo. La integración popular en torno a un cauce central común exigiría el despliegue de una política vasca democrática, como “proceso positivo basado en la libertad”. Este proceso positivo se habría de sustentar en personas que buscan conjugar la libertad y responsabilidad solidaria (burujabetza) en su acción práctica. De esta manera, se apunta hacia una idea de personas libres que se asocian en comunidades igualmente libres. La conjugación de libertad y solidaridad se plantea a tres niveles. Son las relaciones de las personas entre sí, el acceso de las personas a los bienes y las relaciones y salvaguardas de las personas con las instituciones públicas.
4. Tenemos que poner el mayor esfuerzo en el conocimiento y difusión de lo que implica una línea de Burujabetza, que es lo que nos dota de la posibilidad de orientar esas movilizaciones de signo positivo. No como veneración nostálgica de una cultura pasada, sino como un aprendizaje crítico de la experiencia histórica vasca que busque proyectarse hacia el futuro. La primera actitud solo puede originar melancolía. La segunda, por el contrario, ha de ser creadora de esperanza activa.
Actualmente, se están produciendo condiciones que pueden ser muy interesantes para la transmisión de un pensamiento que exterioriza ese flujo experiencial histórico. Hay un auténtico anhelo por recuperar fortalezas que tuvimos y que han ido desgastándose, como articulación comunitaria y sentido de pertenencia. Sin perder relación con esas cuestiones, se plantean también otros emplazamientos, referidos al acceso desigual a bienes económicos y al debilitamiento de la cultura democrática y la desafección en todos los órdenes sociales.
De la manifestación de esas cuestiones críticas, nace la necesidad y de esta la oportunidad para una intervención en el ámbito del pensamiento, que buscará influir en los ámbitos relacionados con la acción social. Si en un país como el nuestro, que ha conocido una marcha histórica particular que ha originado una cultura e instituciones singulares, se trata de llegar al debate de esas materias desde modelos universales de construcción social que ignoren la experiencia propia decantada a través del tiempo, se fracasará. Pero, la intervención social será también deficiente si se sustenta en una transmisión de formas y significados culturales inamovibles (reacios a toda adaptación o actualización) o dirigidos a sectores marginales (aislados de la marcha central de la comunidad).
La creación de pensamiento comunitario vasco precisa de referentes propios que lo incardinen en nuestro proceso histórico y se habrá de probar en el contraste con las demandas sociales más modernas. Así sostendremos nuestro mundo propio. Hoy en día, no hay muchos grupos que puedan plantearse este reto en estos mismos términos. Uno de ellos es el que puede dar continuidad a la labor iniciada por Irala y los Bultzagileak. Aberriberri puede ser una buena plataforma para actualizarla.