Mikel Arriaga (Profesor e investigador)
Efectos adversos de lo políticamente correcto.
En relación a la entrevista hecha al profesor Joseba Zulaika aparecida en el Diario Vasco el 7 de enero, quisiera comentar algunas cosas y añadir algunas matizaciones.
Se cita en una pregunta el asunto de la identidad y la tradición, y se comenta sus matices y vertientes fundacionales o étnicos. Se cita que hoy día las identidades se cimentan en el resultado de posiciones subjetivas, cierto. Sin embargo, me resulta curioso que en ningún momento se haga referencia al aspecto de cohesión social que pueden tener los rituales y la tradición, y tampoco se cita la influencia de lo políticamente correcto en los análisis antropológicos y sociológicos. El impulso hacia un lenguaje y comportamiento políticamente correcto puede tener efectos adversos en la sociedad, afectando a la libertad de expresión y la autenticidad en las interacciones humanas, incluso cuando son falacias y no están basados en datos u observaciones de campo verdaderas. La actitud de observar y tener datos de campo de un ritual humano es una máxima en la investigación antropológica.
Destaca que la diversidad de opiniones y la confrontación de ideas son esenciales para el crecimiento y la cohesión social. La capacidad de debatir y discutir abiertamente, incluso sobre temas controvertidos, permite a las sociedades evolucionar y encontrar soluciones más efectivas a sus problemas. En este sentido, lo políticamente correcto puede ser visto como un obstáculo para el diálogo genuino y la comprensión mutua. Esto es lo que ha ocurrido con el tema de los Alardes, ya que los mass media han ocultado una parte de la visión e interpretación de esta representación ritual, y el profesor Zulaika no hace ninguna referencia a esta actitud de los medios en la toma de datos verídicos.
La influencia negativa de lo políticamente correcto radica en su potencial para limitar la libertad de expresión, fomentar la autocensura y desviar la atención de problemas más profundos, en este caso, el origen político y revolucionario en el que hunde sus raíces este problema, que no era problema antes de que entrara la política revolucionaria en la reivindicación de base. Para mantener una cohesión social auténtica, es fundamental promover un ambiente donde se valoren la diversidad de opiniones y el debate abierto, permitiendo así que las sociedades aborden sus desafíos de manera más efectiva y constructiva.
Lo políticamente correcto puede ser visto como una forma de censura que, aunque busca promover la inclusión y el respeto, a menudo termina por silenciar el discurso crítico y la verdadera diversidad de pensamiento. Esta actitud, a menudo puede crear una ilusión de armonía social, donde las diferencias y los conflictos son reprimidos en lugar de ser abordados. Esta represión puede llevar a una falta de autenticidad en las interacciones sociales, donde las personas se sienten obligadas a conformarse a un conjunto de normas que pueden no reflejar sus verdaderas creencias o experiencias. En este sentido, la cohesión social se convierte en una fachada, en lugar de un verdadero entendimiento y respeto mutuo.
Obsérvese también que el énfasis en lo políticamente correcto puede desviar la atención de problemas estructurales más profundos. Al centrarse en estas actitudes, quizá superficiales, se corre el riesgo de ignorar las injusticias sistémicas que requieren un análisis más profundo y un cambio real. Esto puede llevar a una especie de «activismo falso o de sofá», donde las personas se sienten satisfechas con mantener actitudes superficiales en lugar de comprometerse con acciones que realmente aborden las desigualdades. En muchos casos se repite este cliché de personas muy comprometidas con su actitud con el Alarde Mixto, pero que sin embargo en la vida real no son tan comprometidas. Utilizan el “carnet” del Alarde Mixto como salvoconducto ante otras actitudes no tan bien vistas.
Del mismo modo, lo políticamente correcto puede generar una cultura de la victimización, donde las personas se ven a sí mismas principalmente a través de la lente de su identidad grupal. Esto puede fomentar divisiones en lugar de unir a las personas en torno a experiencias compartidas y valores comunes. En lugar de promover la empatía y la comprensión, puede crear un ambiente de desconfianza y antagonismo. Lo políticamente correcto, aunque bien intencionado, puede tener efectos adversos significativos en la cohesión social. Al silenciar el debate crítico, desviar la atención de problemas estructurales y fomentar divisiones, puede obstaculizar el verdadero progreso hacia una sociedad más justa e inclusiva. La clave, radica en fomentar un diálogo abierto y honesto que permita la confrontación de ideas y la aceptación de la complejidad de la experiencia humana, cosa que no ha ocurrido nunca en el problema de los Alardes, y mucho menos por parte del Alarde Mixto, y así lo atestigua la experiencia ocurrida en una mesa de negociación teniendo a Jenny Pearce como mediadora internacional. De todo esto y de algo más parece que se ha olvidado Zulaika, o quizá es que no tiene noticias de ello.
Por otra parte, resulta llamativo que dando Zulaika una perspectiva, a mi entender correcta, de ETA como «sujeto revolucionario», al que pertenecía también la izquierda abertzale, a la hora de analizar el fenómeno concreto del Alarde, pierda de vista que fue de esa matriz, en el año 1996, con textos de ETA donde ya el tema figuraba, desde la que promovió el «problema» del Alarde. Aquí, además, se aplican los términos de Zulaika, del «antagonismo radical como estrategia revolucionaria» dentro de un contexto local, en el cual salta a ojos vista, como lo demuestro en el libro “Reflexiones sobre los Alardes de Irún y Hondarribia. Una mirada crítica.”, que el «antagonismo radical» se produce por la negación de la convivencia de dos Alardes, porque uno de los Alardes, el «renovador», no quiere que haya dos alardes, sino uno sólo. Y no ceja en el «antagonismo radical» para conseguirlo. Esto es real y verdadero, sobre todo en el caso de Hondarribia, donde se hace patente todos los años con las declaraciones y noticias que aparecen en los medios de comunicación, que interesadamente centran su foco en este aspecto.
En la «entrevista» de hoy al consejero de sanidad en Teleberri/Pnv ha faltado una camilla, aceite y una toalla porque es lo único que carecía el entrevistador en su masaje tailandés.
Una entrevista propia de regímenes autoritarios y periodista sumiso a su regimen.
Lotsagabeak!
Entrevistadores dando más pena que asco , nada nuevo bajo el sol peneuvero en Telebatzoki
Ha dado repelús… El blanqueo a la ex de Osakidetza , menudo reportaje desplazándose a un centro.de saludo el presentador
Esa cadena que te habla de Venezuela …
Pues eso