Igor Zulueta.
Sentimiento de verdad colectiva: el efecto del falso progresismo y la argucia de la complicidad.
Una vez más asistimos al planteamiento de la insistencia con ánimo de reflotar argumentos de falsedad y falacia. Es curioso que si se quiere plantear unas jornadas con mirada retrospectiva para analizar el pasado y el futuro del problema que sí existió en el pasado, y solo se invite a alguien como Margaret Bullen, con claro sesgo ideológico, y no se invite por ejemplo a Mikel Arriaga o a Jenny Pearce, que tienen una diferente visión y talante sobre la resolución de conflictos, y que puedan ayudar a dar una imagen más global y diversa sobre una diferente visión en la representación ritual de este evento.
Suponemos que con estas charlas parciales y sesgadas lo que se pretende es la persuasión por medio de la reiteración en el planteamiento de que es un problema de género. ¿Por qué tanta insistencia con que es un problema de género? ¿Acaso se intenta a base de repetir y repetir, lograr transformar una falacia en certeza? Es difícil entender el excesivo interés en subrayar que no es un problema de convivencia y que es solo de género. Ya nos indicaron en otra charla organizada por la Fundación Baketik en Hondarribia, y que contó con la presencia de la antropóloga experta en la resolución de conflictos de corte internacional Jenny Pearce, que es un problema de convivencia.
No obstante, bajo esta pertinaz insistencia subyace un mecanismo de imposición a largo plazo que no es desconocido para los que conocen los mecanismos de manipulación e ingeniería social. Llega un momento en el que ideas o eslóganes de origen nebuloso empiezan a difundirse a través de canales aparentemente independientes, mediante entrevistas, artículos o informes de entidades, a veces creadas ex profeso, o de personas autoproclamadas expertas o ungidas como tales por algún ente superior, que a veces intentan zanjar las polémicas mediante la descalificación tajante de quienes osan oponérseles, sin que se tenga opción de réplica. La repetición y la persistencia convierte tales eslóganes en elementos permanentes del paisaje mental, cuya veracidad, al resultar a la postre tan familiares, no se cuestiona. Es lo que ha pasado con la idea de que el problema del Alarde es un problema de género, y en realidad no es así, ya que es un problema de convivencia.
Para facilitar la repetición conviene simplificar la idea que se pretende transmitir a fin de condensarla en un eslogan, incluso si este no tiene un significado obvio, pero eso sí, la obstinación tiene que ser continua. El objetivo del eslogan puede ser, al menos, uno de los siguientes, o una combinación de ellos: informar, proponer, convencer, enardecer; pero en todos los casos la repetición del eslogan fomenta la adhesión a una causa u opción política de las personas a que se dirige.
¿Dónde radica la fuerza de la iteración con vistas a imponer como verdad indiscutible un eslogan determinado? La repetición masiva puede conseguir, alcanzado cierto nivel, que se produzca lo que Elisabeth Noelle-Neumann denominó espiral del silencio, fenómeno según el cual cuanto más se difunde una opinión dominante, más se silencian las opiniones individuales minoritarias.
La espiral del silencio tiene puntos de contacto con el síndrome de Solomon que, en apretada síntesis, viene a ser el temor a salir del rebaño, en virtud del cual algunas personas asumen acríticamente lo que consideran que es una opinión mayoritaria. Ciertamente, hay personas que encuentran mucho más confortable estar à la page y formar parte de la opinión mainstream, la corriente hegemónica, que sentirse parte de una minoría.
En las redes se produce a veces una perfecta sinergia, no siempre espontánea, entre el efecto rebaño y la reiteración, dada la facilidad para reemitir los mensajes. El activismo visceral de muchas personas, ávidas de ser las primeras en propagar y apoyar lo que les produce una primera impresión positiva, contribuye significativamente a difundir y multiplicar el mensaje, aunque sea enteramente falso.
Todo esto tiene que ver con un concepto que es el que la Izquierda Abertzale quiere imponer a toda nuestra sociedad. Pues la Izquierda Abertzale pretende lograr la “hegemonía”, en el sentido en el que el pensador marxista Gramsci formula este concepto: como la imposición de un marco mental que tenga el rango de verdad indiscutible. Es por eso que aquellos que viven del “problema” del Alarde no quieren nunca confrontar sus opiniones. Estas deben ser “hegemónicas” y nadie debe decir ni pío ante las mismas.
La “hegemonía” no es más que la dictadura de la minoría contra la mayoría que opina diferente. Tiene la fuerza de la dictadura por ser precisamente eso, la opción de una minoría sectaria, la Izquierda Abertzale, que quiere hacer comulgar con ruedas de molino al resto de la sociedad vasca. El Alarde no es más que uno de los temas de su experimento social de imposición de su ordeno y mando.
Y en estas estamos, aguantando el chaparrón de una reiteración falsa, una repetición falaz hasta la saciedad, que desde algunas instancias quieren hacer tragar a la ciudadanía de Irún y Hondarribia sin pruebas convincentes, en vez de buscar soluciones de convivencia, respeto y tolerancia, que faciliten la cohesión y la coexistencia de todas las opiniones que desde el sentido común sean razonables.
En el sentido de ese escrito, que suscribo, recomiendo leer «No pienses en un elefante», de George Lakoff. Son apenas 100 páginas, y describe muy bien los mecanismos de manipulación a través de la teoría de marcos (que se menciona en este escrito), y el empleo del lenguaje cognitivo.
Ya no estamos en aquello de Goebbels de que una mentira repetida 1000 veces termina siendo una verdad, sino en una versión mucho más sofisticada.
El libro de Lakoff se refiere a la política de EEUU a principios del siglo XXI, pero las reflexiones son extrapolables a cualquier asunto que tenga por objetivo manejar la opinión de la gente.
Muy interesante tu reflexión.
Eskerrik asko Errotaxar por la aportación bibliográfica.
Agur bero bat.
Excelente articulo. Zorionak Igor Zulueta, eta mila esker zure ekarpenengatik.
Quisiera aportar una pequeña reflexión, puesto que a la hora de valorar un problema habría que tenerse en cuenta los diferentes puntos de vista desde diferentes posiciones del observador.
En ocasiones se suelen confundir proporciones y mayorías, y también, a veces, se suele invertir la figura del opresor/oprimido, aunque siempre se clarifican las posturas observando atentamente las acciones de cada facción. Puntualicemos algunos detalles en el caso de los Alardes.
Una mayoría en un ámbito local está enfrentada a una minoría en ese mismo ámbito local. Del mismo modo, esta minoría local se convierte en mayoría a nivel global, y al revés, la mayoría local se convierte en minoría global.
Así mismo, la figura del supuesto opresor puede variar desde los diferentes puntos de vista. Desde el Alarde Mixto se tilda de acción opresora la actitud del Alarde Tradicional. No obstante, si pusiéramos la lupa en lo que dicen y como lo dicen los medios de comunicación, los oprimidos resultarían ser del Alarde Tradicional, que además, este Alarde Tradicional estaría discriminado económicamente ya que no recibe subvención publica alguna, y el Alarde Mixto sí, concretamente de Emakunde y de la Diputación Foral de Gipuzkoa.
Sin embargo, no podemos, ni debemos discriminar, ni a la mayoría ni a la minoría, ya que según sea el ámbito, local o global, intercambian sus proporciones, y tampoco es justo ejercer una discriminación sobre ningún grupo independientemente de su proporción. De ahí que habría que admitir las opciones de todo el mundo, esto sería lo más respetuoso y tolerante desde una visión de impartir justicia igualitaria para todas las personas. En esto concuerdan tanto Mikel Arriaga como Jenny Pearce, y sus propuestas son ejemplo de tolerancia y cohesión social.
Y mientras una tendencia intenta respetar, entender, y mantener la visión y la opción de las dos facciones enfrentadas, la opción del Alarde Mixto pretende imponer su única visión reivindicando un único Alarde -esto se comprueba de forma más insistente en el caso de Hondarribia-.
A algunos fundamentalistas cerriles del Alarde Mixto no les entra esta postura de respeto de todas las opciones y creen que la mera existencia del Alarde Tradicional ya es motivo de discriminación y segregación por motivos de género.
Hagamos un ejercicio; suplantemos la palabra «Alarde» por la de «expresión oral».
El Alarde puede ser Mixto o Tradicional; y la expresión oral puede hacerse en euskera o en castellano. ¿Cuál de las dos opciones tiene más derecho? ¿La del Mixto? ¿La del Tradicional? Y en el caso de la expresión oral, ¿cuál tiene más derecho? ¿La expresión en euskera tiene más derecho que la expresión en castellano? ¿O es la expresión en castellano la que debe prevalecer sobre la del euskera? Esto puede ocurrir tanto en un ámbito local como en un ámbito global, y viceversa, se pueden intercambiar los ámbitos, y también los sujetos en cada ámbito. Lo que no debería de variar es el derecho a expresarse en una u otra lengua. Y lo mismo ocurre con los diferentes Alardes.
Yo, personalmente, sigo preguntándome lo mismo. Si ya se ha conseguido el derecho a desfilar de la mujer como soldado, ¿cuál es el interés de ir en contra y de no admitir que una parte de la población siga queriendo mantener el legado de sus antepasados representando de forma tradicional el Alarde como se hacía cientos de años atrás?
Muy bueno,txollarre
Es ke los del pnv,no se enteran.Todavia no se que opina el pnv .
El pnv no opina,pero subenciona más a los antipnv que a los propnv.
Tiene que haber un motivo.
En el pnv hay gente inteligente,yo no alcanzo a comprender.