Joxe Martin Larburu
AUZOLAN ES ASOCIARSE POR EL BIEN COMÚN
En la era que vivimos, quien quiera explicar los cambios que se han dado en nuestra comunidad, por supuesto, no lo hará correctamente si no tiene en cuenta la incidencia que la acción política ha tenido en la transformación social; pero no todo cambio se ha producido por ese impulso; no al menos, solo por la actividad de las organizaciones políticas y sus entornos. Las “vías” vascas para el autogobierno, todas, han tenido componentes políticos, pero las mismas no pueden explicarse en su totalidad analizando únicamente las estrategias y las tácticas de las organizaciones de ese ámbito.
Sería de gran ayuda que pudiésemos contar con un diagnóstico veraz que estableciese cual de las distintas “vías” ha sido la más humana y la más efectiva en la consecución del presente autogobierno. En el mismo sería conveniente, que además de contar con las opiniones de las distintas organizaciones y familias políticas, estuviese presente la visión de la sociedad a través de sus asociaciones.
No hay duda, una sociedad debe de protestar y revelarse contra las injusticias. La vasca lo ha hecho masivamente, tanto o más, cuando ha sido convocado por fuerzas pacifistas o institucionalistas que cuando lo ha sido por fuerzas rupturistas.
Que el vanguardismo político haya conseguido filtrar su marco de análisis en gran parte de la sociedad, incluso entre elementos que teóricamente estarían en su contra, que miden la implicación de la sociedad por el número de manifestaciones, es una anomalía que habrá que corregir si se quiere un relato veraz en el que se tenga en cuenta a la totalidad de la sociedad vasca. Este marco de análisis, erróneo, que además ha sido reforzado con teorías de otros lares – que señalan a la vasca como una comunidad equidistante ante las injusticias- oculta el valor del asociacionismo a la hora de interpretar el nivel social de participación en la vía vasca del autogobierno. Se proyecta una falsa visión administrativista sobre el autogobierno vasco presentándolo como una “concesión” del estado español, sin que la mayoría de los vascos, que hemos apostado por ella, hayamos hecho nada para merecérnosla. Incluso, entre nuestros vecinos, hay quienes creen que es injusto que no se haya apoyado masivamente su vía de la ruptura, porque, según ellos, son los que han puesto la “carne en el asador”.
Para reforzar la idea de que el cambio social se produce fundamentalmente por confrontación, dos culturas de raíz diferente, la asociativa vanguardista y la asociativa social, pretenden ser analizadas y valoradas exclusivamente desde parámetros de hegemonía política y movilización de masas, olvidando que el asociacionismo vasco que ha conseguido los mayores logros es el que ha trabajado desde el espíritu de auzolan. Se pretende ocultar que, en nuestro país el avance, el bienestar en gran medida ha sido posible gracias a la colaboración entre las instituciones recuperadas y los movimientos asociativos del auzolan. Estos movimientos, en su mayoría, han sido capaces de evadir la fagocitación de una única expresión ideológica, dando prioridad a sus proyectos, compaginando sus valores y objetivos fundacionales con la pluralidad política.
Medir el grado de penetración social por la capacidad de protesta confrontativa o pancartista, muy extendido en los análisis rupturistas, no da la medida correcta de la incidencia que en los cambios sociales han tenido la creación de comunales de todo tipo: culturales, sanitarios, económicos …, que vía colaboración con asociaciones autónomas se han conseguido. No se puede entender el éxito del autogobierno vasco, sin tener en cuenta todas las interrelaciones que se han dado entre los vecinos, las asociaciones y las instituciones. Premeditadamente se olvida la importancia de la multitud de asociaciones (desde culturales hasta empresariales) que han trabajado con los valores “Auzolan” en ayuda de sus asociados, de sus vecinos y de sus comunales en colaboración con los organismos e instituciones de carácter público.
Todos estos movimientos han sido, son y serán pieza clave para una sociedad civil vasca organizada y fuerte. Su quehacer, su apoyo y su cobertura fueron claves para la recuperación y el mantenimiento de las instituciones propias. Su apoyo es imprescindible para desenvolverse con soltura en el escenario actual, y será el mejor valor para ascender a niveles de competencia superiores.
La sociedad vasca tiene una trama institucional social y política bien entretejida, que la cohesiona y afianza para abordar los nuevos tiempos. La administración vasca no debiera dejarse influenciar ni por impulsos burocráticos, ni por consignas populistas que ponen en duda la legitimidad del asociacionismo social para crear y gestionar comunales. Es necesaria una apuesta más clara por su autonomía, tienen que ser tratadas como lo que son, organizaciones clave en la construcción del bien común.
A las organizaciones políticas que siguen acusando al entramado social vasco de equidistante; y a las que, cuando no son capaces de imponer su hegemonía, etiquetan a las asociaciones de “organizaciones privadas”, un aviso: su fracaso se debe a que pretenden un imposible, el apoyo de los que no respetan. Sin respeto se hace muy difícil la colaboración.