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Lo visible de «La línea invisible» (y 2)

Imanol Lizarralde

No es cierto (como muestra la serie) que Txabi despreciara el “obrerismo” o la implicación, supuesta o real, de los líderes de ETA en la lucha obrera (o que la facción de Txabi despreciara o menospreciara la acción de huelga de Bandas del Metal que aparece en la película). La crítica a la oficina política no era por su “obrerismo” sino por su “reformismo”. Mario Onaindia señala que en 1967 el PC negoció con ETA la inclusión de un grupo de sus militantes en Comisiones Obreras y las negociaciones fueron llevadas por Txabi Etxebarrieta. (Memorias (1948-1977), 2001). De CCOO surgiría el primer sindicato de la izquierda abertzale, LAB. La lucha obrera será uno de los espacios de organización de ETA y de colaboración con otros grupos de extrema izquierda (incluyendo las facciones expulsadas o escindidas de la organización armada). La película muestra lo contrario de este hecho histórico.

El mesianismo juvenista es una cuestión que no aparece clara (es como si «El Inglés» manejara el cotarro). La rebelión juvenil es un componente importante de la ideología revolucionaria y de la de ETA. Recordemos que José Antonio Etxebarrieta, en uno de sus escritos, se definió a sí mismo como uno “de la nueva generación”, en contraste con los representantes del nacionalismo de la preguerra. La película no aborda esta cuestión. El “cauce central” de la sociedad vasca (el PNV, el PSOE) no aparece ni casi nombrado. Un militante de ETA decía sobre este tema: “Para él -Txabi- era una obsesión la muerte, su muerte, la muerte de cualquiera de nosotros, pero particularmente la suya. Y yo creo que era lo que buscaba inconscientemente: acabar con cualquier coartada del PNV (…) la muerte de uno de nosotros, era despertar las conciencias desenmascarando a los reformistas”.

Recordemos que Onaindia apela a que ETA junto con CCOO correspondía a las nuevas formas de organización antifranquista que en vez de esperar a la caída y la evolución de la dictadura a lo que se llamaba una “democracia burguesa” al estilo europeo, pretendían derribarla, con la intención de implantar una “democracia socialista” (pues uno de los momentos álgidos de la Guerra Fría y el clima internacional veía posible tal cosa). ETA y CCOO compartían esa perspectiva (los unos querían hacerlo con la espiral acción-represión-acción y los otros con la huelga general política).

La única valoración moral explícita de la violencia de ETA es la reflexión de una supuesta militante (Txiki-Anna Castillo) que se va de la organización después de tener un hijo y que se da cuenta del valor de la vida por un hecho personal. Aquí hay una conclusión apresurada e incompleta que puede dar pié a equívocos sobre la naturaleza de lo que se relata y que no aclara, sino todo lo contrario, lo que más tarde iba a venir. Quizá sea influencia de los asesores del protagonista (Eduardo Uriarte y Patxo Unzueta) de querer dar la impresión de una “ETA buena” frente a otra “ETA mala”. Pero la verdad histórica es que sin Txabi no hubieran existido ni García Gaztelu ni Caride Simon. Los mayores asesinos de ETA son consecuencia de la misma enajenación ideológica derivada de su primer asesinato.

La película refleja con justicia que el primer atentado mortal premeditado de ETA, que luego ocurriría con Melitón Manzanas, estaba planificado antes de la muerte de Txabi. Sin embargo, no explicita la estrategia tras el asesinato, la espiral acción-represión-acción (proclamado por Txabi en el manifesto del Aberri Eguna de 1968 y aprobado en la V Asamblea), cuyo objetivo era reproducir la violencia de ETA mediante la provocación de la represión del Estado franquista. El asesinato de Manzanas supuso el juicio de Burgos y una extensión tremenda de la represión policial.

Lo mejor de la película es, a mi entender, el retrato del guardia civil de tráfico José Antonio Pardines (Xoan Forneas) y su historia de amor con una chica vasca. Aquí se muestra que el crimen hubiera podido ser evitado. La versión de la izquierda abertzale, en palabras del historiador Lorenzo Espinosa, dice que Pardines “intentó sacar el arma”, y Ramón Zallo que Txabi lo mató por “autodefensa”. Estos son indudablemente intentos de reescritura heroica de la historia, ya que contradicen el testimonio del único testigo, Iñaki Sarasketa. La lógica ideológica del acto mezcla lo absurdo con lo patético: se matan realmente “dos pájaros de un tiro”, pero en sentido inverso al de la frase de Sartre, pues mueren un joven idealista y un hombre bueno.

Decía Oteiza que los vascos, por una vigente incapacidad nacional, estamos condenados a que los demás cuenten nuestra historia. Este es un ejemplo más de esa triste verdad. ¿Cuándo en Euskadi, poderes públicos o privados, tomarán conciencia, e impulsarán una auténtica invención adecuada, alejada de los errores de esta serie pero que también aprenda de sus indudables aciertos?

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6 comentarios en «Lo visible de «La línea invisible» (y 2)»

  1. Echo en falta en esta crítica la imagen que pretende dar la película de la Iglesia Vasca. Es verdad que la V Asamblea se hizo en la casa consistorial de Gaztelu pero también es verdad que de más de 150 asistentes a la asamblea sólo 5 fueron a misa. Los niveles de creencia religiosa de esa generación de ETA eran muy bajos. Me parece totalmente increíble la conversación entre Txabi Etxebarrieta y el cura (por supuestos problemas de conciencia de Txabi). Me suena haberlo leído en alguna entrevista de Teo Uriarte. Parece que este es un consejero de la película y atribuye algo suyo al pobre Txabi.

    La Iglesia vasca fue un campo en el que todos los grupos políticos marxistas, incluida ETA, hicieron utilización de sus bienes, por cuestiones de lucha contra el régimen. Para más información el libro de Pedro Ibarra sobre política antifranquista.

  2. Pues mi recuerdo de aquella época y de varios de sus personajes con los que compartí cosas y circunstancias es distinta. Es cierto que en las primeras fases hubo gente del estilo de Echevarrieta. Jóvenes burgueses idealistas con, en ocasiones, rasgos psicóticos y dificultades de discernimiento que se sublimaban primero ellos y luego instrumentalizaban al resto.
    Esta etapa, en mi recuerdo, es una especie de campo de pruebas y experimentación para lo que vendría tras la muerte de Franco y la Transición.

    Llegado ese momento ya tenemos un instrumento auténticamente terrorista puesto a disposición de los estrategas del «Patronato» que lo usan para avanzar su causa extrayendo ventajas. Nueces las llamaba Arzallus que era como era pero no tonto.
    El «Patronato» estaba bien nutrido de dos perfiles: Gente criada en el trabajo del Discernimiento y Psicólogos y Psiquiatras profesionales. Otro rasgo común era el Resentimiento vital sublimado en el «Amor» a la tierra como forma de dormir.
    Una vez que estas ventajas estaban conseguidas se acabó lo que se daba y hubo que ir finiquitando el instrumento.
    Se nota muy bien en la extracción sociológica de los presos y las presas de ETA en esta segunda etapa. Las de quienes compartían alojamiento en Carabanchel con las «soldados» del Grapo durante y tras los años de plomo.. Rancho aparte, naturalmente.
    Tardé en llegar a esta conclusión pero el tiempo me la ha ido esclerotizando,

  3. Estimado Manuoquendo:

    Gracias por tus observaciones.

    Más allá de las impresiones personales que podamos tener acerca de aquella época, nos convendría atender las que tuvieron aquellos como Txabi Etxebarrieta o Mario Onaindia en primera persona y que les llevó a matar, teorizar el asesinato político o justificarlo políticamente. Onaindia, por ejemplo, dice en sus memorias:

    “Y en esta nueva lucha la vida estaría llena de sorpresas. Porque, al tiempo que recibíamos el rechazo de los fariseos nacionalistas, teníamos el apoyo de nuevos sectores sociales movidos por la solidaridad hacia los revolucionarios perseguidos. Era una sensación nueva y original, que nada tenía que ver con la mística y la identificación próxima al panteísmo que podía representar el nacionalismo radical. Al contrario, tenía que ver con el ascetismo más profundo. Teníamos que desnudarnos de todos los privilegios que nos ofrecía el sistema para llegar a ser su pura negación y sobre ese rechazo ir tejiendo una sociedad distinta que nada tuviera que ver con el capitalismo”.

    Por tanto, aquí no hay nada de «resentimiento vital sublimado en el amor a la tierra» que tu dices, sino una negación paladina del mismo («sensación nueva y original» «nada tenía que ver con el nacionalismo radical»). Lo que hay ahí es el espíritu del Che Guevara aplicado a las circunstancias del País Vasco.

    Escribes sobre las «nueces» de las que supuestamente mencionó Arzallus y que «una vez que las ventajas estaban conseguidas se acabó lo que se daba y hubo que ir finiquitando el instrumento». Esas «nueces» no pueden ser otras que el Estatuto de Gernika. Observó que tal Estatuto fue aprobado en 1979 y que la lucha de ETA finalizó oficialmente en el 2011. Me parece un periodo demasiado largo de tiempo como para que establezcas semejante causalidad.

  4. nos convendría atender las que tuvieron aquellos como Txabi Etxebarrieta o Mario Onaindia en primera persona y que les llevó a matar, teorizar el asesinato político o justificarlo políticamente. Onaindia, por ejemplo, dice en sus memorias:

    opiniones de los 2 ? la de Txabi , muerto en 1968 (Creo que es ese año ) no la pones y la de onaindía (Psocialista ) en sus Memorias ( cuándo escritas , de qué epoca ?)…. 2 se hacen 1 ?

  5. Entonces Liztor ¿Txabi Etxebarrieta era un nacionalista radical? ¿No era marxista? ¿me lo demuestras…?

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