José Manuel Bujanda Arizmendi
Educar para el futuro significa prepararse para el cambio y la transformación continúa. Y eso no se logra incorporando sólo y exclusivamente el último avance de las tecnologías, habrá que mantener e implementar aún más valores como el esfuerzo constante, la ética, la solidaridad, el respeto, la igualdad, el discurso de los derechos pero también el de las obligaciones. Lo vertiginoso del cambio que estamos viviendo y la necesidad de la adaptación permanente exigen que se proporcionen las herramientas precisas para que el educando adquiera la autonomía necesaria para su autoafirmación, continúo aprendizaje y para que obtenga y logre conocimientos y competencias facilitadoras de su bienestar. No descubriré pues nada nuevo si afirmo que la educación no es un tema trivial, sino algo fundamental y básico de la sociedad cual seguro y garantía de futuro. Ciertamente los cimientos de la convivencia ciudadana, del progreso solidario e incluso el de la propia democracia están anclados, sin duda, por y en el sistema educativo del que nos dotamos acordando y consensuando.
Acuerdo y consenso necesarios, y posibles de conseguir, con la participación de todos los elementos concernidos en el hecho educativo por medio del diálogo, del debate, de la generosidad mutua y de la imprescindible amplitud de miras. Nadie sobra en el empeño. La educación es mirada larga y no arma táctica política cortoplacista. La educación es columna vertebral, cuestión muy seria donde las haya, clave de bóveda real, porque una sociedad que no apueste por una educación de auténtica calidad lo pagará demasiado caro en el futuro. Debe ser percepción mayoritariamente compartida que la educación es motor de la sociedad y que por lo tanto no puede estar, bajo ningún concepto, sujeta a meros intereses partidistas. La educación dibuja los trazos gruesos del futuro.
Necesitamos, es innegable, un sistema educativo vasco propio, nuestro, de aquí, que responda a nuestras característica particulares, a nuestra idiosincrasia y caracterizaciones, que esté a la altura de nuestras necesidades y retos que como sociedad vasca tenemos, que responda con eficacia a nuestra tejido social, construido y elaborado por nosotras y nosotros, un sistema educativo que abarque en su conjunto a todo el rico y variado espectro de voluntades y afinidades. Un sistema educativo presente y sujeto activo de una sociedad donde el euskera y el castellano, el castellano y el euskera convivan armoniosamente enriqueciéndose mutuamente y abriéndose a otras lenguas. Necesitamos un sistema educativo propio y consensuado, pactado y acordado. Ciertamente los vascos y las vascas conformamos una sociedad, digámoslo así, reducida o pequeña, nadie sobra pues, nadie, todas y todos somos imprescindibles. No podemos permitirnos el irresponsable lujo de quedarnos al margen de una cuestión que repito es cuestión de futuro, de País, de oportunidades para las próximas generaciones. No caigamos en la irresponsabilidad, ni por acción, ni por inacción. Seamos coherentes y responsables.
Es imprescindible interrelacionar conceptos como dialogo con compromiso compartido y garantía de lealtad, conceptos que sobrevuelen partidismos cortoplacistas. Soy de los que creo en la Política con mayúsculas como el arte de lo posible, como la gestión de lo público dirigido al conjunto de la sociedad, como lugar de encuentro de discrepancias, legítimas todas ellas, lugar donde se dirimen vía diálogo, negociación y pacto desencuentros por grandes que sean. Soy de los que creo en la Política como instrumento que llama al futuro compartido y al diálogo en busca del pacto y del encuentro.
Los cambios que se están dando en la sociedad en general y en la educación en particular exigen una reflexión compartida, modulación y adecuación por parte de las diferentes visiones que conforman la comunidad educativa vasca. Es la necesidad de un nuevo y gran acuerdo para la educación que responda a un propósito común donde pivotar las mejoras a acometer para hacer frente con éxito a este realmente reto colectivo y de País.
Hay que recordar, es conveniente hacerlo de vez en cuando, que la actual Ley en vigor desde 1993 gozó de un importante respaldo, muchas y muchos se esforzaron en ello, pero hay que reconocer que en la Euskadi de 2019, 26 años más tarde, muchas cosas han cambiado, incluso vertiginosamente, en el ámbito educativo: la irrupción de las nuevas tecnologías, el impulso a las lenguas, la aparición de nuevas metodologías, el binomio enseñanza-aprendizaje etc. Es preciso pues repensar, adaptarse y reformularse. Y ahí, el pacto y el acuerdo se convierten así en una necesidad objetiva de carácter estructural y existencial. Tanto el derecho universal de la ciudadanía a recibir una educación de calidad como la asunción por ésta de unos determinados valores como son la democracia, el pluralismo político, la libertad, el consenso, los derechos fundamentales, la ética, los derechos y obligaciones que han de ser desarrollados a través de políticas educativas eficaces nos harán una sociedad más justa, solidaria, inclusiva, equitativa y democrática. Y por ello afirmamos e identificamos a la educación como un (el) servicio público fundamental y por antonomasia y todo ello con la correspondiente obligación institucional de los responsables públicos de hacerlo real y efectivo.
El Pacto Educativo, y la futura Ley Educativa, son pues el reto y el objetivo a alcanzar. Loable empeño en el que bien vale invertir máxima energía y al que personalmente, y por pura convicción, deseo buen discurrir y mejor puerto al que arribar. No hay otro camino, las sociedades democráticas y progresistas se definen y definirán cada vez más en el futuro por su capacidad de llegar acuerdos, de negociar las discrepancias, de buscar lugares de encuentro superadores de incluso antagonismos, de su voluntad de trabajar y actuar en beneficio del conjunto de la sociedad, de su capacidad de ponerse en el lugar del otro, de transaccionar, de enmendar, de dialogar y de buscar el acuerdo. La cultura del pacto ha sido fundamental en el devenir de la historia, grande y pequeña, larga y corta, del Sistema Educativo Vasco. Nuestros mayores se esforzaron en tiempos mucho más complejos y difíciles que los actuales. Estemos a su altura. Momentos de apelar a la colaboración, lealtad, visión de futuro y larga mirada superadora de la legítima diatriba política. Momentos de apelar al esfuerzo colectivo, al muy sincero esfuerzo colectivo de todos los agentes educativos que conforman el conjunto de la Comunidad Educativa Vasca, de todas y todos, sindicatos y partidos políticos incluidos, obviamente.
Euskadi, la sociedad vasca actual y las futuras generaciones nos lo agradecerán. Esforcémonos. Es un desafío que llama a sumar sinergias. Pacto Educativo y futura Ley Educativa. No podemos ni debemos perder esta oportunidad en su búsqueda, logro y consecución.
Por último, lo admito, y lo hago muy humildemente, que la muy recientísima jubilación, de hace apenas pocos días, como profesor de instituto de este quien escribe estas líneas me refuerzan vitalmente, aun más si cabe, en la convicción que tengo en todas y cada una de las reflexiones que con mayor o menos habilidad he expuesto a los lectores en este artículo.
Cuanta intencion grandilocuemte…y ni una palabra sobre natalidad vasca. Que fracaso de gente “patriota” y/o “nacionalista”.
Utilizar el dia de la diáspora vasca para promocionar la inmigración moruna.
Eso es muy «nacionalista».
No se que opinara un vasco afincado en argentina de esto….
Que vergüenza….
JELen agur
Promocionar la inmigración moruna?
En qué pais vives, de quien estas hablando?
Eso es racista, indigno, falsario, retrogrado.
Es decir, antinacionalista.
antinacionalistas sois vosotros con mayusculas, sin parangon en las historia de los pueblos sin estado, a vuestro historial de vendepatrias ahora se une una suicida política social. junto a vuestros socios españoles del Psoe y de la IA oficial.
JELen agur
Ladrar por ladrar.
No has justificado nada…
Y en este foro se intenta razonar lo que se dice.
Un vendepatrias propagandista.