Imanol Lizarralde
¿Es Marx importante para el marxismo? Marx es importante porque nos recuerda la vigencia del marxismo en estos momentos. Existe un colectivo internacional para el cual la caída del muro en 1989 supone un retroceso de una lucha todavía inacabada. Tomar conciencia de esta situación sería el primer paso para valorar adecuadamente el legado de Marx. Hay grupos, gentes y países que consideran al marxismo como válido y que creen en su primigenia vocación de dominio planetario.
Marx creó un vasto continente de conceptos que luego se aplicó en realidades sociales y en los debates y luchas de sus discípulos. Estas líneas tienen la pretensión de esbozar una panorámica que omite muchos aspectos de la cuestión. Me referiré a la naturaleza de la “lógica milenarista” que algunos autores (como Antonio Escotado) atribuyen al marxismo. Para ello utilizaré una reseña del filósofo catalán y político del PSOE Manuel Cruz que escribió un ensayo de evaluación de la obra de Marx en el Cultural de El Mundo. Este afirma que la importancia de Marx reside en «la enorme envergadura de lo que se hizo en su nombre». Ello es coherente con la definición de Marx de considerar su saber cómo una «filosofía de la praxis». El “siglo de Marx” abarcaría de 1917 hasta 1989 en los términos que utiliza Cruz. Divide el legado de Marx en tres aspectos (epistemológico-filosófico, moral y político) y proclama la indisoluble unidad entre ellos. Según el, es necesario,
“No incurrir en el error, tan frecuente, de condenar la globalidad de su propuesta en nombre de un argumento particular que, como mucho, afecta tan solo a uno de los elementos que la constituyen. Para intentar ser más concretos: el hundimiento del imperio soviético (eso que llamamos “la caída del muro”) si algo impugna es un modelo político, pero no puede ser interpretado en términos de una refutación del contenido científico de la obra marxiana”.
En este punto, tras señalar la importancia de Marx por “lo que se hizo en su nombre” a continuación quita peso esencial al “modelo político” construido en su nombre a la hora de verificar “el contenido científico de la obra marxiana” ¿Es qué la Filosofía de la Praxis se puede escindir de su praxis? ¿Es que la construcción teórica de Cruz de señalar tres aspectos indisolubles de Marx va a resultar un pretexto para relativizar la importancia radical del experimento social marxista?
Tras apelar a “el contenido científico de la obra marxiana” niega a continuación que el marxismo sea una ciencia (“el marxismo no es ciencia en sentido estricto y, menos aún, una ciencia particular, una ciencia nueva (ni un “continente teórico nuevo”, por decirlo a la althusseriana manera”). De esta forma no queda claro si plantear que el marxismo “no es ciencia en sentido estricto” puede significar que es “ciencia en sentido no estricto”. Y el autor tampoco no explica en que sentido no estricto sería el marxismo una ciencia.
Podemos inferir que para Manuel Cruz la vigencia positiva del marxismo residiría en el plano ético ya que, según él, “la voluntad de transformar es indisociable de la voluntad de mejorar”. Entonces, la perdurabilidad del capitalismo sería la principal razón de la vigencia del marxismo. Por ello plantea:
«¿se puede afirmar que ha dejado de haber lucha de clases?, ¿o que ha desaparecido el conflicto entre fuerzas productivas y relaciones de producción? ¿Acaso alguien se atrevería a afirmar que la explotación ha pasado a ser un concepto obsoleto?».
Hay dos aspectos problemáticos en estas afirmaciones: la voluntad de transformar no tiene por que estar unida a la voluntad de mejorar y la voluntad de mejorar transformando puede demostrarse como errónea por la situación de hecho que produce. Para esta última opción me vienen a la mente los procesos de colectivización de la URSS y de la China comunista que se saldaron con decenas de millones de muertos. La voluntad de transformar (en los términos de obligatoriedad dialéctica del propio Marx que luego adoptarían los marxistas que llegaron al poder) constituye una variable de la pura voluntad de poder. Como decía el teórico marxista-maoísta Alain Badiou,
“La rebelión es alérgica a la máxima de la moral de Kant: “Debes, luego puedes” (…) La moral es una prescripción derrotada. Pero la rebelión obrera tiene ciertamente lugar y encuentra en el marxismo su lugar de prescripción victoriosa. La razón marxista no es deber-ser, es la afirmación del ser mismo, el poder ilimitado de lo que se levanta, se opone, contradice. Es la victoria objetiva del rechazo popular. Como materialista, la razón obrera dice: Puedes, luego debes” (Badiou, Teoría de la Contradicción, Biblioteca Jucar, 1976, p. 19-20).
Estos postulados presuponen que el marxismo sustituye la ética/moral por una lucha que lleva a la victoria o a la muerte, enlazando con la visión escatológica y apocalíptica, del fin de los tiempos, del Manifiesto de Marx y de Engels, el vasto panorama de enfrentamiento entre dos fuerzas globales en el que una se impondría a otra, o ambas desaparecerían por la fuerza de la conflagración planetaria (“una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes”). La voluntad de poder podría acarrear la pura destrucción, no de lo vigente, en cuanto a relación de fuerzas, sino del propio mundo como tal. La escalada de una conflagración mundial nos podría llevar a ello. La consigna de “victoria o muerte” significa que las fuerzas revolucionarias tienen que vencer o la humanidad entera tiene que morir (no otra cosa trataron de poner en práctica, en momentos diferentes de la Guerra Fría, Fidel Castro y Mao Zedong, cuando recomendaron a la Unión Soviética que iniciara un ataque nuclear). El marxismo es milenarista no por esperar el fin del mundo (ni en esencia por un rechazo religioso-pobrista del comercio y la propiedad, como dice Escotado), sino por tratar de propiciarlo en un doble sentido de acabar con la situación actual o de que el mundo literalmente se acabe por una conflagración universal que necesariamente hay que producir.
El segundo aspecto problemático se refiere a la vigencia de la lucha de clases, del conflicto entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y la perdurabilidad de la explotación. Señalemos primero el rechazo por parte de Manuel Cruz de dos aspectos considerados fundamentales del marxismo como son el materialismo histórico (al que, como dice Cruz, Marx alude escasamente en un par de ocasiones) y el materialismo dialéctico (cuya existencia atribuye a “los manuales de la Academia de Ciencias de la URSS”).
Sin embargo, tanto Marx como Engels plantearon su “dialéctica” como materialista y en oposición al materialismo mecanicista de tantos otros teóricos de aquel entonces. El materialismo dialéctico acabará siendo sinónimo de “dialéctica” marxista a secas y esta, según Lenin, es “el alma del marxismo”. Digamos que conforma el marco conceptual, la lógica y el pensamiento de la práctica marxista, aun hoy día (Ernai, organización juvenil de la Izquierda Abertzale, la califica también como “pensamiento crítico”). Desvincular a Marx de sus continuadores filosófico-políticos (como hace Cruz en el caso de su negación del materialismo dialéctico) significa vaciarlo del contenido de su pensamiento real, que se construye por la praxis de esos continuadores.
Y es que sin la creación de la dialéctica, Marx no hubiera percibido la lucha de clases, el conflicto entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción y la propia realidad de la explotación del hombre por el hombre. Aquello del marxismo que se puede considerar “ciencia” aunque, como dice Cruz, “en un sentido no estricto” (pero si real) se vincula con la visión judeocristiana del “pecado original” en cuanto a la localización un desajuste estructural de la condición humana tal como la formula San Pablo (Romanos 7, 19-25):
“Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”.
El pensamiento marxista localizaría ese desajuste en el cuerpo social y en la historia bajo la forma de lucha entre las clases y el dominio de unas sobre las otras. La diferencia entre el marxismo y el cristianismo consistiría en que el primero identifica la realidad social y subjetiva con esa condición contradictoria (en la cual la alternancia revolucionaria entre sujetos hegemónicos es un proceso constante); mientras que los cristianos identifican tal condición como algo a resolver cuando el ser humano sea reintegrado a su matriz divina una vez mediada la historia, que es el tiempo de la salvación. El marxismo plantea que la contradicción es una “ciencia” de lucha que hay que saber manejar. Desde esta perspectiva, la ley paulina “del mal que hallo en mi” sería un instrumento de resolución y no de condenación y muerte; el cristianismo, aun contemplando esa contradicción (que sería la propia cruz de cada ser humano y su correlato social, el llamado “pecado del mundo”), apela a la intervención de una autoridad superior al hombre para superarla.
Como dice el antropólogo católico René Girard, “el cristianismo es la única doctrina que prevé su propio fracaso” que supone (desde el punto de vista de la teología cristiana) el fracaso del puro esfuerzo humano en la historia. “Y seréis como dioses” (Genesis 3, 5), es la promesa de la serpiente del Edén a Eva. Ese deseo constituye el núcleo simbólico del primer pecado que se repite en toda ambición humana desaforada pues hoy día, pese al desarrollo técnico-científico, no somos capaces de inmortalidad pero si de autodestruirnos. Lo que Girard denomina “la escalada de los extremos” (como enfrentamiento creciente entre poderes terrenales) puede llevar potencialmente a la destrucción de un mundo cuyo límite contemplamos con claridad a modo de posibles conflagraciones y catástrofes de diverso tipo.
Manuel Cruz concluye que el marxismo supone una “formidable propuesta de emancipación” frente a los problemas vigentes del capitalismo. Enarbolar esa bandera no significa que tal emancipación se vaya a producir ya que la realidad histórica de las organizaciones, grupos y estados adheridos al marxismo demuestra lo contrario: un modelo disciplinario, político-policiaco-militar, que ve en el antagonismo con las opresiones neoliberales la eterna justificación de su permanencia, mientras el siempre hipotético horizonte liberador representa una dilación continúa que exige nuevas disciplinas y obediencias.
El marxismo nos pone ante la disyuntiva del gran colapso de una revolución mundial victoriosa y el perecimiento de toda la humanidad. Ello tendría que realizarse mediante la convergencia en un gran sujeto global de un múltiple infinito de sujetos particulares arraigados a las miríadas de contradicciones que recorren nuestro mundo. De esta forma se daría la concreción apocalíptica del axioma kantiano invertido por Badiou: “poder es deber”. Que es lo que Marx y Engels ya presagiaban en su manifiesto al afirmar la posibilidad de “el exterminio de las clases beligerantes”. La negación dialéctica y la contradicción humana llegarían, así, hasta su punto lógico culminante. La negación creará la nada que es la máxima transformación objetiva de una situación dada. Esta perspectiva que nos muestra un límite real, donde entra como una posibilidad un acabamiento de lo humano (un inapelable fin de la historia) es, quizá, el máximo legado que nos deja el marxismo.
madre mía, ¿tan apocalíptica es la situación del planeta?
Entre los marxinianos y los mahomanos, vamos daos.
Buen trabajo, mucho material, hay mucho para aprender y reflexionar. Una muestra:
‘el marxismo sustituye la ética/moral por una lucha que lleva a la victoria o a la muerte, enlazando con la visión escatológica y apocalíptica, del fin de los tiempos, del Manifiesto de Marx y de Engels, el vasto panorama de enfrentamiento entre dos fuerzas globales en el que una se impondría a otra, o ambas desaparecerían por la fuerza de la conflagración planetaria (“una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes”).’
Eskerrik asko Imanol.
Justo de la Cueva, ideólogo de la Izquierda Abertzale, discípulo de Marx:
Porque esta es la hora en que la consigna INDEPENDENTZIA ALA HIL no es ya unaconsigna. Es una previsión científicamente probada.
Porque la independencia de Euskal Herria es hoy una condición necesaria paradestruir en ella el Modo de Producción Capitalista. Y esa destrucción, no sólo en Euskal Herria sino en todo el mundo, es hoy condición necesaria para la supervivvencia de la humanidad. Y en Euskal Herria nos toca hacer, cuanto antes, nuestra parte de esa tarea.
https://arransantandreu.files.wordpress.com/2012/07/comunismo-o-caos-justo-de-la-cueva.pdf
Sería bueno saber como contestan, reflexionan, gentes ajenas al interés nacional de vasconia entera.
Me refiero a los PP, PSOE, PODEMOS, … , IU, que a menudo no entenderán ni pío y los pocos que lo entienden se harán los «yo no sé, no entiendo».
Claro que los del otro lado … de la cancha, los Sortu, IA, Ahal Dugu, etc … pues recurrirán al «yo no sé, no entiendo».
Poca veces, las menos … recurrirán, los expertos en estas lides a la NEGACION.
Hace no menos de 40 años que «el modo de producción» de, por ejemplo, la UE se conoce por el mundo académico serio como «Capitalismo de Estado».
Y ya va siendo hora de que se relacione el imparable empobrecimiento de la población de ambas orillas del Atlántico Norte con la ideología que impera en sus estructuras legales.
¿O queda alguien que ignore que nuestras constituciones (UE continental) DICTAN la Social Democracia? ¿Y que la Social Democracia incorpora lo verdaderamente fundamental del Credo Marxiano?
Hace ahora unos 76 años que Joseph Schumpeter publicó su principal obra: «Capitalismo, Socialismo y Democracia» Dos Volúmenes.
Hay una buena edición reciente de la editorial Página Indómita.
Se puede seguir hablando de «la vigencia de Marx» porque hay una cierta libertad de Expresión. ………….Pero a veces retrocedemos y sería de preocupar que sobre esa base nos estemos construyendo el futuro.
La IA debe abrir los ojos y la mente al progreso intelectual y dejar de seguir de adorar los viejos textos sagrados. Es difícil cuando todo nuestro edificio mental se ha construido sobre el error. Pero una vez dado el paso se abre un mundo nuevo y diferente.
Ni hao,
Llevo ya varios años por la RPC (China) bien en grandes ciudades, en pequeñas ciudades, en pueblos, aldeas, por interior, por la costa.
En la práctica, en el día a día el «capitalismo salvaje» está a la orden del día por todas partes, mejor no hablamos de los millones de funcionarios de los gobiernos provinciales, municipales, locales, barrios, etc, que están untados para cualquier gestión que quiera una persona / empresa emprender.
De auzolan, auzogintza y esas cosas, sin comentario.
Si los sistemas «neoliberales» son explotadores, invito a cualquiera darse a una vuelta por China para que sepa lo que es explotación del hombre por el hombre.
¿Se estará la RPC aprovechando de herramientas ultra-capitalistas para avanzar con mas fuerza y velocidad hacia la prometida sociedad pre-comunista, socialista?
That is the bloody question!
Todo muy liberal…
Ya, no hay sorpresa en la unión de intereses PP-PNV. No es sorpresa porque están de acuerdo en todo. Comparten todo: el PP necesita en Madrid al PNV para hacer las políticas de ajuste y el PNV necesita al PP en Gasteiz para hacer las políticas de ajuste. Están de acuerdo en el techo de gasto, en el déficit, en la prioridad de la deuda, en la política fiscal, en la reforma de la RGI, en el TAV…
¿Qué nos queda ante ese panorama de encuentro neoliberal?
Concluir que eso es estructural.
ELA dixit
Un gran análisis del artículo arriba escrito, Pablo.
Si el PNV pacta con el PP para bien de Euskadi me parece muy bien. No vamos a pactar con Ciudadanos que parece que es el partido español que viene.
Pero para los batasunos lo que os queda es cuanto peor mejor. Todo por estar en contra del «neoliberalismo».
Aunque se hunda Euskadi con ello. Esa es la terapia vuestra de las últimas décadas y hemos visto sus resultados.
Estructural es vuestro desenfoque.
En la misma entrevista:
«el acuerdo, carente de cualquier contenido, que se hizo en el Parlamento Vasco sobre negociación colectiva entre PNV, PSE y EH Bildu. Ese acuerdo no tiene ningún contenido. Se haga o no no afecta para nada en los contenidos reales de la negociación colectiva, no en el espacio privado ni en el sector público. Cerrar un acuerdo con el Gobierno y que en el ámbito del sector público vasco no haya negociación colectiva, no nos parece que sea lo más adecuado. No se ha concluido todavía que esto es estructural.»
«de Ibarretxe, que no defiendo su propuesta porque en relación al marco vasco de relaciones laborales y protección social tenía unos déficits tremendos»
Txiki Muñoz y alias Pablo son marxistas, del ala no reformista de Ehbildu, de la línea de Borroka Garaia Da.
«El marxismo plantea que la contradicción es una “ciencia” de lucha que hay que saber manejar. Desde esta perspectiva, la ley paulina “del mal que hallo en mi” sería un instrumento de resolución y no de condenación y muerte;».
El Salvador ya desechó la comprensión marxista de la contradicción, llamándolo por su nombre:
«Llamólos a sí y les dijo en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás?
24. Si un reino está dividido contra sí mismo, no puede durar.
25. Y si una casa está dividida contra sí misma, no podrá subsistir.
26. Si, pues, Satanás se levanta contra sí mismo y se divide, no puede sostenerse, sino que ha llegado su fin.»
Los marxistas creen que el mal puede expulsar al mal. El Salvador nos avisó de que tal cosa es imposible, y que el reino que se vuelve contra sí mismo perece. De las dos alternativas que plantea Marx la primera, la transformación revolucionaria del mundo, es falsa. Solo la segunda es verdadera: la revolución lleva «al exterminio de ambas clases beligerantes», o sea, a la destrucción de la humanidad.