Imanol Galdos
El artículo cierra la serie publicada en este medio y que ha sido escrita en Boise. El lugar destacado que ocupa precisamente Boise en el universo de la diáspora me sirvió para abordar aspectos que por diversas razones no ocupan la centralidad de la agenda. Partiendo de una realidad pequeña, las vivencias en espacios inmensos dan pie a la reflexión sobre el enorme poder de atracción que encierran y los retos que nos imponen.
Convencidos de que una recuperación de los niveles de antaño dejará todo como estaba. Un pequeño susto, sin importancia. Quien piensa así no cabe duda que pocas dudas alberga y confía en una inercia, en unos modelos clásicos y en unas recetas que entienden de por sí garantizan para el futuro, el mismo escenario de pasados gloriosos.
Es cada vez más numeroso el grupo de personas que, teniendo un deseo evidente por la recuperación y el éxito son conscientes, y por ello están preocupados de que ya ni las estadísticas publicadas, ni la liquidez ni el pleno empleo van a poder ser garantes de un escenario socio-económico que ya no va a volver. La competencia en el escenario internacional es, y va a ser, brutal, sin concesiones, y cada vez más difícil de enfrentar con o desde nuestros medios o nuestras potencialidades Este panorama que se nos dibuja enfrente nos va a exigir una respuesta que no sea ni voluntarista, ni autocomplaciente, porque lo que hasta ahora ha funcionado – y de lo que colectivamente podemos estar orgullosos – ya no va a funcionar. Se exigen nuevas estrategias y, especialmente, nuevas actitudes personales y colectivas. Y la competencia, además, no se ciñe exclusivamente al ámbito socio-económico. Competimos con propuestas espaciales y vitales de mayor dimensión y no es un problema menor. Es en sí un reto clave.
Los temerosos entienden que, aun aceptando las dificultades que ello acarrea, no es óbice para que la tarea fundamental deba encaminarse en la dirección de posibilitar la articulación de los tres elementos necesarios, esenciales para una recuperación y para una regeneración, tan unánimemente aceptada : espacio, dimensión y libertad. Los grandes países, las grandes economías,, en teoría, lo tienen más fácil. Ofrecen la amplitud de sus espacios y de sus dimensiones económicas, organizativas, estructurales, geográficas y el encaje se produce de manera natural. La reducción de los espacios, por su parte, dificulta el encaje de aquellos elementos que por sus características encuentran su hábitat en la amplitud.
Hemos crecido con la fuerte convicción de que, más al contrario, una dimensión reducida era una ventaja añadida, era un regalo digno de aprovechar, muy al alcance de unos pocos. El discurso se sustentaba, con razón, en exitosos modelos políticos y económicos y sociales que se desarrollaban, fundamentalmente en el ámbito económico, internacionalmente en países tanto de grandes dimensiones como en aquellos de dimensión reducida. Parecía que esa pequeña dimensión daba más flexibilidad para las adaptaciones a nuevos escenarios económicos, a nuevas estrategias internacionales de todo tipo.
Da la impresión, sin embargo, que ello no es suficiente para garantizarse el éxito, en su integridad. El país, su futuro, se dirimirá no solamente en una acertada expansión de sus productos y de sus empresas. Premisa fundamental, pero que debe ir acompañada de otro tipo de estrategias.
De ahí que centrarse excesivamente en instrumentos impecablemente construidos y olvidarnos de aspectos y condiciones intangibles del bienestar, nos sitúa ante un esquema no totalmente satisfactorio de las demandas actuales. Ahí cabría situar ciertas desafecciones y autoexclusiones que no solo se explican al calor de la brutalidad de la crisis.
Por tanto, de por sí ni el espacio reducido ni el espacio ilimitado, ni las mayores o menores dimensiones, sean de tipo económicos, organizativo, estructural o social, son de por si ni buenas ni malas. Los problemas aparecen cuando se achica el espacio con el riesgo del ahogo, debido principalmente a la reducción provocada por la acción de las personas, una reducción de múltiples colores: estratégica, de intereses, de colaboradores o de objetivos. Reducción que en cualquier caso está restando potencialidades esenciales.
La actitud colectiva de estar a la defensiva, vivir cualquier opinión como un ataque y no ser autocrítico, genera un desapego silencioso en muchas personas que, discretamente, van abandonando múltiples escenarios, el escenario público e institucional como paradigma principal, para irse apagando discretamente; Enfrentarse a esa autocomplacencia gregaria tiene muchos costes personales y se opta por la evasión.
En este contexto, y también fruto del cansancio, de manera legitima, sobre todo en el ámbito político, se barajan intentos y proyectos de avanzar hacia nuevos escenarios de mayor bienestar y de mayor libertad. Con reiteradas y fundamentadas criticas a escenarios de pensamiento único, que son incapaces de entender la pluralidad y la diversidad, razones sólidas que explican la voluntad de abandonar entornos monolíticos.
Precisamente esas son las razones, algunas señaladas con anterioridad, el achicamiento del espacio, el cansancio colectivo o el desapego silencioso de personas que serían un activo social, que explicarían la necesidad y la conveniencia de procurar no adentrarse por caminos y modelos caducos y fracasados. La elección (colectiva, social, institucional, política,…) será determinante y ello debería ser también motivo de una mínima reflexión.
Aunque se minusvalora en ocasiones el continente, en esta elección el envoltorio determinará en gran medida el éxito o fracaso. Algo que se acerca más a sensaciones, a parámetros menos tangibles. El continente importa, sin duda y en ello podría radicar el éxito de la aventura . La historia nos muestra de manera reiterativa que los continentes pueden ser incapaces de superar sus fatalidades, incapaces de aprovechar de su bagaje, incapaces de ser conscientes de que el prestigio que les aporta su trayectoria y sus resultados cada vez está más en entredicho
Los continentes, sin bagajes, por su parte, con poco peso bajo sus espaldas, ofrecen el espacio y la dimensión geográfica, económica, organizativa, institucional, todas con la misma relevancia, constituyéndose en grandes focos de atracción. La disyuntiva es clara, y aunque la proximidad geográfica y la pertenencia cultural parece que nos aproxima irremediablemente al continente histórico, merecería intentar la opción más arriesgada: pertenecer a un contexto geográfico histórico y aprender actitudes sociales, estrategias colectivas sin prejuicios, que nos puede ofrecer otro continente. Nada perdemos en el intento, pero ello exige, sin duda, superar comodidades e inercias.
En estos parámetros se va a a jugar la partida, una partida que se va a dilucidar con rapidez y que podría pillar con el pie cambiado a más de uno. Quien se resista y quién se obceque en mantener una autocomplacencia sin rigor, en la especulación y en el cálculo permanente, corre el riesgo de quedarse sin público.
El desierto, posiblemente, representa en su plenitud, la salida más extrema frente a ciertas estrecheces espaciales. Así actuó hace treinta años un reputado profesor vasco cuando optó por ganar espacio vital en el desierto de Nevada. En el desierto del país donde de manera exitosa han sabido conjugar la comunidad y la libertad individual, esa perfecta simbiosis que explica su éxito. Hubo quien pudo seguir aquel camino, pero sin sucumbir ante la oportunidad, prefirió seguir en la búsqueda de su propio espacio, de su propia búsqueda de una nueva fórmula social en casa propia, tarea cada vez más ardua. Búsqueda, inquietud, a la que parte de las nuevas generaciones parece que no está dispuesta a sacrificarse.
Frente a esa actitud, siempre esperanzadora, muchas veces castigada y no suficientemente comprendida, sin embargo, al igual que el profesor, hoy perfectamente asentado en el desierto, miles y miles de jóvenes vascos van ganando espacio en desiertos o en humedales donde la libertad colectiva y la libertad individual recorren de la mano la existencia diaria. Sin hipotecas, recelan de la lentitud en la que se mueve el cambio social en su casa y acaban optando individualmente por aquellos caminos que pudiesen garantizar el éxito.
Todos pretendemos contribuir a construir el futuro, es nuestro derecho, sin sufrimientos añadidos. En ese anhelo, cabe esperar que el sueño del desierto no termine por dilapidar la idea que sirvió de motor e ilusión durante décadas. Los que, conscientes o no, empujan a la gente al desierto, aquellos que en la eterna confusión de intereses propios con los de la comunidad contribuyen al desapego social y al abandono colectivo, habría que hacerles ver, que el ambiente se hace cada vez más cargado, que el cansancio y hartazgo se van imponiendo.
Hacerles ver que el el patriotismo y la libertad individual radical siempre han ido de la mano. El antipatriotismo se basa, precisamente, en la premisa contraria . Aquella que antepone ambas. El descubrimiento en las jóvenes generaciones, de que el paquete es uno, sin exclusiones, acelera salidas, huidas, y desapegos que pudiesen ser definitivas.
La única manera de hacer frente a la incontrastable atracción de espacios y dimensiones poderosas e irrechazables es hacer de nuestro espacio y dimensión el entorno amable, admirado y atractivo que posiblemente pudo ser, sin restricciones o autocensuras de conducta y de pensamiento. Condiciones existen, pero las rentas cada vez son más exiguas. La desventaja con la que jugamos debe ser compensada con una radical apuesta por un modelo alejado de nuestro contexto histórico.
La historia que empezó en el desierto de Boise termina en el desierto de Nevada. Desiertos de libertad y felicidad, motores del proyecto fundamental. La imposibilidad de una alternativa a un desplazamiento masivo a desiertos lejanos, requiere de desiertos próximos, no necesariamente extensos, modelo Las Bárdenas, de manera urgente, antes de que nos quedemos sin nadie que los pueda visitar y gozar de ellos. El desierto marcará nuestro futuro.
Nada volverá a ser como ha sido hasta hace poco ( crisis del 2008 ) , pero no sólo por la competencia feroz de países hasta ahora fuera de competición ( China , Rusia , India, Sudáfrica, Brasil , etc . . .) sino porque de seguir así, el mundo está abocado al desastre.
Unas décadas más de neoliberalismo capitalista desmadrado y el mundo no la cuenta. Hace falta un nuevo paradigma basado en la cooperación de los pueblos si queremos salvar a la Humanidad.
Las naciones tienen que liberarse del yugo que supone estar bajo el dominio de los agentes especuladores que dominan y desestabilizan intencionadamente los mercados y deben hacer retornar el poder económico a los gobiernos representativos , los cuales han de gobernar para la mayoría social , no de espaldas a ella.
Este que me precede es uno de los Zaldun de apocalipsis, seguro que el de la Sega.
Desde Carlos Marx, el profetismo del desastre se ha hecho político y ha habitado entre nosotros.
Lo del ‘Comunismo o barbarie’ no es nuevo, Saldunbide. Con todo lo que saben, los cubanos le añaden significativamente la imprescindible apostilla, «valga la redundancia».
Estimado Muro , tu que les enseñabas a tus alumnos la historia americana , su revolución ante la metrópoli , me imagino que también les hablarías de la lucha que muchos presidentes y políticos americanos sostuvieron contra la implantación de la banca usurera proveniente de Inglaterra y Holanda , banca usurera que provocando guerras se hizo con el control de Inglaterra , de EEUU y del Mundo.
Supongo que les hablarías de Jefferson y Thomas Paine , etc . . , no ?
Seguro que les enseñaste la historia de la familia Rothschild , no ?
No era ninguna chorrada lo de » Socialismo o berbarie » , porque la barbarie habita entre nosotros desde hace mucho tiempo y sus efectos cada vez serán más devastadores.
Como puedes observar nunca faltan guerras en el mundo y no creo que sea casualidad que haya habido un atentado en un sinagoga judía cuando hay un movimiento importante de naciones reconociendo al Estado Palestino. La barbarie , amigo Muro , en estado puro.
Nada de lo que acontece en el mundo ha sido por casualidad desde que , desde la sombra, un puñado de hombres sin conciencia maneja los destinos de la Humanidad. Y vosotros sois sus lacayunos servidores.
Verbi gratia : El desmantelamiento de las cajas vascas
Cui prodest , maestro Muro ?
El problema es cuando la barbarie viene disfrazada y no se la reconoce, amigo saldun.
El problema es cuando viene con ropajes de liberación y lo que trae es una esclavitud peor…