Joxan Rekondo Pyrenaeus-eko Talaian
1. En su “Oasis, viaje al país de los fueros”, Joan Mañe i Flaquer destacó que mientras los vascos luchábamos para conservar nuestras instituciones, el resto de los pueblos de la península lo hacían para derribarlas. Observador de primera fila en el reñidero ibérico del XIX, Mañe i Flaquer condensa muy bien la cultura política diferencial por la que era conocido nuestro pequeño país. Era el instinto de conservación institucional y no una pulsión destructiva lo que movió a los vascos a revolverse, sea de forma violenta o con medios institucionales. Porque desde tiempo inmemorial, también estos medios, el pase foral como la negociación y el pacto, han formado parte del repertorio de instrumentos de lucha disponibles para salvaguardar la pervivencia de nuestros usos y normas.
2. Actualmente, la aparición de problemas de gran dureza y complejidad pone de nuevo a prueba nuestra capacidad de adaptación y resistencia. Frente la crisis económica, el desmoronamiento del bienestar social y reavivamiento del centralismo, nuestro empeño más fuerte no es tanto progresar como conservar. Lo que hoy mismo está en juego no es el estatus futuro, sino la institucionalidad actual. Por ejemplo, la reforma educativa (la LOMCE) del ministro Wert es muy agresiva con nuestro autogobierno y nuestro modelo educativo. La comparecencia parlamentaria que la consejera de Educación, Cristina Uriarte, realizó ayer sirvió para explicar la posición que el Gobierno vasco mantiene ante un proyecto de ley que es rechazado por la gran mayoría política y social vasca.
El debate que siguió a la comparecencia puso de manifiesto dos cosas. El rechazo unitario, con la salvedad del PP vasco, ante los contenidos de la norma educativa propuesta. Y la discrepancia entre los grupos parlamentario en relación con los recursos a utilizar para combatir la reforma. Así, mientras EH Bildu y los socialistas demandan que el ‘proyecto Wert’ ha de ser retirado, la consejera propone recuperar la negociación bilateral entre las instituciones vascas y las del estado, de tal forma que la norma pueda incorporar alguna cláusula que excepcione su aplicabilidad en Euskadi.
Estas diferentes posturas no responden únicamente a una distinta opinión sobre cuál podría ser la vía más eficaz para modificar la posición del ministro Wert, sino que de ellas se desprenden también visiones de fondo divergentes que actualizan la paradoja de Mañe. Por un lado, la exigencia de retirada de la LOMCE se corresponde más con una pelea de dimensión estatal, que principalmente busca antagonizar con el gobierno, que con una posición de conservación de nuestras atribuciones y singularidad. Interesa al PSE porque interesa al PSOE configurarse como alternativa de poder estatal. Y también sirve a EH Bildu para transmitir un modelo ideológico extrapolable más allá del territorio vasco. Pero, el debate en este ámbito estatal queda subordinado a una dinámica de lucha que diluye nuestros intereses en un amplio magma de fuerzas, que se desenvuelven en pos de objetivos y tendencias contrapuestos. La bandera de la retirada de la LOMCE, en todo caso, podría tener sentido en la tramitación del proyecto ante las instituciones estatales, pero no cabe implicar a las instituciones vascas en esa estrategia.
La posición de Uriarte, por eso, es una posición más cabal que busca conservar nuestros poderes. Es decir, salvaguardar nuestras instituciones para proteger nuestro modelo educativo. No se trata de que el gobierno Vasco busque y participe de unidades de acción interterritoriales que no sirven para nada más que atizar un clima general de confrontación que desgaste y derribe más pronto o más tarde al actual gobierno español. Se trata de buscar una relación bilateral entre Euskadi y el Estado para lograr que las normas generales incluyan un principio de excepcionalidad, de tal manera que la aplicación de la norma estatal quede supeditada al respeto a nuestras competencias. Tal y como se ha pactado en otras ocasiones, siendo la más reciente la aceptación del principio de excepcionalidad foral ante la inminente reforma de la Administración Local.
3. La búsqueda del pacto para que se respete nuestro hecho diferencial no es un invento reciente. Forma parte del repertorio tradicional de herramientas de lucha con el que durante siglos hemos defendido la singularidad foral. Relacionado con el pacto está el pase foral. El pacto refleja la vigencia de una relación de confianza y lealtad recíproca entre instituciones, en lo que hoy debería ser la concepción de bilateralidad en las relaciones entre Euskadi y España. El pase es la respuesta a la ruptura de esa relación de bilateralidad. Éste no persigue quebrantar el sistema o sublevarse ante él, sino que busca reponerlo, que se adecúe a la realidad de pacto, dejando atrás las decisiones unilaterales. Ejecutar el pase o buscar el pacto son, por lo tanto, recursos legítimos, valederos para resistir la imposición y restaurar la situación de pacto transgredida.
La experiencia histórica nos muestra, sin embargo, lo importante que nos ha sido haber hecho uso de ambos con un gran sentido de la medida, con un espíritu práctico y realista que nos ha salvado de jugárnoslo (y, acaso, de perderlo) todo en nuestras apuestas históricas. En el periodo de zozobra que vivimos, con graves riesgos acechantes tras cada esquina, la clave es saber administrar con ese mismo juicio práctico y realista los medios de lucha de que disponemos.
Yo quiero que se ejecute el pase. A verlo.
A tí eso de «ejecutar» te va mucho, no Victor??
Eres muy gracioso NI NEU, me divierten mucho tus payasadas. Salta un poco mas, hop hop. Ala, ya esta, ahora no molestes mas.