J. Agustin Ozamiz Ekoberrin
Si uno cobra perspectiva sobre los factores de la crisis, puede percatarse de cuestiones clave que no son tratadas en los medios de comunicación con la necesaria profundidad.
Dos de estas cuestiones son: 1) Qué son los mercados y 2) Qué características tienen los países que están en crisis, que los distinguen de países con similares estructuras, pero que no han entrado en crisis.
Sobre la primera cuestión un analista financiero me respondía recientemente, que los mercados son claramente las cajas financieras, los bancos. Y desde luego teniendo en cuenta que muchos de ellos tienen trillones de euros o dólares acumulados en beneficios, de los que solo el 8% se dedica a la economía real, (el resto a la especulación), y que además no hay estado alguno en el mundo que no les deba dinero, uno deduce que son las entidades financieras lo que llamamos “mercado”, quienes mandan en “el mercado”.
Sobre la segunda cuestión resulta esclarecedor considerar el perfil socio-demográfico de los países en crisis por una parte, y de los países llamados emergentes por otra. La población mundial llegará a ser de 9.200 millones de habitantes en el 2050 según Naciones Unidas (actualmente siete mil millones). Sin embargo el índice de natalidad se ha ido reduciendo en los últimos 50 años en todo el mundo. Esto está sucediendo incluso en países musulmanes, como Irán, cuyos fundamentos de identidad personal giran fundamentalmente en torno a la familia (La tasa de natalidad en Teheran es del 1,5%). Las causas de esta reducción mundial de la natalidad son diversas, y varían de unos países a otros. En algunos como China son consecuencias de políticas estrictas de las autoridades políticas. En muchos países son consecuencia del cambio del estilo de vida y de los valores sociales.
Como consecuencia de esta dinámica demográfica, Europa y los países occidentales han mantenido en la segunda parte del siglo XX una estructura productiva en la que la mano de obra abundaba. La población trabajadora, nacida en la época del baby-boom tras la segunda guerra mundial, dejaba de tener muchos hijos, y no tenía demasiados ancianos para atender. Esta situación ha cambiado drásticamente en Europa y EEUU. La generación baby-boom se está jubilando y gracias al sistema de bienestar, tiene casi 20 años de esperanza de vida cuando deja de trabajar en el sistema productivo, llamémosle oficial. Y además la población en edad laboral ha disminuido sustancialmente. Los mercados ya no se interesan tanto en esta población, sino en la de los países llamados emergentes, con un perfil socio demográfico similar al que nosotros teníamos hace cuarenta años (“dividendo demográfico” en términos de David Bloom, profesor de Salud Pública en Harvard).
Así que no podemos limitarnos a esperar lo que dicen los mercados. En mi opinión ni siquiera se trata de reducir los costos de la mano de obra y del estado. Para los mercados somos una estructura demográfica problemática, y lo seremos los próximos 20 años hasta que la población anciana vaya disminuyendo naturalmente. (“The economist”, Octubre 2009)
Creo que en Europa, deberíamos de considerar la solución que se halla desarrollando Canadá, que le está permitiendo no haber entrado en crisis, y encaminar la situación hacia una socio economía sostenible. Según la revista “The economist” Canadá se halla afrontando la situación económica mundial mejor que cualquier otro gran país de los llamados desarrollados, con población envejecida. Son cuatro las estrategias que se identifican en Canadá para afrontar la situación: Una posición fiscal fuerte junto a una adecuada regulación de los bancos es una de las estrategias. Por otra parte llevan ya cuarenta años analizando el envejecimiento de la población y pensando en alternativas para ello. Así la universidad de Toronto es líder mundial en el estudio del envejecimiento y la economía de la salud. En Ontario se trabaja desde los años 70 en alternativas asistenciales para la población anciana. Los sindicatos se han reorganizado y en muchos lugares juegan un papel de apoyo social y asesoramiento para toda la población, no solo para los trabajadores.
Un tercer factor es el que todos los partidos políticos, y como consecuencia los distintos gobiernos, tienen claro que el mantener el sistema de bienestar con las bases del sistema sanitario de calidad y universal, así como un adecuado sistema de protección social, promueve un capital social que permite el diálogo y el entendimiento, y como consecuencia la reflexión colectiva para hallar soluciones y alternativas a los problemas socio económicos. Finalmente Canadá ha desarrollado una importante estrategia de acuerdos internacionales con países como China, Rusia, India, Indonesia, países emergentes, países africanos, que le permiten diseñar un sistema de producción sostenible y con óptima prospectiva.
Cuando hablamos de «mercados», existe el riesgo de meter en un mismo saco tanto lo que conviene como lo que debería quedar fuera. Los mercados de productos y servicios no tienen nada que ver con los mercados financieros, y por lo tanto presuponer el mismo conjunto de soluciones políticas para ambos es de entrada un error, con trágicas consecuencias en caso de que alguien lo lleve a la práctica.
Los mercados financieros deben estar regulados porque de ellos depende el funcionamiento de la economía. No hay nada de malo en ponerles un yugo legal encima, incluso desde perspectivas liberales, ya que los sistemas financieros solo existen en virtud de normativas estatales y acuerdos internacionales. Cualquier medida que disuada a los especuladores, introduzca claridad en las operaciones financieras y evite que los bancos puedan incurrir en graves desequilibrios de contabilidad y balances viene bien para la economía.
Por el contrario en los mercados de productos y servicios sí que debe existir una amplia libertad económica, con el único límite del cumplimiento de normativas en materia de legislación laboral, medioambiental, urbanística, de protección de datos y de responsabilidad de producto que sean las mismas para todas las empresas. De lo contrario no habrá innovación ni crecimiento económico, únicos motores capaces de crear puestos de trabajo y sacarnos de la crisis.
El que algunos pretendan sacar a Euskadi de las arenas movedizas en que se ha convertido la economía local y lanzarla a los mercados mundiales presupone esa libertad económica de la que hablábamos antes. Sin mercados no hay posibilidades de prosperar por la vía de la competitividad y la creación de nuevas empresas. Lo contrario implica ir hacia el socialismo.
Hay quien habla de crecimiento negativo, de autogestión, de reparto del trabajo y otras fórmulas como respuesta a la crisis. Pero eso no son más que fantasías burocráticas paridas junto a la máquina del café por unos cuantos funcionarios izquierdistas. Véase al respecto un hilo en torno a esta cuestión concreta en la página web Irekia, que por alguna razón que se me escapa el nuevo ejecutivo vasco se empeña en mantener abierta.
hola patxi, tu tercer parrafo aplica tambien a ingerencias españolas peligrosas para empresas vascas y puestos laborales vascos, tipo mercadona?
Por supuesto. La libertad debe ser total o al menos tan amplia como sea posible, lo mismo aquí que en Madrid o bajando Despeñaperros.
Gran aportación artola. Zorionak (Felicidades).
la tuya, si cabe, es mayor aun.