Ander Muruzabal
(Cuarto artículo de la serie y acercándonos al final, dedicado a los “peligros” que pueden hacer fracasar un verdadero modelo de Open Government)
“Les estoy pidiendo que crean. No sólo en mi capacidad de traer el verdadero cambio a Washington, les estoy pidiendo que crean en la de ustedes.”
Barack Hussein Obama
Hablábamos en la primera entrega de esta serie del relativo “fracaso” del e-government y apuntábamos las razones de este en base a que por el camino “alguien” cambio la perspectiva y el enfoque del mismo y traspaso la óptica del proyecto desde el ciudadano hacia la propia Administración pública lo que desembocó en la sustitución, o mejor en la agregación, de una nueva burocracia tecnológica a la ya tradicional burocracia administrativa.
Lo que debió ser una revolución en las formas de gobierno adaptándolas a las necesidades de la ciudadanía se convirtió en una revolución de la casta informática que tomo el poder de las decisiones administrativas, con un único perjudicado, el de siempre, el ciudadano.
Con el Open Government corremos similares riesgos, puesto que si la tecnología puede convertirse en una herramienta decisiva para abrir el gobierno y las vías de participación, también puede utilizarse para el lanzamiento masivo de lo que yo llamo la política SPAM que puede destruir la credibilidad del proyecto, como la burocracia tecnológica destruyó las posibilidades del e-government. Y ejemplos hay de lo más elocuentes en la red.
No es exactamente lo mismo utilizar las redes sociales, los blogs, el correo electrónico, los SMS… para debatir, aportar o escuchar sobre decisiones políticas, programas o proyectos que para que determinados agentes políticos conviertan el Open Government en una especie de sucedáneo caro del “Sálvame de luxe” en una carrera desenfrenada por ver quien está más cercano a la ciudadanía. No pretendo en este artículo poner en tela de juicio la legitimidad del uso de la tecnología para la propaganda y el marketing político, pero si dejar claro que eso no es Open Government.
Pero como todo esto puede resultar “farragoso” y una de las premisas del Open Government es la transparencia podemos recurrir a un ejemplo de economía de mercado que nos ayude a clarificar el tema. En una economía tradicional, así como en un modelo de democracia representativa como el que hoy día rige en occidente, existen tres agentes; el productor de los servicios (la administración pública), el intermediario (el político) que decide cuales son los productos a producir y consumir, donde y como ofrecerlos al consumidor y a que precio, y este último (el ciudadano) que decide entre una oferta limitada que consume, donde y a que coste.
En un modelo de economía moderna, palabra gastada donde las haya pero a veces de utilidad permanente, y por ende de Open Goverment, siguen existiendo los tres agentes pero sus papeles han cambiado. El productor ya no produce al dictado del intermediario sino en función de la calidad, la rentabilidad del producto y las necesidades y gustos del consumidor, el consumidor ya no consume en función de una oferta limitada definida y decidida por alguien ajeno a él, por mucho que lo haya elegido, y el intermediario ha mutado su papel al de integrador adecuando la producción a la propia demanda del mercado, y no solo en cantidad sino en calidad, y sobre todo, en cualidad.
¿Y qué habremos conseguido con todo ello?
Rentabilizar el trabajo de la función pública adecuándolo a las necesidades y las demandas de la ciudadanía que pasa de agente pasivo de la acción de gobierno a protagonista de la misma.
Mucho se ha hablado de las famosas 12 claves de un verdadero modelo de Open Government, compartiendo gran parte de lo dicho creo que perfectamente se pueden reducir a cinco:
Transparencia que garantice realidad de los datos accesibles por el ciudadano y su correcta interpretación y uso.
Profesionalización de la función pública que asegure el aprovechamiento del talento de los empleados públicos y sus capacidades. Esto requerirá una reorganización de la función publica, un aplanamiento de sus estructuras y la utilización de plataformas de trabajo colaborativo.
Escucha activa, entendida como la apertura del gobierno a cualquier foro de debate ciudadano y apertura de foros propios. Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma deberá ir a la montaña.
Accesibilidad de toda la población a la tecnología. Fomento de la universalización y gratuidad, espacios de acceso abiertos, de infraestructuras y conocimiento tecnológico.
Promoción de la participación activa.
Y volviendo a la cita de Obama que abre este artículo, la función del político ya no va a ser convencer a la ciudadanía de que alguien puede hacerlo para ellos sino de que ellos lo pueden hacer por si mismos.
Efectivamente Ander, el tema de las nuevas tecnologías y la publicidad o spam es un problema gordo. Sufrimos lo que se llama una «infoxicación», un exceso de información y propaganda, que además en algunos casos es intencionada, para que cuanto más barullo se forme, menos informa correctamente el adversario.
De todas formas, me gustaría que aclararas el párrafo en la que dices «El productor ya no produce al dictado del intermediario sino en función de la calidad, la rentabilidad del producto y las necesidades y gustos del consumidor, el consumidor ya no consume en función de una oferta limitada definida y decidida por alguien ajeno a él, por mucho que lo haya elegido, y el intermediario ha mutado su papel al de integrador adecuando la producción a la propia demanda del mercado, y no solo en cantidad sino en calidad, y sobre todo, en cualidad.»
Eso en clave de servicio público, en un ejemplo concreto, ¿a qué se traduce? Los servicios como la sanidad y la educación, por ejemplo, se producirían dependiendo de la rentabilidad y gustos el consumidor?