Ion Gaztañaga
(Comunicación de la Diputación de Gipuzkoa a la de Vizcaya a propósito de la oposición de las tres Diputaciones a la desamortización de bienes de 1855, tomado de la Enciclopedia Auñamendi).
Más de una vez hemos hecho referencia desde este blog a la importancia de recuperar y actualizar («Basque Nation Branding (4): La gobernanza de los Bienes Comunes», «La necesaria lucha por los nuevos comunales» y otros artículos) una de las instituciones sociales más importantes de los vascos, los comunales, que fueron el principal instrumento para dar la oportunidad de trabajar y subsistir a muchos vascos que de otra forma, por no ser propietarios o por no ser su propiedad suficientemente grande, no tendrían cómo garantizar la subsistencia de la familia.
El origen de los bienes comunes en tierras vascas es, según parece por las múltiples versiones que podemos leer, muy diversa y específica de cada lugar, ya sea por compras de los municipios, concesiones reales a monasterios, reorganizaciones territoriales para mayor aprovechamiento de los recursos, etc. Lo cierto es que los comunales han marcado la historia de las entidades locales y desde un punto de vista político, estoy totalmente acuerdo con la firmación de Auñamendi de que «difícilmente podría concebirse un pasado de hombres libres sin el concurso de este tipo de bienes para cuyo aprovechamiento los pueblos han ido definiendo toda una serie de fórmulas de utilización, bien conservadas como usos y costumbres aunque no siempre hayan logrado quedar fijadas en textos escritos».
Evidentemente, con la mayor tradición comunal de Navarra, más evidente incluso después de la desamortización, Manuel de Irujo tenía que dedicarle un capítulo en su monumental obra «Instituciones Jurídicas Vascas», donde nos da detalles del dramático proceso que sufrieron los comunales después de la pérdida foral, y la injusticia y los «pelotazos» que supusieron las desamortizaciones llevadas a cabo por el gobierno cristino:
Una buena parte de la historia social y económica de nuestras entidades locales ha venido desarrollándose en torno al modelo de aprovechamiento de sus «comunes», montes y tierras de labor cuyo disfrute recae directamente sobre la comunidad vecinal, porque es el común de vecinos quien ostenta el dominio útil de tales tierras; difícilmente podría concebirse un pasado de hombres libres sin el concurso de este tipo de bienes para cuyo aprovechamiento los pueblos han ido definiendo toda una serie de fórmulas de utilización, bien conservadas como usos y costumbres aunque no siempre hayan logrado quedar fijadas en textos escritos.
Con gusto haría una previa excursión sobre la tesis jurídica que presidió en nuestras tierras marítimas la explotación minera, según la cual, nunca las riquezas del subsuelo dejaban de ser patrimonio público. Pero, la legislación española, a cuyo amparo han sido explotadas en nuestra edad las minas (…), ha reducido a recuerdo histórico aquella concepción social (…). Y quiero en esta parte económica referirme siempre que sea posible a (…) la situación a que nos ha conducido la política trazada a consecuencia de la pérdida de nuestra soberanía foral (…). Nuestra economía, forjada en una permanente lucha contra el Estado, no ofrece ciertamente perspectiva de una posición afirmada en la batalla entre dos ejércitos regulares, sino más bien, el aspecto de contienda irregular y no poco anárquica de unas guerrillas (…).
Por todos es sabido que en España fue decretada la desamortización. (…) La desamortización tenía por objeto arrancar los bienes de las «manos muertas», y llevarlos al libre comercio regido por la ley de la oferta y la demanda. Los desposeídos fueron dos de los grandes tenedores de las tierras de la península: las corporaciones públicas y la Iglesia. El tercero, la nobleza, cuyo derecho era el menos sólido de los tres, y cuya función social era nula, quedó inmune de aquella medida(…). La base doctrinaria de la desamortización, aparte los móviles sectarios (…) era el laissez faire absoluto y sin limitación alguna. (…). Me referiré tan sólo a las leyes desamortizadoras en cuanto afectaron a los bienes poseídos por las corporaciones de carácter público, concretamente por los municipios.
Sucedió en Euzkadi al darse de alta la doctrina clásica liberal y con ella la desamortización, lo contrario de lo que aconteció al instaurarse en Europa el feudalismo. Navarra, más en contacto con Europa durante la Edad Media, vio sus instituciones salpicadas de brotes feudales, mientras Euzkadi Occidental, más aislada, se defendió de ellos con ventaja y fortuna. Al instaurarse la doctrina clásica liberal, Euzkadi Occidental, en relación de mayor intensidad con Europa y más industrializada, se dejó influir por las nuevas ideas, mientras que Navarra se defendió cuanto pudo, con fortuna también, de su aplicación. (…) No debemos olvidar -ya antes lo hice notar-, que la economía vasca tenía de hecho un contenido liberal, moderado por la concepción social de la propiedad de la tierra.
Otro hecho existe, que pudo influir en la distinta manera con que Navarra de una parte y Euzkadi Occidental de la otra, reaccionaron contra las leyes desamortizadoras, en cuanto que, privaban a las corporaciones públicas del país de las tierras comunales, y con ellas de las bases de una economía social. (…)
Resulta pues que, al ser iniciado el sistema y aprobadas las leyes desamortizadoras durante la primera guerra civil, Navarra, una vez sancionada la ley de modificación de fueros de 1841, se encontraba en mejores condiciones para dialogar con el Estado, que las tres regiones de Euzkadi Occidental, que resistieron la aplicación de la ley abolitoria de 1839. (…) Lo cierto que, la Diputación de Navarra se preocupó del problema desamortizador con un empeño del que no cuidaron las regiones hermanas. Invocando los propios términos de las disposiciones emanadas de Madrid -la necesidad de los predios desamortizados para servicios públicos-, dio instrucciones a los Ayuntamientos, con el fin de que aquellas leyes quedaran burladas, o al menos, notoriamente amenguadas en sus desastrosos efectos. Los municipios -los más aunque no todos ni con la misma intensidad-, siguiendo las normas aconsejadas por la Diputación, incoaron sendos expedientes para dejar excluídas de la desamortización las tierras comunales, y a esto se debe el que hoy, los Ayuntamientos navarros posean bienes comunales en cuantía y riqueza superiores a los restantes municipios vascos y a todos los españoles.
Esas tierras del común son administradas por los propios Ayuntamientos bajo la superior vigilancia de la Diputación. Se dividen los terrenos en forestales, destinados a bosques y pastos, y agrícolas, cultivados por los vecinos. Este cultivo agrario se realiza mediante adjudicaciones parcelarias por término de diez años, hechas entre los vecinos residentes que carecen de patrimonio de su propiedad, o que disponen de escasos medios de fortuna, cuya cuantía se fija administrativamente con arreglo a normas precisas. El labrador navarro sin tierras propias o careciendo de las necesarias para mantenerse con su producto, cultiva, pues, las del común, que para él guardó el país, con un sentido de justicia social que vivía robusto en su tradición, y en cuyas aplicaciones se adelantó a los restantes países europeos, e incluso a los pensadores y doctrinarios que, después de aquellas fechas, iniciaron sus prédicas sociales. (…)
La Bardena (…) constituye en la parte de Navarra una comunidad de municipios, que disfrutan de aquellas tierras. Hasta el siglo XVI fueron inmenso bosque y hoy forman páramo desértico (…). Están dedicadas al cultivo de cereales y pastos. El lema tradicional de la Bardena proclama «aquí nada es de nadie y todo es de todos». Los primeros ocupantes laborean la tierra sobre la que se instalan. Si dejan de trabajarla dos años consecutivos pierden su derecho, que pasa a nuevos cultivadores, siempre que ostenten la condición de vecinos residentes de la comunidad.
Entre las instituciones sociales de Navarra se encuentra también la Comunidad de Urbasa y Andía. Todos los habitantes del país conservan el derecho de edificar sus casas con maderas y materiales de construcción extraídos de esos bosques, alimentar sus hogares con leñas de la misma procedencia, y disfrutar con sus ganados en los pastos de aquellos prados. Facerías de montes y pastos reducidas a diversos valles subsisten igualmente (…). Citaré las de Aralar, Roncal, Aezcoa, Loquiz y Amezcoa, como más típicas. La participación en estos beneficios es siempre por hogares y nunca por cabezas, siguiendo en ello la misma norma establecida en la vida jurídica y social por la tradición(…). Cada hogar recibe, pues, de la comunidad social, los materiales para construir sus viviendas y casa de labor, las leñas con que alimentar sus fuegos, los pastos para atender a su ganado, y cuando carece de tierras propias o no posee las suficientes, terrenos comunales sobre los que garantizar la asistencia de su familia.
La política social desarrollada por los municipios, ha logrado incorporar al patrimonio comunal muchas de las fincas procedentes de los bienes de comunidades religiosas, que fueron convertidos en propiedad privada por las leyes desamortizadoras. Esa gestión meritoria ha tropezado con la carencia de facultades de gobierno para conducir una reforma agraria. Las adquisiciones han debido ser realizadas en el libre comercio de la oferta y la demanda, sin ventaja alguna para los Ayuntamientos.
Dos coadyuvantes resueltos han contado en este empeño los municipios: la Diputación y el clero, cuya preocupación social es muy intensa, figurando a la cabeza en esa característica los sacerdotes tradicionalistas. Una de mis primeras gestiones como diputado foral de Navarra fue la adquisición de la finca de Anderaz para el Ayuntamiento de Abarzuza. El gestor de aquella empresa fue el párroco, cuyos sentimientos tradicionalistas y gran prestigio eran obstáculos invencibles que encontraba yo como candidato en las campañas electorales. Aquel cura, hombre de vida austera y de gran caridad, a quien yo no conocía personalmente, pocos días después de la toma de posesión del cargo, se personó en la Diputación, y después de hacer su propia presentación, expuso en palabras lisas y llanas la preocupación que allí le había conducido, y formuló su proyecto. Me constituí en colaborador suyo. A los cuarenta días se firmaba la escritura de adquisición de la hermosa finca, que hasta la fecha había constituido permanente motivo de disturbios y desde entonces pasó a ser base económica del vecindario, que vino obligado a pagar por aquel fundo lo que el propietario quiso cobrarle.
Excelente e interesantísmo artículo, Ion. Ya, nada más empezar a leerlo me ha parecido de esos contenidos de los que poco a poco debemos ir tomando conciencia si es que queremos tener una clara y formada idea de todo lo que la nación vasca ideosincatica y culturalmente envuelve.
Por otro lado, poco conocedor del tema en su generalidad y conocedor del mismo en su particularidad -mi abuela era de Zudaire y su madre de Larraona (amescuas baja y alta), me ha parecido muy interesante y me ha recordado mucho las informaciones y datos que recibí de mi abuela: la responsabilidad asumida y repartida sobre los bosques comunes, el reparto anual de la leña a cada familia…
Hay dos cuestiones que a mi me parecen interesantes a recalcar de la reflexión sobre este artículo:
-1) la Gestión comunal, más allá de ser una realidad concreta que también se ha dado en otros pueblo como el Gallego, estaba fuertemente enraizada en nuestro pueblo (especialmente en Navarra). Y más allá de ser una realidad objetiva concreta (y adminitrativa) que caificaba y daba tipología a una serie de terrenos, más allá de ser esto así, a su vez, calaba hondo como realidad, convirtiendose a su vez en una característica de la realidad social de todos esos pueblos en los que se dio. Tuvo realmente éxito por el espíritu comunitarista que siempre ha caracterizado a nuestro pueblo.
2) Si bien en otras zonas (como Gipuzkoa) no se ha dado como en Navarra, es interesante reclacar como forma análoga el Auzo-lan, en tanto que trabajo común asumido por todos y cada uno de los vecinos para trabajar sobre zonas comunes de la vecindad, si no muchas veces de pastoreo y explotación, sí caminos, plazas, accesos, contención de corte de terrenos, encauzamiento de riachuelos…
3) Pienso que las dos formas responden igualmente al espiritu comunitarista que ´ha latido siempre en Euskalerria, espítritu éste, que lejos de disolverse tras al crecimiento de esos pequeños pueblos, tras la industralización y la paulatina desaparición de las pequeñas comunidades rurales, dio paso al espíritu cooperativista y el éxito que éste tuvo en los años 60; un éxito que nunca se ha logrado en ningún otro país.
El COMUNAL, la manera de posesión y uso mas justa, correcta, inteligente y efectiva de la TIERRA, (aire,aguas), y de los frutos que da.
La TIERRA no debiera ser propiedad privada, ni tampoco del rey, ni de la nobleza, ni de la iglesia, ni del estado, ni del proletariado, NI DE LOS AYUNTAMIENTOS Y/O CONCEJOS.
Se ha hablado mucho y bien del Batzarre y del Auzolan, (bonitas palabras), pero mucho menos del Comunal (son comunal también, Cañadas, Pasadas, Traviesas, FACERIAS…. debieran serlo Corralizas y Aborrales), muchas de ellas las estan destruyendo.
Sin COMUNAL no existiría el Batzarre (Asamblea para tratar del COMUNAL), ni el AUZOLAN (Unión de VECINOS, para trabajar en lo COMUNAL).
El concepto de VECINO en cuanto a Cabeza de Familia (+-), es el que debiera de cambiar hacia hacerlo válido por cada persona.
El COMUNAL está muy presente en muchos de nuestros pueblos. Mucho mas se debiera hacer por defenderlos, y en muchos casos RECUPERARLOS.
¡¡ Cuantos murieron por ello en NABARRA ¡¡
¡¡ HONOR los que defendieron el COMUNAL ¡¡
Un tema sencillo pero MUY PROFUNDO, que pocas veces es tratado en prensa y foros.
Un tema sencillo BELLO, pero difícil de defender por las Graves Agresiones que ha sufrido.
¡¡ Un «post» IMPORTANTE ¡¡ Mucho mas presente debiera estar.
Gracias por sacarlo.