Jon Argeder (*)
No me dirijo sólo a los indignados oficiales de nuestras plazas, sino a los todos los que sufren los sinsentidos de este sistema económico empresarial. Y también, optimista que es uno, a los que son cómplices de esos sinsentido.
A la indignación que sufren muchos, se añade el miedo al cambio de casi todos. Y en plena crisis – yo no llamaría así a una situación que ha venido para quedarse-, seguimos con los mismos análisis y los mismos tipos de actuaciones que nos han traído hasta aquí. Que si brotes verdes, que si lo peor ha pasado, que pronto se creará empleo, que si hacemos ésto o aquello se volverá a crecer.
Pero la realidad es cruda. Algunos organismos por ejemplo, apuntan a 2026 como año en el que podríamos recuperar situaciones pasadas de paro como las de 2007. No me he confundido, apuntan a 15 años renqueantes. Si no fuera por la cantidad de personas que lo están pasando mal, podría parecer broma. Pero casi todos piensan que pasará, que recuperaremos el pasado. Como si no supiéramos que aquello 2001- 2007 fue un espejismo, algo falso.
Lo peor es que no se vislumbra entre los directivos empresariales y económicos un decidido cambio de rumbo. El modelo mental que tenemos instalado la mayoría de responsables, es que el sistema es el que es, y que, qué le vamos a hacer, ya pasará esto. Y los máximos responsables del sistema, erre que erre – después de un primer “despiste” en el que se incluso cuestionaron las bases del sistema- siguen aplicando las mismas recetas y métodos que han demostrado su incapacidad de producir otros resultados diferentes. Y así nos irá. En el sistema económico actual el criterio cuasi único es la maximización de la generación de beneficios, y a corto además. Por encima de cualquier otro criterio. Manteniéndolo, es inútil pretender otros resultados diferentes. Los “mercados” seguirán exigiendo las mismas medidas. Y los “bonus”, paraísos fiscales, desigualdades, paro, serán otros tantos resultados obligados.
Y, frente a todo esto, ¿qué podemos hacer? Hay esperanza.
Asistí a una jornada sobre Participación, en la que tuvimos oportunidad de disfrutar de varios sabores de esperanza. Por cierto, con unos 100 asistentes, se expusieron diferentes y recientes ejemplos de proyectos empresariales, en los que se ha avanzado claramente en la participación de los trabajadores en la propiedad de la empresa, o sea, en la implicación y compromiso con su futuro empresarial. Así, pudimos disfrutar de la transformación de una empresa conflictiva en cooperativa; de la transformación de una empresa de servicios en sociedad anónima laboral; de la participación minoritaria en una empresa del sector de pólizas de seguros; de la participación minoritaria en una empresa familiar. Todas ellas con cientos de puestos de trabajo, salvo una de 40. Todas ellas en buena salud económica y patrimonial. ¡ Y en plena crisis ¡
Primera conclusión: la participación de los trabajadores es posible en todo tipo de situaciones empresariales. Basta con tener voluntad clara para ello.
En las diversas ponencias se pudieron escuchar muchos enfoques diferentes que apuntaban a la necesidad de soluciones originales a cada situación. Cada proyecto es un mundo complejo de variables: mercado, tecnología, equipos y personas.
Segunda conclusión: la participación societaria se concreta de muy diferentes maneras y requiere de soluciones originales y adaptadas a cada situación.
En todas las ponencias se resaltó el cambio necesario en los comportamientos de las personas. Los enfoques verticales del ordeno y mando, con sus variedades más o menos diplomáticas, pasan a la historia en todos los proyectos. Los sistemas actuales, bien enmarcados en las leyes, atribuyen todo el poder a la propiedad. Como decía gráficamente uno de los ponentes: el actual sistema instaura, por su propia naturaleza, una dictadura dentro de la empresa. Decida lo que decida quien ostente el poder, está bien decidido. En las multinacionales el capital entra a invertir por una puerta de la planta, …si por otra salen trabajadores.
Tercera conclusión: la participación de los trabajadores es el cambio, el único quizás, que facilitará el cambio personal en los comportamientos de todas las personas de la organización. Al participar societariamente todos los trabajadores, todos tendrán la consideración de socios y partícipes en el proyecto. Para ellos mismos y para los responsables.
Asistimos a una revitalización de la participación como esquema moderno y generador de sostenibilidad y de aportación de valor para la sociedad. ¿Utopía?
No. Simplemente lógica. Se impondrá porque no se puede sostener democracia en la vida pública, y autoritarismo en la vida empresarial y económica. Esa es mi esperanza.
(*) Kooperatibista
Soy uno de los que suele escribir en este blog y trabajo en una multinacional y lo que dices es una verdad como un templo, desde el director general hasta el último empleado estamos en el filo de la navaja, pendientes de las ventas, del ebidta y de los bonus.
Espero que cuando vuelva el legítimo Gobierno Vasco, tenga en cuenta ideas como las tuyas, ya que la clave del triunfo empresarial es la implicación y participación de todas las personas que componen la empresa y de eso en Euzkadi sabemos bastante, puede sonar utópico, pero desde Euzkadi podemos construir un modelo diferente al actual y por supuesto muy alejado del modelo español, que se a demostrado que es ruinoso.
Yo también estoy por la participación de los trabajadores en la empresa, pero no soy tan optimista.
Mirando por dentro nos encontramos con los siguientes protagonistas:
– los accionistas. Su fin es ganar dinero y si con la participación pierden cuotas de poder es lógico que se opondrán a ello.
– los directivos. Están condicionados por los objetivos marcados, en último término los beneficios.
– los sindicatos. Como son de clase, su alternativa a la propiedad privada es la propiedad pública, por lo que en general se opondrán a una tercera vía.
– los trabajadores. Los hay de todo tipo y mentalidad y la mayoría de sociedades anónimas reconvertidas a sociedades laborales lo ha sido por supervivencia y mantener el puesto de trabajo, es decir casi por obligación.
Mirando en general tenemos a una clase política que solo muy puntual y aisladamente se pronuncia a favor del sistema asociativo.
Y es que si no hay claras ventajas fiscales y de financiación para las empresas, que se basen en criterios de servicio público, no es posible avanzar en la generalización del poder dentro de la empresa.