Jon Inchaurraga
Dicen que lo peor y lo mejor de cada persona sale en los momentos extremos y una guerra civil es uno de éstos. Manuel de Irujo, fiel a su humanismo cristiano mostró que creía en el ser humano y demostró que en plena guerra que no todos se dejan llevar por los instintos más básicos. El asesinato del adversario político fue sistemáticamente empleado por otros movimientos que decían buscar un “hombre nuevo” y a los que Irujo, Aguirre y EAJ- PNV se opusieron. Esta reivindicación de la vida no fue sólo teórica; quedó reflejada en muchas ocasiones: Mikel Peciña en un artículo que escribió en Muga resaltó que “el humanitarismo es un aspecto de la personalidad de Irujo que a menudo se ha puesto de relieve; en Madrid y en Valencia se le conocía como el ‘libertador’ y ‘el Ministro de los canjes’”. Aun así, en mi humilde opinión, hay dos hechos que ilustran con mayor claridad esta actitud de Irujo ante la vida.
Con la pistola en el vientre
El primer hecho ocurrió en las primeras semanas de la sublevación franquista. Tal y como narra el diputado Erkoreka, en los posteriores días al 18 de julio de 1936 el gobernador militar de Guipúzcoa, León Carrasco, apoyó el golpe y arrastró consigo a la guarnición de Donostia. Aun así, tras algunos enfrentamientos acordó con Irujo la rendición de los sublevados. Sin embargo, se celebró un consejo de guerra contra éstos y fueron condenados a muerte. Irujo, como cuenta en su libro “La Guerra civil en Euzkadi” pidió el indulto “en base a los acuerdos de rendición” e insinuó la posibilidad de que el juicio no se hubiera celebrado “con sujeto a los preceptos de la ley”. Así, el consejo de guerra se celebró de nuevo y seis militares más fueron condenados a muerte. Irujo, que estaba en Azpeitia, se trasladó rápidamente a Donostia y redactó una petición de indulto que también firmó el Presidente de la Junta de Defensa y diputado de Cortés, el socialista Amilibia. En un principio, el Gobernador civil suspendió la ejecución, pero el jefe del piquete decidió que había que matarlos para evitar la “justicia popular” a lo que Irujo se opuso manteniendo “la necesidad de impedir actos individuales de violencia contra las personas, aunque […] merecieran esta sanción, que sólo los tribunales en derecho podían aplicar” (La Guerra civil en Euzkadi).
Irujo no pudo evitar el asesinato los militares ni del Gobernador, sin embargo, en su haber queda la defensa de la Justicia y del derecho a la vida que le pudo haber costado su propia vida. Como anotó Amilibia, Larrañaga (mandatario comunista de Guipúzcoa) e Irujo tuvieron una “discusión de aúpa” que pudo haber “terminado muy mal” para el navarro. Y es que la defensa del derecho a la vida por parte de Irujo le costó ser considerado fascista por el piquete, lo que podía haberle acarreado su propio asesinato. Asimismo, según recuerda el propio Irujo y transcribe Erkoreka, fue “discusión acaloradísima, durante la cual hubo un momento en que yo tuve apoyada una pistola ametralladora en el vientre durante varios segundos, mientras con gesto de extrema emoción en sus facciones, cruzaba su mirada con la mía mantenida”. Aun así, Irujo nunca aclaró que el piquete era comunista y simplemente señaló que iban “vestidos con uniforme de conocido signo” ni tampoco culpó a Larrañaga, ya que afirmó que era una “persona perfectamente conocida y que en ese momento no era responsable de sus actos”
La oposición de Manuel de Irujo a los Tribunales de Guardia
El segundo hecho transcurrió en plena Guerra Civil. Como reconoció Manuel de Irujo, él fue “el precio del Estatuto” y este Estatuto fue aceptado por el Gobierno español durante el transcurso Guerra Civil. Eran épocas duras y a Manuel de Irujo le tocó ser Ministro de Justicia en un contexto en el que la injusticia reinaba y, luego, ministro sin cartera del Gobierno republicano. Su mayor propósito fue el de “humanizar la guerra” y por eso fue reconocido como “ministro de los canjes”. Como apunta Erkoreka en su blog, ayudó a salvar las vidas de personas apresadas por su ideas o convicciones, así como de eminentes sublevados como los falangistas Valdés Larrañaga o Raimundo Fernández Cuesta o el mismísimo Serrano Suñer y su labor fue reconocida por el Cónsul inglés Stevenson o el presidente de la Cruz Roja Junod.
Irujo estaba preocupado por conservar la poca humanidad que había durante la guerra. Eso incluía no estar de acuerdo con lo que proponían otras organizaciones de su bando, como los Comunistas o Anarquistas, que decidían tomarse la Justicia por su mano, organizando matanzas o escabechinas para vengarse de los sublevados u organizando policías de partido para aniquilar a gente de su propio bando. Ante esto se levantó Irujo, que creía que los derechos del hombre debían aplicarse también en tiempos de guerra. De hecho, tuvo varios encontronazos con el presidente Negrín que, como cuenta Martín de Ugalde en su obra “Manuel de Irujo, un hombre leal a su tiempo”, decidió echar todos los principios “por la borda” con tal de ganar la guerra.
Negrín creó los Tribunales de Guardia cuyos dictados iban a amoldarse a lo que considerara el Gobierno republicano. Irujo lo rechazó basándose en que los Tribunales de Guardia eran antidemocráticos (inspirados en el fascismo italiano) y contrarios a la independencia del Poder Judicial. Su posterior aprobación, por medio de la Presidencia del Consejo Ministros, conllevó la dimisión de Irujo del Gobierno. Para arreglar este desaguisado, Negrín tuvo que recurrir al arbitraje de Aguirre para que Irujo volviera al Gobierno, en este caso como ministro sin cartera y le encargó los expedientes de las penas de muerte, por lo que la posibilidad de indulto aumentaba. Aún así, este tema y la supresión de las facultades autonómicas catalanas provocaron la definitiva dimisión de Irujo quien tuvo una sonada discusión con Negrín que recoge la obra de Ugalde.
Negrín: Déjese usted de monsergas abogadiles y dé cuenta inmediatamente.
Irujo: No tolero esa frase ni estoy dispuesto a aceptar el diálogo en esos tonos.
Negrín: Dé usted cuenta inmediatamente
Irujo: No doy cuenta bajo coacción. Me siento coaccionado; no me siento presidido.
Negrín: Dé usted cuenta, sin excusa alguna. Se lo requiero. Se lo mando.
Irujo: Yo cumplo mi deber, pero no admito coacciones. Tengo el respeto suficiente a los demás para exigir a los demás que lo tengan para mí.
Negrín: Aquí no hay más coacción que la de la Guerra que nos coacciona a todos.
Irujo: Señor Negrín, no estoy dispuesto a seguir en esos tonos.
Esta conversación, según el libro de Ugalde, finalizó con la aparición del señor González Peña, “con imprecaciones y fuertes puñetazos en la mesa” que anunció la llegada de los expedientes contra 500 condenados a muerte. Aun así, a Irujo le cupo la satisfacción, según narra Ugalde, de que su puesto como ponente de las penas de muerte no fuera ocupado, por lo que estas fueron suspendidas. Aun así, se quedó con el sabor de que “reinó después morir”.
El caso de Nin.
Esta defensa del derecho a la vida le costó en muchos casos la enemistad de las facciones más extremistas del bando republicano (la enemistad de los sublevados ya la tenía al ser católico, demócrata y considerarse vasco). Según la obra de Ugalde, que cita con reservas la obra El Eco de los pasos de García Oliver, Mariano Vázquez (secretario de la CNT) llegó a sugerir que había que asesinar a Irujo.
George Orwell, tan poco sospechoso de ser abertzale, glosó también la figura de Irujo de quien dijo que en tiempos de guerra intentó restaurar “una justicia normal” (Crítica de The Civil War in Spain de Frank Jellinek, New Leader, 8 de julio de 1938) . Orwell fue combatiente del POUM en el Frente de Aragón y fue testigo de los disturbios de Barcelona en los que los comunistas se enfrentaron a los anarquistas y al POUM. Esto quedó reflejado en su obra Homenaje a Cataluña en el que cuenta su experiencia en la Guerra Civil, cuál fue la posición del PCE y de la URSS y cómo depuraron al POUM.
En esta obra, y en las cartas del periodista, aparece la figura de Irujo. Es sobre todo a raíz del “affaire Nin”, dirigente del POUM que desapareció en extrañas circunstancias a manos de comunistas. Así, Orwell cuenta en el segundo apéndice de Homenaje a Cataluña cómo sólo los comunistas se opusieron a la liberación de los presos “antifascistas” y los ministros (entre ellos Irujo) no daban crédito a las acusaciones de espionaje contra el POUM. Del mismo modo, Orwell explica que Irujo revisó el caso y afirmó que las pruebas contra Nin, como el documento firmado por sí mismo (una técnica muy empleada por la URSS) eran “totalmente falsas” y declaró que la policía se había vuelto “casi independiente” y que en realidad estaba dirigida por “elementos comunistas extranjeros”. Irujo, según cuenta el periodista británico en una carta dirigida al director del Manchester Journal (5 de agosto de 1938) respondió, como otros ministros, que la detención de militantes del POUM había sido obra de policía que estaba en manos de los comunistas.
Asimismo, Orwell dice en el segundo apéndice de la obra que “cuesta mucho creer que el POUM fuera […] una organización de espías fascistas”, ya que según él, también lo serían Prieto, Irujo, Zugazagoitia o Maxton [1], por lo que muestra el compromiso del jeltzale contra los sublevados. Del mismo modo, en otra carta escrita a Raymond Postgate, Orwell escribió que Irujo había declarado en Valencia que “no había ninguna prueba de la acusación de espionaje contra el POUM y que ‘el documento Golfin’ [2] carecía de valor”. De la misma manera, Orwell aclara que Irujo también afirmó que “las acusaciones de espionaje lanzadas contra el POUM no se basaban en ningún hecho que pudiera tomarse en serio”.
Conclusión
Manuel de Irujo, al igual que EAJ-PNV, tuvo una posición muy clara en su defensa de los Derechos Humanos. No es casualidad, además, que así fuera, ya que Euzkadi Sur fue durante mucho tiempo una de las zonas con mayor tolerancia del Estado español, aspecto que hoy día ha quedado olvidado gracias a la violencia política del MLNV (de hecho, es por eso que es perverso afirmar que el MLNV es “hijo político” del PNV). Asimismo, ante la “coacción de la guerra”, Irujo y los de su generación intentaron que el odio no les guiase para evitar comportarse como el enemigo que combatían. En la caída de Bilbao, por ejemplo, los gudaris evitaron que los comunistas y anarquistas destruyeran la ciudad y liberaron a los presos políticos a los que llevaron al campo franquista. Además, tras los asesinatos en la cárcel de Larrinaga, Telesforo Monzón dimitió de su puesto en el Gobierno vasco, aspecto que hoy día, ante casos de tortura policial juzgados, no ha ocurrido. Es por eso que desde el nacionalismo vasco es necesario recordar este tipo de actos heroicos, ya que deben guiarnos de cara al futuro. Más aún hoy día, cuando, tras haber luchado contra el fascismo, nazismo y comunismo, debemos enfrentarnos al estatismo y jacobinismo español y francés por un lado y a la ultraizquierda del MLNV que se apropia de nuestro pasado.
En definitiva, es hora de honrar a Manuel de Irujo y a los de su generación que miraron a la guerra desde un punto de vista humanista e intentaron evitar las matanzas que otros perpetraron y aprender de ellos. Además, a diferencia de hoy día, Irujo no tuvo problemas en dimitir del Gobierno y en mostrar que no estaba de acuerdo con políticas éticamente reprochables. Es un ejemplo de servicio al Pueblo vasco y debería ser ejemplo para quienes han convertido la política en un negocio de intereses o en juego de poderes.
[1] James Maxton (1885- 1946): parlamentario socialista escocés que presidió la delegación internacional que llegó al estado español con objeto de investigar las acusaciones formuladas contra el POUM
[2] El informe Golfón es un documento que el responsable de espionaje de la República española y agente soviético Orlov obligó escribir al falangista castellano Golfín en el inculpaba al POUM, fuente: http://www.fundanin.org/genoves.htm
Gran artículo Inchaurraga, no conocía algunos de los pasajes que describes en el artículo, me parecen de una talla humana incomparable. Segi aurrera.
Los del MLNV siempre rechazan la visión «humanitaria» de Irujo y el PNV y se identifican con el canijo y español PC de Euskadi de esa época. Esta recuperación del viejo PC de Euskadi y de algunos de sus hombres emblemáticos tiene larga trayectoria dentro del MLNV. El periodista José Antonio Egido (miembro del disuelto partido HASI y de 1988 a 1991 miembro de la Mesa Nacional de HB) escribió la biografía de uno de los hombres del PC que mejor podía encarnar esa figura (Jesús Larrañaga,Comunista y abertzale, Vosa, 1994, Madrid).
En ese libro se llega a decir claramente: “El pequeño Partido Comunista rechazó el Estatuto por no reconocerse el derecho a la autodeterminación y a la independencia” (p. 48); califica, de modo harto anacrónico, a los milicianos del PC como “Los gudaris más bravos de Euskadi y de todo el frente Norte” (p. 103). Y clareando la filiación entre Larrañaga y los “gudaris” de ETA: “Jesús ejerció la violencia revolucionaria de autodefensa cuando la oligarquía española lanzó sus perros de presa contra la República democrática y contra el conjunto del pueblo” (p. 120).
Evidentemente, en la labor de destruir la imagen y la mística del PNV, cualquier referencia le parece buena a este ex miembro de la Mesa Nacional de HB, aunque sea ensalzar a un funcionario de la III Internacional, dispuesto a seguir con obediencia ovejuna la línea del Komitern fuera la que fuera y que contribuyó, aunque desde la ingenuidad, a la purga de uno de los elementos considerados indeseables por el PC de Euskadi, su compañero de partido Juan de Astigarrabía. También lo retrata, en una luz de radicalidad revolucionaria admirable, disputando con el nacionalista Irujo, opuesto a que fusilaran al gobernador militar sublevado (que fue fusilado por Larrañaga) y mandando pasar por las armas a cien de los sublevados facciosos en la cárcel de Ondarreta.
Esta indentificación entre “humanitarismo” y “espíritu de clase” se ve reflejada con mayor claridad en la interpretación que hace Emilio López Adan, “Beltza” acerca del comportamiento del PNV durante la guerra del 36: “Después de la guerra, el PNV ha insistido siempre en el papel democrático y humanitario que realizó durante la guerra: esto no es de extrañar. Aparte de la moral personal de los nacionalistas, que sin ninguna duda tendía a tal actitud, había un problema social: el PNV era un partido dirigido por las clases medias y por un sector burgués, y si él estaba del lado de la República por su opción patriótica vasca, la mayor parte de los elementos de esas clases apoyaban al elemento militar. El PNV, al salvar las vidas de los derechistas y el poder de la Iglesia no hacía más que ser consecuente con los orígenes y la mentalidad de clase de sus cuadros y dirigentes” (Beltza, El nacionalismo vasco (1876-1936), Txertoa, 1977, San Sebastián, p. 311). El comportamiento “humanitario” se identificaba así con el estigma de “clase”; la implacabilidad armada, a la inversa, con la pureza de clase, con la apertura de un espíritu realmente revolucionario.
Jode txantxua, k komentario d nivel, kon referencias y todo. Las referencias del MLNV son tan kutres k nos kieren vender tambien la moto de k ANV (y hasta Jagi-jagi) eran prekursores del MLNV. Yo les veo + komo sucesores d la apaña kañi.
X cierto Inchaurraga, artikulazo d mucho kurro y dokumentacion. Espero el proximo pronto.
Grande, Inchaurraga. En hechos como los que describes radica nuestra fuerza.
Un gran artículo el de Inchaurraga. Este blog es el único espacio de este país donde no se hace la pelota al MLNV y el único que refleja un nacionalismo histórico en base a sus valores tradicionales que son los que tan bien refleja el autor en su artículo.
Todo el mundo españolazos, con los del MLNV entre ellos glosan a las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil. Esas Brigadas eran una réplica de la NPVDA, la polició política de Stalin en la URSS dedicada al extermio físico y político, que tiene el triste record de haber eliminado a 12 millones de ucranianos en menos de un año.
Que tergiversada está la historia y qué apropiados son articulos como éste para ver de donde viene el nacionalismo. Y qué triste es comprobar que algunos líderes del nacionalismo no se saben la historia de su partido y acuden a echarse en brazos de cualquiera, renunciando, por desconocimiento a un pasado tan glorioso como el que describe Inchaurraga.
Muy buen artículo, Inchaurraga.
La divisioria entre Irujo y los dirigentes republicanos españoles queda clara en su coloquio con Negrín. La fuerza y la firmeza de las convicciones cristianas significan para Irujo la defensa de la vida de sus enemigos, adversarios de gente de todo el espectro político, desde troskistas a falangistas.
El nacionalismo vasco tiene estos valores morales como basamento de su ideología. Sólo aquellos que olvidan esta raíz, pueden considerar al MLNV como una organización fraterna. El nacionalismo es ante todo valores cristianos y humanistas, sobre los que se asienta nuestra identidad nacional.
Es un artículo muy interesante. Está claro que Irujo fue una buena persona, como hay muchas buenas personas que se comportan en esas situaciones de forma autónoma, más allá de las consignas de los partidos, o de ideologías, guiados por su propia conciencia.
No fue ese el caso de Manuel de Irujo que hizo uno con la cultura humanista del PNV encarnada por su Lehendakari y por el Gobierno Vasco, que mantuvo el orden y protegió a la población de los desmanes de la guerra. Ay, Hamaicacho, hasta tus elogios están llenos de veneno.
En ese Gobierno Vasco no había también gente Socialista y de ANV como Gonzalo Nardiz?
Si bueno los sociatas se forraron a matar en otras zonas y el ANV entonces era un partido muy parecido al PNV. Si bueno todo fue mérito del PNV y tu claro a lanzar tinta chipironesca para obviarlo. Lee por favor el artículo y te darás cuenta de lo que te digo.
Una gran labor la de traer a colación a Irujo.
Una gran labor más necesaria hoy que nunca, cuando se esta o se quiere gestionar el fin de ETa en clave condenatoria de la identidad vasca o cuando menos del sentimiento nacionalista vasco.
Dejar bien claro que los JELtzales nunca nada hemos tenido que ver con ello, y que en situaciones peores se aposto nunca por los atajos violentos contrarios al Derecho.
Gracias jon por tu artículo.
Que pena no contar con personajes de esta talla!
Hamaikatimo,
¿Como se puede ser tan retorcido?
Francamente das pena. No quiero ni pensar lo que alguién como tú hubiera hecho en aquellos momentos fatídicos si te hubiera tocado el papel de D. Manuel de Irujo.
Aio,
Jon,
Zorionak! Excelente trabajo!
Excelente post. Aporto un artículo extraído de un libro sobre la guerra civil en la que un agente estalinista destacado en Madrid habla sobre Manuel Irujo. No tiene precio.
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Buen articulo Jon. Zorionak !!!!