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El terror del homo sovieticus (2): De Berlín a Vladivostok

Jon Urtubi

Ya dijimos en la primera entrega, que el régimen político ruso ha recuperado todos los elementos propios del sovietismo más hermético: eliminación de la disidencia política, prohibición del derecho de reunión y manifestación, persecución de periodistas que no se pliegan a la oficialidad política, diáspora de empresarios cuyas iniciativas empresariales no concurran con los intereses del partido en el poder… Si la etapa Yeltsin hizo germinar, aunque los problemas de corrupción económica y política han persistido en Rusia, toda una serie de libertades propias de las democracias occidentales, el Presidente Putin las ha hecho desaparecer en estos veinte años. Además de perpetuarse en el poder con una reforma constitucional que lo convierte en el nuevo Stalin a perpetuidad. O lo que es lo mismo, la Rusia de Putin, ha vuelto a ser de facto, la Unión Soviética.

La estrategia de Putin en Chechenia (1999-2009) consistió en arrasar ciudades y propiciar oleadas de desplazamientos forzosos de la población. No le importó emplear armamento prohibido por la ONU ni atacar de forma directa a civiles para propiciar el terror. De la política de tabula rasa, Grozni, la capital, quedó arrasada, y germinó una nueva Chechenia, que Rusia reconstruyó y donde Putin obtiene unos resultados electorales excelentes. Con la vecina Georgia, mostró, en el conflicto de Osetia (2008) como emplea Rusia la vieja estrategia que pusieron en funcionamiento Lenin y Stalin. Establecer colonias de rusos en las antiguas repúblicas de la URSS para en caso de conflicto, poder esgrimir la protección de esas comunidades como coartada para la invasión liberadora.

La fantasmagórica región independiente de Transnistria, que ocupa la franja este de Moldavia, y linda con el oeste de Ucrania, se erige como un futuro corredor que puede unir en el futuro con las ciudades de Odessa, Jerson y Mariúpol, propiciando un corredor a Rusia que vaya desde el Donbass hasta la región que se considera independiente de Moldavia, reduciendo a Ucrania a un país continental, sin mar, y otorgando a Rusia el control absoluto de los puertos del Mar Negro.

Transnistria es otro paraíso fascista, calificativo que nos impone la corrección política. Un país gobernado por dos ex miembros del KGB del círculo de Putin. Donde solo se puede sintonizar la televisión rusa, donde su avenida principal se llama “Avenida del 25 de octubre”, para rememorar la histórica Revolución bolchevique. Donde el escudo oficial luce con orgullo la hoz y el martillo. Y, donde, en su plaza central se exhibe la estatua más grande del mundo del camarada Ulianov, más conocido por Lenin. La región es calificada por observadores internacionales, como el paraíso del crimen organizado. Siempre que aquel esté organizado por quien lo permite y propicia; la administración.

Pero no desdeñemos la pequeña región, por más que no haya recibido reconocimiento oficial internacional de ningún tipo. Transnistria es el “Donbass de Moldavia”, la próxima excusa a la que se puede agarrar el régimen de terror ruso para atacar el país, para evitar el genocidio de los transnistrios y proceder a la “desnazificación” de Moldavia, como lo está haciendo con Ucrania. Somos testigos de lo que significa el eufemismo. Atacar con misiles teledirigidos de gran calibre a la población, jugando a la ruleta rusa con los civiles y haciéndoles perder toda esperanza que no sea la de aceptar la bota de Putin.

¿Qué es lo que está en juego en Ucrania? ¿Liberarla de nazis? Esa razón permitiría a Putin invadir todos los países donde aquellos existan. Pero sabemos distinguir la excusa de las razones verdaderas que hay detrás de la invasión. Estas tienen que ver con el proceso político desarrollado en Ucrania, justamente cuando Putin llegó al poder. Una vez sofocado el fuego checheno, Putin decidió intervenir en la política ucraniana, de hecho, tenía a Ucrania en mente desde primeros de siglo. En el ya lejano 2004, se produjo la llamada “Revolución Naranja” liderada por los políticos Iushenko y Timoshenko, líderes cuya agenda miraba más hacia Varsovia que a Moscú. Yanukovich era el candidato del Kremlin, y Putin asumió de muy mala gana que las elecciones presidenciales de aquel año en Ucrania tuvieran que repetirse ante el manifiesto pucherazo electoral. Ganó Iushenko. Y a los pocos meses, Iushenko fue envenenado. El ex dirigente de la KGB tiene la mala suerte de que todos aquellos que obstaculizan sus planes políticos o se suicidan, o mueren o son envenenados. Rusia, indignada por la acusación, se defendió alegando que el propio Iushenko se había auto envenenado para acusar a Rusia.

La corrupción, uno de los males recurrentes de las antiguas repúblicas soviéticas como Ucrania, no desapareció, y con el tiempo, Yanukovich, el candidato de Putin, llegó al poder. Pero el camino de Ucrania para integrarse en la Unión Europea había sido ya trazado y el pueblo ucraniano no aceptaría que su Presidente convirtiera de nuevo al país en un satélite de Moscú. Así llego la “Revolución del Maidán” en 2014. Yanukovich lanzó a los antidisturbios contra el pueblo de manera indiscriminada causando cientos de heridos. Finalmente, y al ver que las protestas iban en aumento hasta convertirse en una verdadera revolución democrática y secundada por las organizaciones sociales más representativas del país, Yanukovich condenó su propio futuro cuando ordenó situar a francotiradores de la policía ucraniana, que asesinaron a decenas de manifestante de manera indiscriminada. Ante la indignación generalizada, el Presidente, tuvo que huir del país de noche y en helicóptero a un lugar seguro de Rusia. El Maidán –para Putin, los nazis del Maidán-, representó una verdadera revolución democrática que significó todo un emblema en el proceso político en Ucrania.

El país no admitiría una involución soviética al pasado y decidía formar parte de la Unión Europea y de los estándares democráticos occidentales, donde la gente no muere envenenada y es asesinada por fantasmagóricos perpetradores. La venganza de Putin fue rápida ese mismo 2014. La invasión y anexión de Crimea y la guerra del Donbass. Putin dejaba a las claras que no iba a permitir la occidentalización de Ucrania.  Esos movimientos fueron la avanzadilla de lo que ha ocurrido después en marzo de 2022.

La guerra de Ucrania no es una guerra contra nazis. Es una guerra imperialista de quien pretende que los ucranianos formen parte de manera obligatoria de un régimen político tan nefasto como el ruso. Por eso, la lucha del pueblo ucraniano es una lucha justa. Es una lucha por preservar sus instituciones políticas. Su futuro, ligado a la democracia. La defensa de la lengua ucraniana y la defensa de todo su acervo cultural diferenciado de la cultura rusa. La revolución del Maidán fue una revolución democrática, es por eso por lo que los ecos no llegaron lo suficientemente hasta nosotros, los restantes occidentales. La izquierda antisistema nada cómoda cuando ella dirige los vectores de cambio social contra las instituciones occidentales, pero se molesta, cuando el pueblo pide aquello que la izquierda radical denuesta tanto: elecciones libres, parlamentarismo, libertad de prensa, libertad de conciencia y estándares de vida occidentales.

¿Qué querían los ucranianos reunidos en el centro de Kiev? ¿Y que quieren ahora? Vivir como lo hacen los polacos, aspirando a las comodidades propias de la sociedad occidental. Que sus hijos puedan beneficiarse del programa Erasmus. Que los ucranianos puedan trabajar en la UE sin restricciones de movimiento. Que puedan acceder a los mismos productos y servicios a los que accedemos los occidentales. Que puedan reunirse y manifestarse con libertad. Y, que puedan criticar a los responsables políticos como lo hacemos en Europa. En resumen, todo aquello que no es posible en Rusia. Y de lo que Putin los quiere desvincular de manera forzosa y obligatoria. Porque, para él, todo ello es representativo del “fascismo del Maidán”.

Para Putin, el pueblo ucraniano, son los “nazis de la Plaza del Maidán”. Putin recupera la jerga estaliniana proyectándola en el 2022 para todos los anti sistema occidentales que quieran hacer uso de ella. Todo el que se opone a la oficialidad del Kremlin, es un fascista. Otra demostración de la genealogía política que vincula al coronel Putin con Koba, el terrible. Y a pesar de todo, la cantinela insiste en que Putin es en realidad, un fascista, como lo califica de manera pública el Presidente Sánchez.

Putin consultó y pidió permiso a China para la invasión. Y China accedió. Ya vendrá después a ofrecer sus desinteresados servicios como mediador. Putin, emplea ahora dos caminos diferentes para una misma estrategia. Por una parte, aniquila Ucrania, destruyendo el país, sin dejar edificio en pie y asesinando a miles de civiles indefensos. Por otra, vende una negociación, para firmar la paz con Ucrania. La sempiterna estrategia doble, combinando aspectos que parecen contradictorios pero que se complementan a la perfección. También en esto, Putin sigue a pies juntillas el manual del revolucionario. Hostigar al enemigo al tiempo que se le engaña, seduciéndole con mensajes que pueden aliviar su sufrimiento. Es una técnica política que hunde sus raíces en el sovietismo y en la acción revolucionaria de la izquierda radical del siglo XX. Y que, dicho sea de paso, confluye con todos los elementos que describen al maltratador. Para doblegar a la víctima, todos los caminos son válidos.

Una cosa es lo que puede conseguir Putin. Otra a qué puede aspirar sobre el terreno. Pero sabemos que desea el restablecimiento del imperio soviético con una Rusia que ordena y manda con puño de hierro desde los mares del Japón hasta la Puerta de Brandenburgo. De Vladivostok a Berlín. Esto es, la restitución y restauración política del poder soviético. El imperio al que aspira Putin no es el de Iván El Terrible o Pedro El Grande. Putin, nieto del cocinero personal de Stalin, ansía recuperar aquello que nunca debía haber perdido. Aquello cuyo desmoronamiento, tanto sufrimiento le provocó. La formación de la Rusia soviética, conservando todos sus autárquicos y totalitarios atributos. Esta semana se ha cerrado la Gazeta Novaya, el diario creado por el Nobel de la Paz en 2021, Dimitri Murátov y el diario donde escribía con su pluma libre la opositora al régimen, Elena Politovskaya. Esta semana ha caído el último reducto de la libertad de prensa en Rusia.

Pero, una cosa son los deseos de Putin y otra los elementos con los que no contaba. Porque el imperialista dictador no contaba con el heroísmo de los ucranianos que están dispuestos a morir delante de la puerta de su casa con tal de defenderla a toda costa. De eso trata esta guerra. De un pueblo pequeño que quiere ser engullido aniquilando con ello toda una cultura, lengua y forma de ser diferente a la rusa. Y que quiere otra vida que la rusa obligatoria. Para llegar a Berlin, primero hay que tomar Odessa. Odessa espera al ejército invasor. Con la convicción que otorga haber decidido el camino que quieren los ucranianos para sus hijos. Todo aquel que defiende el parlamentarismo, la democracia y las libertades, está con ellos. Todo aquel con el más elemental sentido de la justicia está con ellos.

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3 comentarios en «El terror del homo sovieticus (2): De Berlín a Vladivostok»

  1. muy de acuerdo con todo el contenido del articulo, pero ni vosotros los espanoles ni la mayoria de los gobiernos europeos tampoco, podeis sacar mucho pecho denunciando al tirano dictador de Moscu y al agresivo imperialismo ruso, despues de ver como tratasteis al President de Catalunya Carles Puigdemont y a los miembros de su gobierno, un Presidente y un Gobierno elegido democraticamente (a pesar de todos los obstaculos que poneis) contra viento y marea por los vecinos de Catalnya ….todo por tratar de cumplir la promesa electoral de dar la palabra a los catalanes (y tambien a los espanoles empadronados en Catalunya y convocar el referendm prometido sobre el destino qe deseaban para la nacion Catalana.

  2. No vamos a comparar, Otaegi, que se te ve el plumero. La gente de Ucrania ha visto destruidos sus hogares y huyen a millones. En Cataluña el único huído es el incompetente Puigdemont.

  3. Escuchando al embajador ruso en España en la radio:
    -q opina de los crimenes de Bucha? ‘Q casualidad q cuando se abre una luz en las negociaciones, sale este montaje’.
    -Q opina del asesinato masivo de civiles? ‘Rusia no dispara a civiles’.
    -Quiere añadir algo? ‘Si. Es inadmisible q a los ciudadanos rusos en España, no se les permita pagar con tarjetas rusas. Hay q hacer algo con esto’

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