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Recensión de “La voluntad del Gudari. Génesis y metástasis de la violencia de ETA” (3)

Imanol Lizarralde

EL ANZUELO DE LA RADICALIDAD

1) La tesis de Gaizka Fernández Soldevilla

Tomando como punto de partida la división en tres ramas del nacionalismo vasco (la moderada la heterodoxa y la extremista) que estableció el historiador José Luis de la Granja, Gaizka Fernández, pretende analizar los vínculos, personales e ideológicos que pudieren existir entre lo que el denomina “ultranacionalismo” de la preguerra (conformado por la figura de Eli Gallastegui y los movimientos Jagi-Jagi y Mendigoxale) y el de la posguerra, encarnado en ETA[1].

Nuestro autor observa que por parte de algunos historiadores oficiales de la izquierda abertzale, como son Eduardo Renobales y José María Lorenzo Espinosa, existe la voluntad de establecer un vínculo entre ambos movimientos. Afirma que “para conectar a los ultranacionalistas de antaño y los de hogaño estos autores han exagerado sus analogías mientras minimizaban todo aquello que les separa[2]. Para ello no han vacilado en deformar los textos de Gallastegui[3], “ocultando su ortodoxia aranista” e interpretando “en clave socialista, cuando no revolucionaria, la obra y el pensamiento de Gudari con el fin de presentarlo como inspirador de la “izquierda abertzale”. La base de la vinculación entre ambos movimientos residiría, según esos autores, en las figuras de Iker Gallastegui Gatari (hijo de Eli) y José Antonio Etxebarrieta[4].

Gaizka Fernández niega todo atisbo de “socialismo” en el “ultranacionalismo” de la preguerra[5]. También niega la llamada al recurso de la violencia por parte de Eli Gallastegui que, en todo caso, plantearía, a nivel teórico, la resistencia activa o pasiva al estilo Gandhi, por lo cual sería incluso criticado por el propio Etxebarrieta[6]. En todo caso, tras la guerra civil, los “ultranacionalistas” constituyeron una minoría exigua[7]. Los grupos de “ultranacionalistas” surgidos en el exilio americano también tendrían como característica un carácter minoritario así como la adhesión a la ortodoxia aranista[8] y un rechazo al socialismo[9]. Sin embargo, algunos de ellos ya habían comenzado por abogar por algún tipo de lucha armada y el empleo de la violencia[10]. Asimismo rechazaban al Gobierno Vasco y a los líderes del PNV por su vinculación a la República española[11].

Los líderes de ETA, por el contrario, comenzaron apoyando al Gobierno Vasco del exilio y su legitimidad[12]. Provenían de familias nacionalistas o de organizaciones nacionalistas que operaron en el interior en la época franquista[13]. Desconocían por completo a la vieja generación “ultranacionalista[14]”. Por eso dice Gaizka Fernandez, “Ekin y ETA provenían del tronco del PNV[15]”. Sin embargo, repone: “a pesar de todo, ETA acabó recibiendo una parte de aquel legado[16]. Su influjo fue limitado ya que (según el testimonio de Eduardo Uriarte) el grupo de gente de la dirección de ETA se encontraba “encauzado ya en aquellos momentos hacia el marxismo[17]. No existió entre ETA y la antigua guardia del “ultranacionalismo”, “un vínculo preferente[18]”. Pero afirma la existencia de una cierta influencia ideológica que se haría de forma tardía, a mediados de la década de los sesenta, y sería intermediada por los líderes de ETA Federico Krutwig y José Antonio Etxebarrieta. Sin embargo, estos ideólogos mezclarían eso con “otros ingredientes (maoístas en el caso de Krutwig, castro-guevaristas en el de Etxebarrieta) que nada tienen que ver con el aranismo del viejo líder de Aberri y Jagi-Jagi[19]”.

Sería la vinculación personal entre Iker Gallastegui, hijo de Elías, y José Antonio Etxebarrieta la prueba más perdurable de una relación entre ETA y el antiguo “ultranacionalismo”. Según Gaizka Fernández, el primero “estaba fuertemente influenciado por las ideas de la revolución armada, pero no sabía plasmarlas bien», así que fue Etxebarrieta “quien puso en orden y escribió” sus tesis, “introduciendo además algunas cosas de maoísmo[20]”. De esta manera, el que fuera líder y abogado de la organización tendría la voluntad de conectar a ETA con el primitivo nacionalismo aranista[21].

En términos reales, el apoyo de los grupúsculos radicales a ETA fue poco importante tanto a nivel cuantitativo como cualitativo[22]. Según uno de los testimonios recogidos por nuestro autor, la relación era interesada y unidireccional, pues para los militantes de ETA “no les importábamos como personas, ni como grupo, pero sí por las contribuciones que siempre hemos podido arbitrar[23], así como describe también los intentos de la organización de dominar directamente a esos grupos.

Los grupúsculos radicales fueron extremadamente críticos con la deriva de ETA hacia el marxismo y sus relaciones con el antifranquismo español[24]. Pero Gaizka Fernández observa también el fenómeno de una gradual influencia ideológica a la inversa, es decir, el que una parte de la gente vinculada a Jagi-Jagi (por ejemplo, Trifón Etxeberria), a mediados de los años setenta, basculara hacia la égida ideológica de ETA y reinterpretara la doctrina aranista en clave socialista e incluso marxista[25]. En una nueva referencia a Lorenzo Espinosa y Renobales y su tesis de la relación entre Gudari-Jagi-Jagi y ETA, nuestro autor concluye este apartado diciendo que “la teoría del eslabón perdido carece de una base sólida[26]. 

2) La supuesta transmisión de la doctrina aranista

Esta es una cuestión esencial dentro de la tesis de Gaizka Fernández que en este segundo apartado, además, no queda resuelta, sino que, al contrario, se hace todavía más intrincada, ya que de lo que trata es de certificar la vinculación de ETA a la doctrina de Sabino Arana, en su versión radical. El autor entiende la doctrina del “aranismo radical” (o la versión que del mismo elabora Eli Gallastegui y luego este vierte en organizaciones como Jagi-Jagi y Mendigoxale) en términos del listado de una serie de principios que enuncia al principio y al final de este apartado. Antes de entrar a analizar sus tesis, resulta pertinente hacernos las preguntas ¿cómo podríamos caracterizar la transmisión ideológica del nacionalismo vasco durante el franquismo? ¿De qué manera recogerían los militantes de ETA esas ideas?

El canal familiar y social de implantación de los imaginarios o las ideas políticas (“la transmisión oral del imaginario bélico nacionalista[27]) no es tan claro ni tan unilateral como los juicios de Gaizka Fernández dan a entender. Además de la hipotética transmisión de una historia de buenos y malos, existieron, al menos, otros dos tipos de transmisión que podamos certificar: por un lado, el silencio (la no-transmisión) que es la que toca a miembros destacados de ETA, como, por ejemplo, los hermanos Etxebarrieta[28] y Francisco Javier Larena (“a los quince años no había oído todavía la palabra Euskadi[29]) o como lo testifica Iker Gallastegui[30];  por otro lado, el reparo de inocular a los hijos el odio como consecuencia de una derrota bélica, como lo cuenta Yoyes acerca de su abuelo. La “resistencia vasca”, es decir, la acción de las estructuras del interior del país del Gobierno Vasco y de los partidos antifranquistas no correspondía precisamente al imaginario bélico. El propio José Antonio Etxebarrieta recoge, con un espíritu crítico-polémico (lo califica como apología de “la clandestinidad de los buenos chicos”) el discurso del 25 aniversario del Gobierno Vasco del Lehendakari Agirre:

Es resistente quien cultiva el idioma nacional, quien colabora en las obras de la cultura, quien remueve las conciencias dormidas de los demás, quien enseña nuestra historia y aprende nuestras leyes, quien estudia los caminos del progreso social, quien contribuye al desarrollo al desarrollo económico del país con espíritu de humana solidaridad[31].

La guerra civil supuso una ruptura de la continuidad histórica y de la transmisión de ideas que Etxebarrieta reconoció como obstáculo de primer orden para acceder a la historia del nacionalismo y sus referentes[32]. Junto con la precariedad, es necesario señalar la suficiencia generacional de los jóvenes respecto a los mayores y su formación autodidacta en lo referente a la doctrina nacionalista[33]. Entonces, ¿Por qué la insistencia de Lorenzo Espinosa y Renobales de enlazar ETA con Gallastegui y Jagi-Jagi? Gaizka Fernández señala que ello responde a un fin polémico de disputar al PNV la legitimidad del nacionalismo por la vía de la apropiación de una figura histórica que representaría la pureza de un nacionalismo auténticamente radical[34].

Desgraciadamente, Gaizka Fernández no llega a colegir que la postura de estos historiadores cercanos a la izquierda abertzale es una repetición-reproducción-actualización del posicionamiento histórico de José Antonio Etxebarrieta respecto a la historia del nacionalismo. Y es que en este tema nuestro historiador apenas cita un par de veces un escrito esencial e iluminador del líder de ETA, como fue su esbozo de historia vasca y del nacionalismo, comenzado a escribir en 1967, donde Etxebarrieta nos muestra su perspectiva acerca de Jagi-Jagi, Gallastegui y el PNV[35].

El fin polémico (basado en la disputa acerca de la legitimidad nacionalista) que, a nuestro entender, Gaizka Fernández atribuye acertadamente a los historiadores Lorenzo y Renobales se hace extensivo a los que podríamos calificar de auténticos “padres” de esta visión como serían José Antonio Etxebarrieta y Federico Krutwig. Digamos, pues, que el interés prioritario que tuvieron y tienen los teóricos de la izquierda abertzale respecto al llamado “nacionalismo radical” de la preguerra se basa en una lucha ideológica con el PNV en relación a la legitimidad nacionalista.

Como señala Gaizka Fernández, “ocultando su ortodoxia aranista, Lorenzo y Renobales han interpretado en clave socialista, cuando no revolucionaria, la obra y el pensamiento de Gudari con el fin de presentarlo como inspirador de la “izquierda abertzale[36]”. Es Federico Krutwig el primero que formula esta visión de marcar a Gudari como precedente de la ETA de la V Asamblea[37]. A pesar de que es nuestro historiador el que trae el testimonio de este último, no señala la correspondencia entre su postura (y la de Etxebarrieta) con la actual de Lorenzo y Renobales.

Si Gudari y los sabinianos radicales del exilio americano no tenían que ver con el proyecto socialista revolucionario de ETA y tanto Lorenzo como Krutwig y Etxebarrieta plantearon esa analogía  “para apuntalar la narrativa histórica de un secular conflicto entre vascos y españoles y, por ende, para legitimar a posteriori el terrorismo etarra[38]”, eso debe presuponer que son los propios líderes de ETA, en su polémica por la legitimidad con el PNV, los que elaboran una producción ideológica propia en la que la vinculación (que como Gaizka Fernández demuestra es falsa) entre Gudari y ETA es un aspecto de la misma. Pero el proyecto socialista revolucionario de ETA no tiene una correspondencia con el de Gudari (hasta el punto que el historiador Lorenzo Espinosa, como muestra Gaizka Fernández, tiene que manipular y mutilar la obra escrita de Elías Gallastegui para que logre un punto de encaje[39]). Entonces, si no existe una continuidad entre el viejo y el nuevo “ultranacionalismo” y no son la misma cosa ¿en qué son diferentes?


[1]             Entonces ¿hasta que punto Aberri y Jagi-Jagi fueron un precedente histórico de ETA? ¿Hubo algún tipo de nexo entre los ultranacionalistas de la preguerra y la posguerra? ¿Influyeron los primeros en los segundos de forma directa o indirecta? ¿Existieron contactos entre los veteranos exiliados y la nueva generación de abertzales? ¿Se dio un transvase de militancia? ¿Y de experiencias? ¿El terrorismo etarra era una estrategia realmente inédita o tenía algún antecedente histórico? (GFS, Ibidem, p. 64-5).

[2]             Ibidem, p. 65.

[3]             Así hay que entender la biografía que le dedicó Lorenzo en 1992, al igual que la versión adulterada de Por la libertad vasca, el único libro de Gallastegui. Sesenta años después de su primera edición apareció otra nueva (1993) en la que sus textos menos digeribles, como aquellos en los que se reflejan sus prejuicios xenófobos, fueron sustituidos por otros de cosecha ajena. De tal manera, Lorenzo y Renobales han elaborado una narración en la que Gudari actúa como una especie de Juan el Bautista anunciando la llegada del Mesías armado: ETA (Ibidem, p. 65).

[4]             José Mari Lorenzo pretendió haber descubierto (en realidad, redescubierto) el “eslabón perdido” entre los etarras y Eli Gallastegui: su hijo, Iker (Gatari), y el compañero de este José Antonio Etxebarrieta Ortiz, teórico de ETA cuyo hermano Txabi fue el primer activista de la banda que mató y el primero que murió en 1968 (Ibidem, p. 65).

[5]             El programa oficial del PNV-Aberri, que había sido redactado por el utraconservador y clerical Luis Arana en 1922, apuntaba en otra dirección al confirmar el “neutralismo social” del partido. Por consiguiente, no cabe hablar de un acercamiento al socialismo, sino una ratificación del aranismo (GFS, p. 67).

[6]             Como años después reconoció (Gudari) en una carta destinada a Manuel Irujo “mi inclinación natural, por instinto, por formación, ha tendido más a la resistencia activa o pasiva: huelgas de hambre o colectivas, boicots” (…). Por esta razón, José Antonio Etxebarrieta, el supuesto “eslabón perdido” que le uniría a ETA, reprochaba a Gudari su “indecisión”, la cual había sumido en “el desconcierto” a sus adeptos mendigoxales. “La masa abstencionista comprende instintivamente el lenguaje insurreccional: pero el régimen de arrebatadas arengas sucedidas por baños de agua fría gandhiana a que les someten sus líderes les deja perplejos. El problema abstencionista ha consistido siempre […] en la ausencia de una táctica política coherente” (GFS, Ibidem, 73-4).

[7]             De cualquier modo, el peso de la derrota, la posterior persecución, la frustración, la falta de medios y la inevitable clandestinidad resultaron casi fatales para un colectivo pequeño que no había tenido tiempo de consolidarse. EMB siguió existiendo a duras penas. “¿Y cuantos son los de Jagi?”, se preguntaban ellos mismos en julio de 1946. “Somos una insignificancia numérica al compararnos con […] las Organizaciones políticas hoy existentes” (GFS, p. 79).

[8]             Aparte de su independentismo a ultranza, los mendigoxales defendieron la pureza de la doctrina aranista, cimentada en “la raza” y la religión católica. “Para nosotros, vascos conscientes del deber, la realización de nuestra esperanza, está en el programa de JEL, que es una proyección de la Patria inmortal”. El jagi-jagi había sido “fiel custodio del caudal sabiniano”. El fervor por Sabino en ocasiones adquiría un tinte religioso: “¡volvemos a oír tu voz, oh maestro! […]. Y es hoy el día sin fecha de esta nueva resurrección”. (Ibidem, p. 81).

[9]             No es de extrañar que Matxari atacase abiertamente cualquier tipo de socialismo, que Sabindarra alertase de que “la voz comunista resuena en la sociedad vasca, como blasfemia” o que Euzkadi Azkatuta mostrara su “más profundo desprecio a todos nuestros enemigos, empezando por los españoles, siguiendo por los pseudonacionalistas y acabando por los traidores máximos, los vasco-españoles comunistas” (GFS, ibidem, p. 91).

[10]           …las secciones mexicana y argentina del Frente Nacional Vasco estaban en consonancia con la venezolana, la cual recomendaba luchar “de acuerdo con los métodos modernos de combatir a los Imperios que hemos aprendido de los israelitas, los chipriotas y los argelinos”. Es decir, de los crecientemente exitosos movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo, los mismos que deslumbraban a los jóvenes etarras (GFS, Ibidem, p. 97).

[11]           A principios de la década de los setenta Sabindarra sentenciaba que “proceder como antifranquista es proceder como español, es tomar parte en la cuestión de los españoles”, por lo que calificaba a los dirigentes del PNV como “fariseos” y “judas” (Ibidem, p. 94).

[12]           La nueva organización se dio a conocer públicamente en julio de 1959 con un manifiesto de contenido moderado, en el que se declaraba heredera de la trayectoria del Gobierno Vasco, “el depositario de la fe y voluntad de nuestro pueblo libre y legalmente manifestado” (Ibidem, p. 99).

[13]           Algunos de los fundadores de ETA, como el propio Alvárez Enparantza y José María Benito del Valle, comenzaron su militancia política en EIA, Eusko Ikasle Alkartasuna (Solidaridad de Estudiantes Vascos), un organismo vinculado a la formación jeltzale (Ibidem, p. 100). La otra organización era Euzko Gaztedi, rama juvenil del PNV, a la que estuvo adscrito José Antonio Etxebarrieta.

[14]           Cuando los jóvenes abertzales despertaron, Jagi-Jagi ya no estaba allí para encuadrarlos y el grupúsculo de Matxari se encontraba demasiado lejos. El propio José María Lorenzo admite que «el eslabón había sido cortado durante la posguerra». De hecho, los primeros etarras apenas habían oído hablar de Gudari o los mendigoxales. Cuando a principios de los años cincuenta la policía detuvo a Txillardegi, fue acusado de pertenecer a EMB. «Puedo decir la verdad», confesaba en sus memorias: «no sabía absolutamente nada de Jagi-Jagi» (Ibidem, p. 101).

[15]           Ibidem.

[16]           Ibidem, p. 101.

[17]           Ibidem, p. 102.

[18]           Ibidem.

[19]           Ibidem, p. 103.

[20]           Ibidem, p. 104.

[21]           Ibidem, p. 106.

[22]           La Memoria del Gobierno Civil de Guipúzcoa de ese mismo año señalaba que ETA estaba «económicamente apoyada desde Venezuela». Gregorio Morán corrobora que la organización «siempre» recibió «un goteo económico de poca monta desde Méjico y Venezuela». Además, como ya se ha mencionado en el apartado anterior, en 1962 el colectivo de Matxari aportó 1.000 dólares a la abortada aventura guerrillera de la EGI de Gatari y Etxebarrieta (Ibidem, p. 113).

[23]           Ibidem, p. 118.

[24]           Sin embargo, el grueso de las críticas a ETA estaban motivadas por su aproximación a las distintas corrientes del marxismo, lo que era interpretado como un olvido de los principios aranistas por los que abogaban los grupúsculos del destierro (Ibidem, p. 119).

[25]           A decir de Trifón, «no somos estalinistas, pero la mayoría de los “jagi” que quedamos pensamos que hay que adaptar del marxismo todo aquello que nos pueda ser útil y que vaya con la conciencia vasca, que siempre ha sido colectivista». A raíz de aquellas declaraciones, otro veterano nacionalista radical, Ricardo Kerman Ortiz de Zarate (Petrolin), le mandó una carta con planteamientos similares: «yo sigo siendo abertzale como entonces, pero […] hoy creo en una Euskadi socialista, ya que […] el Pueblo Vasco tiene una fuerte tradición e infraestructura de carácter colectivista» (Ibidem, p. 124).

[26]           El hallazgo de un supuesto eslabón perdido entre Aberri y ETA ha sido utilizado por el entorno intelectual de la «izquierda abertzale» para apuntalar la narrativa histórica de un secular conflicto entre vascos y españoles y, por ende, para legitimar a posteriori el terrorismo etarra. Sin embargo, como hemos visto a lo largo de estas páginas, el contacto entre los ultranacionalistas de preguerra y posguerra tuvo poco que ver con un proceso lineal y no puede personalizarse en Eli Gallastegui y su familia. Si es que hubo cierta influencia de Gudari en la configuración de ETA, esta fue indirecta, a través de intermediarios como APV o los grupúsculos del exilio americano, y es dudoso que resultara crucial. Al menos hasta donde alcanzan las fuentes que hemos manejado, la teoría del eslabón perdido carece de una base sólida. No tiene que ver con la investigación rigurosa, sino con la propaganda: es una simplificación que responde a la necesidad política de encajar los acontecimientos políticosd en el rígido molde narrativo del “conflicto”, incluso para conseguirlo se hace preciso hacer una lectura selectiva del pasado, deformándolo (Ibidem, p. 126).

[27]           Ibidem, p. 123.

[28]           “El padre (…) era uno de tantos nacionalistas obligados a no practicar el nacionalismo, que bajo la extrema represión de postguerra trataba de evitar, incluso en casa, exponer sus ideas o preferencias políticas”. La madre de Txabi, “fue en cambio testigo activo del abrazo militante de sus hijos, Txabi y Jose, ante cuyas opciones se mostraría siempre sorprendida por la poca o nula concienciación que de las mismas pudieran haber adquirido en la casa familiar” (José María Lorenzo Espinosa, Txabi Etxebarrieta, armado de palabra y obra, Txalaparta, 1994, Tafalla p. 18-9).

[29]           Uno de los encausados del Juicio de Burgos (Gregorio Morán, Los españoles que dejaron de serlo, Planeta, Barcelona, 1982, p. 75).

[30]           Refiriéndose a José Antonio Etxebarrieta decía: “como la gran mayoría de los jóvenes de su época, después de veinte años de dictadura franquista, apenas sí conocía la historia de su pueblo ni mucho menos la del nacionalismo vasco que en él era más sentimental e intuitivo que basado en conocimientos” (José Antonio Etxebarrieta, Los vientos favorables. Euskal Herria 1839-1959, Txalaparta, Tafalla, 1999, p. 31).

[31]           José Antonio Etxebarrieta, Los vientos favorables. Euskal Herria 1839-1959, Txalaparta, Tafalla, 1999, p. 146.

[32]           Lo corroboraba José Antonio Etxebarrieta: «la honda ruptura de la continuidad histórica dificultaba, cuando no hacía imposible, la toma de contacto con lo que debía de haber sido nuestro “pasado” y se transformaba en el “pasado de ellos”. A los miembros de la nueva generación solo les llegaban «paupérrimas briznas de información», que, para más inri, les «dejaban indiferentes» (GFS, op., cit., p. 101).

[33]           Lo certifica Julen Madariaga en referencia al grupo fundador de ETA en 1959: “En primer lugar nos propusimos formarnos nosotros mismos. Nos dábamos cuenta que estábamos en canicas de formación vasca” (Iñaki Egaña, Euskadi eta Askatasuna. Euskal Herria y libertad. De Ekin a ETA  1952-1965, Txalaparta, 1993, p. 23).

[34]           Nos referimos a Eduardo Renobales y José Mari Lorenzo, cuyas obras han permitido que la “izquierda abertzale” se apropiase del legado simbólico de Aberri y Jagi-Jagi, una baza utilizada para compensar el déficit de legitimidad histórica que lastra a tal movimiento cuando compite con el más que centenario PNV. Para conectar a los ultranacionalistas de antaño y los de hogaño estos autores han exagerado sus analogías mientras minimizaban todo aquello que les separa (GFS, op., cit., p. 65).

[35]           El tal escrito fue editado de forma parcial, dentro del libro No podemos hablar de paz, Likiniano Elkartea, 1995, en el apartado “La III Guerra Carlista”; y de forma extensa en el libro ya citado Los vientos favorables. Euskal Herria 1839-1959. Este texto constituye, como dice el editor de Likiniano “una “Historia del Nacionalismo Vasco”…que, intermitentemente prosigue hasta su muerte en febrero de 1973” (No podemos hablar… p. 6).

[36]           GFS, op., cit., p. 65.

[37]           En su posterior trabajo, La cuestión vasca (1965), un ataque contra la corriente obrerista de ETA en la que se reivindicaba a los abertzales supuestamente más progresistas, Krutwig sostenía que de Gudari «se puede decir lo que generalmente nunca se puede decir de un discípulo, que sobrepasó en calidad al maestro». Más aún, «hacía los años 20 de la pluma de Gallastegui sale un nacionalismo que en muchas cosas es precursor de los movimientos progresistas de liberación nacional», un nacionalismo «impregnado de un espíritu altamente humanitario y, a la par, revolucionario». Con el objetivo de legitimar a ETA, se intentaba trazar así la genealogía de un abertzalismo libre del estigma clerical, ultraconservador y racista del fundador del PNV (Ibidem, p. 104).

[38]           Ibidem, p. 126.

[39]           Así hay que entender la biografía que le dedicó Lorenzo en 1992, al igual que la versión adulterada de Por la libertad vasca, el único libro de Gallastegui. Sesenta años después de su primera edición apareció otra nueva (1993) en la que sus textos menos digeribles, como aquellos en los que se reflejan sus prejuicios xenófobos, fueron sustituidos por otros de cosecha ajena. De tal manera, Lorenzo y Renobales han elaborado una narración en la que Gudari actúa como una especie de Juan el Bautista anunciando la llegada del Mesías armado: ETA (Ibidem, p. 65).

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14 comentarios en «Recensión de “La voluntad del Gudari. Génesis y metástasis de la violencia de ETA” (3)»

  1. entre el independentismo nacional de jagi-jagi y el autonomismo español del pnv ….ahi si que se han perdido “eslabones”.
    LA RENUNCIA DE LA PATRIA.

  2. JELen agur

    Obviamente el MLNV ha necesitado construir un relato que le identifique como el continuador de opciones radicales vascas, cuando en realidad lo que necesitaban era adornar de vasquismo un movimiento extranjero implantado en nuestra tierra. Lo vasco como adorno, camuflaje y protector del desarrollo revolucionario socialista, del que más adelante se desprendería.
    PSE, PP-PV, EB, buscan la misma adherencia social por el mismo motivo.

    En el PNV habrá gente que entienda distintas soluciones a un mismo problema: nuestra libertad con nuestra identidad. Cómo hacerlo? Muchas opciones.

    Lo que el nacionalista no debe aceptar es la ausencia de respeto, negociación, pacto, compromiso. El más amplio posible. Todos tenemos que colaborar aunque sea por ello más lento.
    Nada de confrontacion, sectarismo clasista, insolidaridad, opresión.

  3. Ya ha pasado el Alderdi Eguna y llegan los tiempos de la rutina y la sumisión. Ante la militancia se grita y se saca pecho y ante Madrid y el unionismo se agacha la cabeza y no se duda en sentarse junto a la indecencia, la traición y el GAL al completo. Sin esperar a los resultados del debate sobre el «nuevo status» se pacta con el Partido Socialista Obrero Español el cepillado del proyecto de «Ley de víctimas» (aprobado en el Parlamento de CAV de forma mayoritaria y rechazado por el TC), sin consultar a quienes votaron a favor y todo para mantener la alianza con el unionismo. Urkullu emerge como una marioneta en manos del titiritero centralista, defendiendo el regionalismo tradicional y compartiendo el mal olor de un Gonzalez decrépito y sucio, que no puede permitir que su nombre y el de su viejo partido aparezcan en esa Ley que los vascos pretendían aprobar para la confraternización con TODAS las víctimas, buscando la reparación. A pesar de estar muy de acuerdo con el artículo que hoy escribe en GARA Rafa Diez Usabiaga («Es el momento»), considero que deberemos continuar con «esquemas resistencialistas y expandir una atmósfera de ilusión y ambición», pues una vez acabado el «Alderdi Eguna», queda el tiempo suficiente para escupir sobre los pactos firmados en tanto llega el «Aberri Eguna» para volver a sacar pecho. Sería bonito que el PRV se contagiara del espíritu de lucha catalán, pero me da que no será así y que tendremos que bregar solos, como siempre, por lo cual habrá que repetir el mantra viejo: Sin el PRV difícil, con el PRV imposible…

    Comentario de Narbaitz 2-10-2018 en Naiz .

  4. El Alderdi eguna ha vuelto ha ser una demostración de la capacidad del PNV para unir a sus bases y construir con ellas itinerarios adecuados al momento político para continuar, desde el respeto a la persona, en la construcción nacional mejorando las condiciones de vida de los vascos.

    El objetivo casi obsesivo de la IA es dividir al PNV, pero la realidad es que cada día tiene más problemas para mantener su propia unidad. La ruptura estratégica con ikasle abertzaleak es el último ejemplo.

  5. JELen agur

    Siempre utilizando a España como modelo….

    Con lo mal que lo hacen, el bochorno que generan, la manifiesta manipulación de los boltxes,…

    El MLNV babeando con lo que ocurre en catalonia.
    Es la mejor expresión de la errónea deriva que está llevando.

    Is Spain…

  6. JELen agur

    Pues nunca se ha dicho que no lo sea….

    Y si hubiera un movimiento castellano que hiciera lo mismo? Seria España?
    Y en Andalucia?

  7. Tienes un problema, aceptas España como ente jurídico, histórico y político legal y uno grande y libre. Es consecuencia del franquismo sociológico.

  8. Aquí el único que admite a España es el monolingue zuringo que sólo habla y sabe español. Por eso te llama español Joseba, y no te das cuenta.

  9. JELen agur
    Una grande y libre es la republica socialista totalitaria en la que nos quieren incluir a los vascos, con nuestras instituciones llenas de banderas republicanas españolas.
    Mal asunto….

  10. Hay quienes defienden que el euskara (eskuara) viene de “eskuararen era”- para nosotros “esku” es sinónimo de “’poder hacer”- ,por lo tanto seria la expresión de unas formas de hacer. Por lo tanto euskalduna ( eskualduna) seria la forma propia de hacer de los vascos según unos valores propios.
    Vascos -no nos hace ni el odio de clase, ni el odio a un Estado o a otra nación- según esta interpretación serían unos valores, Don Manuel Lekuona decía que lo más importante era la “vecindad vasca”.
    Por supuesto Joseba es euskaldun con mayúsculas, de otros no lo tengo tan claro y no por que no sepan euskara.

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