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Auzogintza, lógica tradicional y convivencia moderna (6)

Joxan Rekondo

¿CIUDADANÍA DESVINCULADA O CORRESPONSABILIDAD SOCIAL?

Hay una cultura dominante en la ciudadanía occidental, también en la vasca, para la que los ciudadanos somos contribuyentes del Estado, que nos habría de proveer de servicios. El crecimiento del Estado social ha ido sustituyendo paulatinamente en su función a los lazos familiares y vecinales, proveedores tradicionales de confianza y seguridad, sustitución tras la que el individuo se hallaría con “la libertad de no tener que pensar que vive en sociedad” (Marcel Gauchet).

Se impone, por lo tanto, un modelo cultural de ciudadanía desvinculada (un “individualismo estatista”, anotaría Arizmendiarrieta en una de sus notas manuscritas) que ha hecho que la participación ciudadana ante las cuestiones públicas haya orbitado en torno a un eje predominantemente reivindicativo, demandante de que el Estado cumpla su función de ofertante y administrativa de servicios. El ciudadano desvinculado, además de considerarse al margen de obligaciones sociales, puede ser identificado como usuario o administrado e incluso como cliente del Estado, que es un prestatario de servicios con el que no se identifica, pero al que tiene derecho a exigir.

En Euskadi, a pesar de todo, existen manifestaciones muy arraigadas de cooperación, muy potentes en el mundo de la economía, de la sociedad civil y el Tercer Sector, de la educación… El formato típico de Auzolan es frecuente en el ámbito de las pequeñas localidades y connatural en el sector rural.

Pero, una nueva realidad nos demanda que el conjunto de los ciudadanos asumamos obligaciones vecinales de una manera cada vez más intensa. El reformismo tiene realmente razón al interpretar como posible el colapso por hipertrofia del Leviatán bienhechor. Junto con este riesgo de derrumbamiento, lo que le está ocurriendo al Estado providencia es que progresivamente está perdiendo crédito social. En cierto modo, puede que se esté cumpliendo la admonición de Sennett: “un régimen que no proporciona a los seres humanos ninguna razón profunda para cuidarse entre sí no puede preservar por mucho tiempo su legitimidad”.

En un futuro cercano, puede pensarse que la provisión de bienes sociales (entre los que se encuentran los bienes públicos) implicará, además de las Administraciones públicas y al mercado, la asunción de mayores obligaciones por parte de familias y sociedad civil.

A través de la iniciativa ETORKIZUNA ERAIKIZ de la Diputación Foral de Gipuzkoa ya se están estudiando las tendencias más modernas de activación comunitaria y solidaridad vecinal, incluyendo los programas que la administración pública ha diseñado en el Reino Unido, Holanda e Italia.

Puede llamar la atención que en estos países sean las instituciones públicas las que estén tomando la iniciativa. A quien piense que fortalecer la sociedad debilita al Estado hay que recomendarle que acuda al consejo de Robert Putnam que afirma exactamente lo contrario, y para el que la intensidad del compromiso y el asociacionismo cívico “están poderosamente relacionadas con instituciones públicas eficaces”.

Aunque así sea, lo cierto es que estos programas funcionan en la medida en que actúan sobre terreno fértil, ante personas y sociedades acostumbradas o dispuestas a moverse. Hay que generar confianza comunitaria, por eso no será lo mismo que el foco de la iniciativa provenga de la necesidad de subsidiar a un Estado en retroceso o que, por el contrario, la centralidad corresponda a la necesidad de instituir una cultura de corresponsabilidad que de forma consiguiente genere un alto dinamismo social.

La corresponsabilidad solo es posible si las personas, individualmente y asociadas, no hacen dejación de su autorresponsabilidad, entendida como disposición a desarrollar las propias capacidades, por sí mismo o de manera asociada. “No hay cosecha sin siembra, nada se produce por generación espontánea; no es noble pedir a los otros lo que no seamos capaces de dar, de aportar nosotros”, dijo Arizmendiarrieta.

Esa corresponsabilidad se entiende perfectamente cuando se postula para ámbitos como la educación y la salud, y ya se está planteando la necesidad de la implicación de personas individuales y entidades sociales en otros ámbitos.  El llamado enfoque comunitario ha sido incluido en la legislación vasca de Servicios Sociales y no puede quedarse solo en la orientación de las intervenciones públicas, sino que debe ir mucho más allá, llegando hasta la promoción de una implicación comunitaria real. Por de pronto, un ámbito en el que ya está requiriendo la participación activa de la sociedad es el de los servicios relacionales, en cuya prestación operan de manera fundamental los factores de familiaridad y proximidad.

Es posible que el sector público haya de restituir a los ámbitos familiar o vecinal o al menos compartir con ellos parte de lo ocupado durante los años de expansión de la intervención pública. En todo caso, sería un error que esta cuestión se plantee como una ocasión para la confrontación entre los que defienden a ultranza la competencia del sector público y los que promueven el empoderamiento social frente a la Administración.

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5 comentarios en «Auzogintza, lógica tradicional y convivencia moderna (6)»

  1. Estos articulos del Sr. Rekondo los veo muy pedagogicos, muy en linea con lo social. Plantea alternativas a las dos actitudes perniciosas para el desarrollo de la sociedad civil:
    El “individualismo estatista”, “identificado como usuario o administrado e incluso como cliente del Estado, que es un prestatario de servicios con el que no se identifica, pero al que tiene derecho a exigir.”
    El comunitarista que, como paso intermedio (nunca ha pasado de ahí), utiliza la sociedad civil como instrumento para la toma del poder del Estado para después construir la sociedad sin clases.
    El fracaso, relativo, que entre nosotros esta teniendo la segunda opción y la dureza que esta alternativa social empleo contra distintos sectores de la sociedad ha generado un anticomunitarismo (anticomunismo) que cree que la solución esta solo en mano de las cúpulas de los partidos y de las instituciones públicas.
    Pero este pueblo no existiría, ni existirá, sin una “nosotros social” fuerte, sin una acción vecinal solidaria, la tradición, en gran parte, nos marca el camino.

  2. La calidad intelectual de los liderazgos se ha degradado notablemente en todo Occidente y se nota mucho. Sobre esto no hay mucha discusión, ni social, ni académica ni de especialistas en la cuestión.
    Otra cosa es establecer las causas.

    Una de ellas podría ser que ya han llegado a estas posiciones personas surgidas de los sistemas educativos de las democracias representativas que ya son conocidas por la escasa calidad media de sus «productos». Otra la degradación social que compartimos con Occidente de unos entornos familiares convertidos en un campo de batalla, roto, dividido y sin cohesión. Esto ha sido activamente promovido por un Poder que buscaba lo que glosa el Sr. Rekondo: Individuos desprovistos de la red de apoyo familiar que se ven obligados a ser más dependientes del Estado y sus Instituciones. Gramsci puro y triunfante.

    Sobre la cuestión concreta del «sentimiento comunitario» teóricamente imperante en el entorno social vasco lo que llama la atención es la falta de realismo de quienes promueven como virtud autóctona lo que es una de las principales carencias de la sociedad vasca actual.

    ¿Cuántas familias pueden hablar en confianza de cuestiones sociales, políticas o religiosas? ¿A fondo? Solo aquellas en las que reina la homogeneidad y, así y todo, vaya usted a saber. Basta con que, como es normal, la familia tenga alguna diversidad de identidades o de pensamiento para que esos temas se conviertan en tabú y nunca se toquen en las reuniones familiares. Esto no es normal.

    El mismo fenómeno, quizás peor, sucede en Cataluña y en ambos casos agravado por ser las dos zonas de España con menor práctica religiosa y aislamiento personal.
    Para detectarlo basta y sobra con darte una vuelta por cualquier pueblo o barrio a partir de las nueve de la noche cualquier día de la semana y compararlo con la situación hace 50, 40 o incluso 35 años. La diferencia es brutal.

    En mi familia política dos hermanos no se hablan con los otros tres, lo mismo sucede en las de mis amigos –entre los que no cuento lamentablemente con ningún miembro de la IA–. En la mía igualito pero con solo un discrepante de cuatro.

    Hace unos días acompañé a un amigo, casado, durante su última noche en un hospital de Vizcaya-. La pasamos solos. Al día siguiente entendí que como mi amigo no era nacionalista y su mujer se había ido convirtiendo de aristócrata en abertzale las relaciones no daban como para estar juntos durante la última hora de su vida.

    Estas situaciones son la norma en muchas familias en las que se nota una superficialidad en el trato que resulta traumática para cualquiera que recuerde cómo eran las cosas. O sea, como para crear una red de apoyo social ante la adversidad.

    No quiero hurgar en la herida pero también la cuestión de los mayorazgos es algo que tengo razones para pensar que ha hecho mucho daño y de alguna forma los nacionalismos autóctonos la siguen fomentando por vías indirectas.
    Los vínculos de unión familiar se han ido al tacho. Y esto es algo que, al decir de Fukuyama, ni siquiera Mao consiguió hacer con la familia confuciana que conserva una gran fuerza.

    Hay mucho trabajo pendiente para reparar el daño que se ha producido por exacerbar los rasgos identitarios. No creo que se arreglen en tanto en cuanto no se entienda como un rasgo cultural profundo de la esencia humana que todas las personas son iguales en derechos y que las identidades deben ser libres, reservadas e indiferentes cuando no una cosa poco «empática».
    Empatía es el primer rasgo humano del que andamos realmente escasos.

    A ver si conseguimos revertir esta gran y desgraciada carencia.

  3. Mirar a la tradición nos puede ayudar a crear un “Etxekoa” y un “Nosotros” moderno. Don Manuel de Lekuona nos da la clave de cómo hacer una identidad convergente (el nosotros):
    “¿Cuál fue el nexo de unión entre los primitivos vascos, entre las primitivas familias, para llegar a constituirse en Pueblo Vasco?”
    “(…) Para unos, es la institución tribal la que constituye la base inicial de Euskalerría en sus comienzos. Los primitivos vascos -las familias vascas se unirían por lazos de sangre, de parentesco, para llegar a formar la primera sociedad. (…)”
    “Respecto de los comienzos de Euskalerría y para su interpretación, como hipótesis, puede ser válida esa opinión.”
    Lekuona sigue:
    “Pero a decir verdad, le encontramos algunos defectos. Según nuestra forma de ver las cosas, en la manera de ser del País encontramos algo anterior y de raíces más profundas que el parentesco, y es la vecindad. Para que Euskalerría fuera Pueblo, nos unió más la vecindad que el parentesco mismo. En nuestras costumbres que son ley, en nuestra sociología, si se llegan a comparar el «parentesco» y la «vecindad», siempre lleva la primacía la razón de vecindad.”
    Juanjo Álvarez lo formula como reto:
    “El reto radica en lograr construir para todos desde la heterogeneidad, desde la diversidad de identidades nacionales o colectivas una identidad nacional vasca convergente, sin que nadie tenga que asumir el modelo de nación del otro.”

  4. Manuoquendo, tu comentario es una convocatoria a recuperar la identidad, aunque sea familiar.

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