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Lehendakari Agirre (28): El sentido democrático, el sentido social y el de la libertad de los pueblos (II)

Ion Gaztañaga

Aunque ya tuvimos ocasión de hablar de la cuestión social en el pensamiento de Agirre en algún capítulo anterior, conviene reforzar esta visión que vuelve a aparecer en la conferencia colombiana que estamos resumiendo. Esta sensibilidad social basada en la doctrina social de la Iglesia la reafirma el propio Irujo, en la entrevista de Iñaki Anasagasti de título «El diputado Agirre visto por Irujo»:

Anasagasti: Una última pregunta. ¿Usted políticamente a Aguirre lo encuadraría dentro de la democracia cristiana?

Irujo:  Sí. Sin dudar. En todos los momentos de su historia. Sin dudar. Era un demócrata cristiano, convencido, completo y cabal. Hombre al que se podía calificar hoy objetivamente de izquierda demócrata cristiana. Pero demócrata cristiana. De izquierda quiero decir por su condición social. Era muy avanzado en lo social. Muy avanzado. No solo no le asustaba nada, sino que más bien tomaba parte y tomaba parte con cariño y con afecto en todo lo que fuera su límite. Pero en cambio en moral cristiana era neto. De moral cristiana. De modo que desde luego creo que Aguirre fue hombre demócrata cristiano en todas las etapas de la existencia que yo le he conocido.

Y con esta presentación del propio Irujo, damos paso a la segunda parte de la conferencia colombiana, centrada ahora en la cuestión social, de un  Agirre, que como le dijo en 1945 el Premio Nobel de Literatura francés Francois Mauriac «Ha marcado usted el cambio decisivo de orientación de la democracia cristiana en Europa»:

EL SENTIDO DEMOCRATICO, EL SENTIDO SOCIAL Y EL DE LA LIBERTAD DE LOS PUEBLOS EN LOS MOMENTOS ACTUALES (parte II)

Lo social, señores, está en franco avance. Todos vislumbran un profundo cambio en la estructura social-económica del mundo. (…) Expondré claramente mi pensamiento. Soy de los que creen en el fracaso de la filosofía marxista, y de todas aquellas basadas en un concepto material de la vida o en el culto de la fuerza. En las trincheras y en los campos de batalla la juventud de hoy (…) no combate ni por la ideología de Marx, (…) lucha por un mundo social mejor, por una profunda transformación de la sociedad existente que no ha sabido darle ni el trabajo ni la paz a que tiene derecho.(…)

El mérito del socialismo, por ejemplo, no reside en su doctrina, sino en la acción, mediante la cual ha conseguido introducir definitivamente en las sociedades políticas la preocupación social como necesidad imperiosa. Las ventajas obtenidas para el mundo trabajador no son marxismo, sino perfeccionamiento social. (…) ¿Que estos avances los consiguieron los socialistas? ¡Ah! señores, ¿y dónde estuvimos nosotros los cristianos? (…) Por eso me suele gustar ser práctico, porque en la mayor parte de estos problemas sociales más que una discusión técnica suele encerrarse una gran cuestión práctica. Yo recuerdo nuestras reuniones del Gobierno Vasco, donde hombres de distintas ideologías sociales jamás discrepábamos en los problemas prácticos sociales. La guerra nos obligó a adoptar drásticas medidas (…). Para decretar la incautación de una empresa, o la intervención del Poder en esta o en aquella actividad, o para fijar unas nuevas bases sociales, no se discutió en aquel organismo ejecutivo, en nombre unos del marxismo y otros en nombre de la doctrina social cristiana, sino en nombre unos y otros del bien común (…). Quiere decirse que la materia social puede ser objeto de realización por hombres de diferentes ideologías. (…) Para el conservador recalcitrante todo es marxismo. No le importa el fondo materialista de la concepción filosófica de esta doctrina. Mide su bondad o su perversidad en la mediada que sus bienes sufren o no quebranto. (…) Para el cristiano no es o no debe ser mala la realización social concreta (…) sino los principios en los que se basa y que a lo largo, por ser falsos, están llamados al fracaso. Para mi han fracasado ya. (…) Lo que no puedo admitir es el avasallamiento del espíritu que nace de una doctrina que establece el materialismo como principio y la dictadura, aunque sea del proletariado, como aplicación práctica; lo que resiste mi espíritu cristiano es el partido único y la falta de libertad. Con estas bases, todo abuso es posible y así ha sido. (…)

Cuando se habla de la liberación económica verificada por la U.R.S.S.(…) suele afirmarse que ha sido posible, porque se suprimió la explotación del hombre por el hombre. (…) Ahora bien, cuando el hombre liberado de la explotación de otro hombre, cae bajo una nueva explotación aunque el explotador se llame el Estado (…). Y la libertad del hombre también. Pero, sin embargo, el principio (…) está en el pueblo que lo ha asimilado sin que le interese su origen filosófico, sino su realización práctica.(…) Yo no puedo concebir justa la sociedad que no puede garantizar el trabajo al hombre honesto que quiere cubrir sus necesidades con su cooperación y su esfuerzo personal. (…) Yo sostengo que no es justa, ni lícita la ganancia sino después que toda esta necesidad elemental del hombre honesto haya sido atendida. El principio es muy técnico, dirán algunos, no es «realista» —como ahora se dice—, argüirán otros. Yo sólo respondo que si el principio es técnico, el hecho práctico, el clamor, está en la calle y que, o los que dirigen el mundo actual en lucha lo resuelven con vistas al futuro, o el pueblo lo llevará a buen término usando otra vez procedimientos de violencia.(…) No basta con criticar a los países totalitarios. Ellos resolvieron el problema del paro y me refiero concretamente al caso ruso y al alemán. Yo sé cuál será vuestra réplica, yo también tengo muchos argumentos para explicar y hasta desvirtuar mi afirmación.(…) ¿acaso no pueden las democracias realizarlo con todos los medios licitos a su alcance mirando el bien común y la paz social? (…) El sobrante de las fortunas privadas en la actual sociedad capitalista, el superfluo solamente, es más que suficiente si se organiza adecuadamente la equitativa contribución, para acabar con la vergüenza del paro. Y llegada la paz, sólo la supresión de la horrible carga de los armamentos puede dar a la humanidad cuanto necesite, para poder garantizar definitivamente al hombre nuevo, el derecho al trabajo. (…)

Hacía tiempo que nos preocupaba esta cuestión vital a los vascos. Nos ilusionaba mucho pensar que con la autonomía política pudiéramos implantar un sistema social original y práctico en el pueblo vasco. Pensábamos que si al pueblo laborioso se le aseguraba el derecho a trabajar; si además se fomentaba el perfeccionamiento de la institución familiar mediante un salario progresivo; y si el trabajo tenia una participación efectiva en los beneficios de la producción, habríamos dado un gran paso en pro de la paz social, poniendo en práctica aquel pensamiento del gran Cardenal Mercier de que «todos tenemos derecho al cielo pero también a un pedacito de los bienes de la tierra», y (…) de evitar la explotación del hombre por el hombre. La autonomía política del pueblo vasco era combatida y entorpecida (…) por la trágica incomprensión del centralismo español. Adelantándonos a nuestras ilusiones, presentamos al Parlamento de Madrid un proyecto de ley (…) mediante el cual se instauraba el salario familiar, estableciendo un aumento en los salarios de los trabajadores tanto al contraer matrimonio como a medida que tenían sucesión.(…) Fijaba una norma general para la distribución de los beneficios teniendo en cuenta la participación obrera. (…)

Tenía como principal finalidad (…) evitar que el obrero pensara que el capital lo explotaba constantemente, como claramente sucede en el caso de que, obteniendo una Empresa ganancias extraordinarias, el obrero sospecha que las ha obtenido aún superiores, porque él percibe siempre la misma retribución y no interviene para nada en la gestión. Nuestro proyecto, al organizar racionalmente las ganancias y al hacer participar al trabajador, le daba derecho a conocer el verdadero resultado del ejercicio económico y la seguridad de que a medida que los beneficios aumentaran también su provecho aumentaba (…). Con este proyecto pretendíamos compaginar la libertad y la iniciativa del empresario con la asociación del trabajo, desvirtuando, como os decía antes, el abuso de la explotación. (…) Fue precisamente el diputado vasco señor Irazusta (…) quien (…) hizo la presentación y defensa de la proposición de ley (…). Hizo alguna alusión a las Encíclicas papales para demostrar que nuestra doctrina no podía repugnar a ningún componente del grupo de las derechas. (…) Fue en aquella ocasión cuando el diputado tradicionalista señor Lamamié de Clairac —ahora con Franco, como es natural— se levantó airado y dijo: «Si seguís invocando las Encíclicas de los Papas para privarnos de nuestra propiedad, nos haremos cismáticos».

Comprenderéis, señores, que con mentalidades de esta naturaleza se explican las protestas de los que sufren y muchas de las revoluciones. No creáis que yo, señores, soy ningún revolucionario (…). Además tengo alguna autoridad para expresarme como lo hago, porque en la empresa de mi familia estaban para esa época en vigor todos esos beneficios sociales a los que me he referido y por cierto con espléndido resultado. (…)

Estos hechos me llevan de la mano a dos consideraciones. Es una de ellas que no tendrá eficacia el esfuerzo social si éste no alcanza proporciones universales. Lo que se hace en algunos lugares de la tierra, ¿es que no puede llevarse a efecto en todas partes? (…) A este respecto no hay nada imposible, a excepción del egoísmo capaz de hundirnos a todos en la más grande catástrofe. Señores, vivimos en un mundo que se atraviesa en horas de una parte a otra. Lo que ayer parecía difícil no creo que lo sea en un futuro próximo, en el cual yo espero ver establecidas —sirva de ejemplo— cajas de compensación universales que garanticen el trabajo para todos los hombres honestos del mundo, y con esta base otros beneficios sociales, que siguiendo el espíritu de éstas o parecidas preocupaciones, aseguren a las familias un bienestar y den a los pueblos la paz. Es la segunda consideración dirigida a quienes, como yo, son creyentes. A estos les digo que los beneficios de la doctrina cristiana es menester demostrarlos aquí abajo, porque para su aplicación aquí, fueron dictadas (…) de aquel Maestro Divino que desdeñó al poderoso como tal y acogió al samaritano, al publicano y a la adúltera y que con doce pescadores llevó a efecto la revolución más augusta que se ha desarrollado jamás en la tierra.

Vivimos unos tiempos en los que hay que mirar de frente a los acontecimientos, sin titubeos y sin memeces. Con doctrinas positivas y no negativas, porque con los antis, aun cuando sea el manoseado anticomunismo, no hemos de conseguir nada. A una doctrina es menester oponer otra, a unos resultados prácticos, otros. (…) ¿Es que hemos de estar pensando siempre en la espada salvadora, que haga de muro de contención de aquello que nos agrada? ¿Podremos quejarnos entonces si el adversario afortunado lo hace antes que nosotros? No confiemos en el muro. Los que se apoyan en él, serán arrastrados por la corriente que arrastrará todos los muros que se le opongan. Sólo las actuaciones positivas valen. Si nosotros, dándonos cuenta de la enorme potencialidad cristiana de la humanidad, sabemos ser dignos con nuestra conducta de la excelsa doctrina que nos fue revelada, no tendremos necesidad ni de emplear la espada (…) ni de situarnos detrás de ningún muro de contención, ni de hacernos cismáticos como quería el diputado español. Para atraer a los hombres y dar a la humanidad lo que con justicia reclama, nos basta con ser cristianos y demostrarlo.

No cerremos los ojos, señores, al mundo que se avecina. Esta es una de las grandes preocupaciones de la hora presente. Por eso quienes vislumbran su profunda transformación, nos aconsejan prepararnos con el alma limpia de egoísmos, como corresponde a quienes tienen todavía un concepto decente de la humanidad y no el alma corrompida y sonando a metal. (…) Sin la resolución de este problema no habrá paz, (…) el hombre no sólo lucha en esta guerra cruenta por salvar su dignidad personal, sino también porque él y sus hijos tengan asegurado el pan de cada día.

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10 comentarios en «Lehendakari Agirre (28): El sentido democrático, el sentido social y el de la libertad de los pueblos (II)»

  1. La pose del de la foto me recuerda a Chiquito cuando de dedicaba al cante flamenco……..

  2. Eso es xk Txikito era el bufon de los zeñoritos andaluces, y x eso tu solo entiendes d lo social komo bufones k deben hacer reir a los españoles d bien. No intentes komprenderlo, es kuestion d facherio mental k no tiene kura.

    Lo k jode es k el pasado glorioso del PP es fascista y el del PNV de autentika demokracia kristiana. Igual k el presente. Y eso tampoko tiene remedio.

  3. X cierto kreo k la señora d la imagen es María Aranzadi, esposa d Txomin Epalza, y hermana del burukide navarro y azote de la derecha en navarra, del gran diputado Manuel Aranzadi Irujo, defenestrado x el EBB y al k luego obligaron a «alistarse» en el frente en el 36. K nivelon tenia el nacionalismo en navarra en akella epoka, kon Aranzadi, Cunchillos, Irujo… madre mia, kasi-kasi komo ahora.

  4. Pello Urizar ha vuelto a dar en el clavo.

    Parece que el comunicado es inminente, tras el pronunciamiento de los que estan a la sombra (anubean).

    Por cierto, la izquierda abertzale ilegalizada ha dicho que van a cumplir la ley y que por tanto van a ser legales.

    Esto es la bomba.

    Pssiiiii, psiiii, que viene, que viene.

  5. Si bueno Errauskiñe que invoques el cadaver de EA y el comunicado de ETA más dilatado de toda la historia como si fueran el mana pues es denotativo que estas navidades no has comido suficiente turrón y necesitas endulzarte con titulares que no valen un duro. Y claro estaba cantao que Batasuna iba a legalizarse. Pobre Egibar, Batasuna va a ser el primer partido de Guipúzcoa.

  6. Magnífico discurso del Lehendakari. Frente a los problemas económicos y sociales de su momento, el Lehendakari vio claramente las ventajas de los régimenes totalitarios, comunista y fascista, frente a las democracias parlamentarias. Los comunistas y los nazis acabaron con el paro y la manutención estaba asegurada.

    El Lehendakari planteaba que las democracias tenían que asumir ese reto. Era evidente que parecía necesario impulsar en la sociedad una finalidad, que tenía que plantearse la necesidad de un espíritu unificador y cooperador para conseguir lo que el dice, el mínimo de manutención y la posibilidad de un trabajo. En estos momentos de crisis, un tema que no deja de tener actualidad.

    Para el Lehendakari el cristianismo es la constancia de unos valores compartidos, lo que significa una sensibilidad común respecto a la dignidad humana y sus necesidades materiales y espirituales. Ello creó las Cooperativas de Mondragón y esos valores deben llenar nuestros espíritus para que a la hora de hoy actualicemos sus resultados.

    Este era un gran tema para los nacionalistas aunque ahora está un poco obviado. Pero es evidente que vivimos en una incertidumbre y una crisis de valores. El Lehendakari Agirre nos expresa por donde puede ir la respuesta.

  7. Efectivamente Nestor, has dado en el clavo, esos que despectivamente llaman al nacionalismo vasco como «derecha», en clara connotación con la «derecha española» que ya sabemos que era facherío puro, se sonrojan al leer que el nacionalismo estaba muy adelantado en los tiempos. Mientras otros seguían en la dictadura del proletariado en los 70, 80, 90 y ahora también, Agirre en el 40 ya advertía de lo inaceptable de aceptar la explotación del hombre por el Estado, que era lo que prometían los entonces estados totalitarios como le URSS o la alemania nazi.

  8. Vuelvo a decir lo de siempre:

    Mientras unos conmeoran al personaje de Agirre, aquí se conmemorá el discurso de Agirre, y me parece que la de recordar su discursos y su visión política es hacer un homenaje todavía mucho mayor.

    Fantastica la labor de aberriberri con Agirre!

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