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Lehendakari Agirre (22): La unidad de los vascos

Ion Gaztañaga

1951 – Reunión del consejo del Gobierno Vasco en la sede de Rue Singer.


Una de las cuestiones más relevantes de la figura del Lehendakari Agirre fue el liderazgo integrador que ejerció sobre todos los vascos leales a la  República, desde el mismo momento en el que se formó el primer gobierno vasco, un gobierno de concentración nacional. Y no sólo eso, sino que además, el lehendakari, frente a la continua disfunción que asolaba a las filas del republicanismo español, se convirtió también en un líder integrador de todos los demócratas en el exilio.

Durante su estancia en México, el 31 de Marzo 1943, el lehendakari pronunció un discurso con ocasión del banquete homenaje que se le tributó en el Centro Vasco de esta capital. El discurso, dirigido a todos los vascos sin excepción, fue publicado por Euzko Deya y en él se puede leer el llamamiento a la unidad de los vascos, incluidos aquellos que lucharon en el bando fascista, porque según este lehendakari que no albergaba odio en su corazón,  todos los vascos caben dentro del corazón de quienes entonces regían los destinos de nuestro pueblo. Nada debía romper esa unidad, elemento que forjaría una tolerancia maravillosa prometedora de días magníficos en el futuro: «si todos somos vascos ¿cómo podemos estar distanciados vosotros y yo?». He aquí un breve resumen de estas emotivas palabras:

Discurso del lehendakari Agirre en el Centro Vasco de Mexico, 31 de Marzo 1943

Si nuestros antepasados levantaran la cabeza llorarían de emoción, porque si en los tiempos pasados, la división fue patrimonio desgraciado de nuestro pueblo, hoy es la unión bandera y símbolo que nos debe acercar a todos. Nosotros somos la unión; nosotros representamos no ya sólo el perdón, sino el afecto, el cariño, el amor. Un día dije en plena lucha: «Maldito aquél que tenga odio en su corazón porque ese no será sino un elemento de destrucción». Y nosotros no queremos destruir, nosotros queremos unir para construir. Por eso, vascos que me escucháis, puedo deciros que, en el momento en que fui elegido Presidente, hice el juramento sagrado de lealtad, juramente que no se borrará jamás, al mismo tiempo que el Partido a que pertenecía me eximió de toda disciplina política al objeto de que pudiera ser Presidente sin cortapisas, (…). Por esa razón puedo hoy hablaros a todos, porque todos sois para mí exactamente lo mismo. Todos los vascos caben dentro del corazón de quienes hoy rigen los destinos de nuestro pueblo.

Vivimos horas graves, horas en las que la Humanidad entera entra en periodo profundísimo constituyente. Hoy en día, los conceptos de lo democrático, de lo social, el concepto augusto de la libertad de los pueblos, pueden sufrir variaciones profundas, pero este periodo constituyente podemos contemplarlo los vascos con los ojos fijos, con la frente alta, con el corazón lleno de fé porque presentamos un espectáculo de unidad. ¡Ah! grande ha de ser la responsabilidad de aquél que la destruya. Yo no quisiera tenerla nunca. Por esta razón todos sois iguales ante mí. No sólo los que aquí estáis, sino también aquellos que lucharon contra nosotros, a quienes digo, con toda la sinceridad con que yo acostumbro expresar mis convicciones, que les quiero como a vosotros que estáis aquí delante de mí.

Vivimos, compatriotas, una época histórica, vivimos una lucha que es de hombres y para hombres. La empresa es dura, porque de la convulsión que se anuncia, entendedla bién, o nuestro pueblo resurge en libertad para siempre o para siempre habremos desaparecido. Nada menos que éste es el dilema trágico de nuestro pueblo, y ante este dilema os digo y os juro que lucharé hasta el final por que no se cumpla el designio de nuestra muerte, sino el designio de nuestra libertad.

Vivimos momentos de inmensa responsabilidad. No basta que me prodiguéis aplausos, no basta, incluso que se cree alrededor de mi persona esta aureola que surge de vuestro afecto, y que por eso la acepto, pues, si no fuera así, la rechazaría avergonzado; no basta esto, es menester que cada uno sepa cumplir con su deber. La lucha del momento presente requiere el esfuerzo individual de cada uno. No bastan los aplausos, no basta, siquiera, el afecto, es necesario el trabajo de cada día. (…)

Quiero saludar en este momento a los hombres que aquí ostentan la representación del noble pueblo mexicano. ¡Ah!, señores llevo en mi alma la emoción profunda de días maravillosos preñados de afecto desbordante en todas partes. (…) Saludo también a los representantes de Cataluña, pueblo que tanto quiero; saludo a sus distintas representaciones, deseándoles la más robusta unidad (…) que en ideales y afecto es perfecta. Saludo a la representación de Galicia, pueblo de grande dulzura y al que tanto amamos. Y saludo asimismo a los hombres de la República española(…) con la esperanza de que un día los ideales eternos de la dignidad humana, los democráticos que nosotros sentimos, los ideales de una justicia social auténtica y los de la libertad nacional de los pueblos triunfen en medio de la generosidad y la comprensión, por el entendimiento con hombres que saben comprendernos, porque a la mezquindad de programas que dividen saben presentar a la consideración del futuro, proyectándolos en la Historia, programas de grandeza que abran vías de paso a los pueblos que tiene deseos de vivir y derecho a vivir.

Y saludo finalmente, con abrazo efusivo, a todos aquellos que, no estando aquí, lo están en espíritu aunque su cuerpo se halle ausente. Estoy seguro que nuestra palabras, que salen del alma, tendrán el eco que tuvieron en Montevideo, donde unos buenos hombres euzkeldunes de esos que llegaron a América hace treinta o cuarenta años, magníficos ejemplares de honradez de nuestra raza, acordaron no recibirme en una Sociedad por una porción de votos en contra. Pero no habían transcurrido muchas horas cuando vieron que, mirándonos cara a cara, a los ojos, nosotros no éramos lo que ellos creían. Y cuando aquellos hombres de conducta ejemplar, vascos que conservaban nuestro euzkera, rectificaron su conducta y me invitaron a su Sociedad, querían darme explicaciones.

Y yo no lo consentí, hablándoles en nuestro idioma Señores, les dije: si todos somos hermanos, si todos somos vascos ¿cómo podemos estar distanciados vosotros y yo? Desde entonces fue grande nuestra amistad. Aquellos salones de la gran Sociedad vasca, quizá la más importante en América, se abrieron para mí con ocasión de magnífico banquete con que me obsequiaron, banquete como este de hoy, y esta bandera sacrosanta presidía la fiesta. Y esto se consiguió sencillamente hablando con el corazón, nada más hablando con la verdad. Porque nuestra lucha no es lucha de falsedades, nosotros hablamos la verdad porque la sentimos.

Y, para terminar, os digo, euzkeldunes, que todos debemos unirnos. Todos cabemos dentro de la misma casa. Fuera de la patria, juntos todos los vascos. Ya dirimiremos nuestras contiendas dentro de ella. De nuestra unidad surgirá, brillante el espíritu de la tolerancia que respetará los avances sociales, que será siempre carne viva de nuestra historia, que no ha sido sino esto: aquella escena memorable de Tudela, en la cual las tres religiones de la frontera famoso de Moros se reunían. Iba el musulmán a saludar al Obispo católico, el Obispo católico al musulmán y el rabino judío a ambos cuando de las fiestas de unos y de otros se trataba. Espíritu de tolerancia que está en nuestra sangre. Desgraciados de aquellos que rompan esa unidad que va forjando una tolerancia maravillosa prometedora de días magníficos en el futuro. ¡Vascos! ¡Gora Euzkadi!

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2 comentarios en «Lehendakari Agirre (22): La unidad de los vascos»

  1. Ion,

    Esker aunitz por éste trabajo que estaís ofertando entre varios sobre las memorias de D. José Antonio Agirre.

    No me cansaré jamás de léer sobre sus creencias, su fé Cristiana, su generosidad, su amor por la familia, la patria, predisposición de aglutinar a los del otro bando, etc.

    Mucho lo sé por haberlo vivido en casa pero como digo, jamás me cansaré. Mas diré, cada vez que vuelvo a léer temas, trabajos de éste pequeño (estatura) GRAN señor, me resuenan cosas que antes no había percatado.

    Esker aunitz, bihotzetik Ion eta lagun maiteok.

    JELen

  2. Unidad de los vascos, sí, pero unidad en la libertad, en tolerancia, no unidad en engaño ni en imposición. Como dice Agirre, el ejemplo de la convivencia de las tres religiones en Tudela es paradigmático. Y como el lehendakari quiero terminar mi comenatario:

    ¡VASCOS! ¡GORA EUZKADI!

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